Gente corriente

Joan Vendrell: «Las niñas hicieron fotos a su familia; ellos, 'selfies'»

Voló a Tailandia con 20 cámaras para enseñar a niños birmanos a retratar su realidad para cambiarla

«Las niñas hicieron fotos  a su familia; ellos, 'selfies'»_MEDIA_2

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CARME ESCALES

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Seis carreras universitarias empezó, pero no acabó ninguna. «Me dejaba aconsejar», explica. Joan Vendrell (Barcelona, 1976) escuchaba a todo el mundo, menos aquello que, finalmente, le mostró lo que de verdad quería: su gran interés por la fotografía.

-¿Cuándo empezó a nacer ese interés?

-A los 7 u 8 años. Mi abuelo paterno era aficionado a la fotografía y compartía lo que sabía conmigo. Yo me pasaba el día mirando atlas y leyendo el National Geographic. Era mi ventana al mundo. Reportaje que leía, viaje que quería hacer. Cuando íbamos a Andorra siempre quería una cámara.

-¿No pensó en la fotografía como trabajo?

-No. La fotografía estaba dentro de mí, más como una pasión personal, una afición. Para trabajar, encarrilé Ingeniería Industrial, Empresariales -me quedan solo 4 o 5 asignaturas para acabar-, Filosofía, Geografía e Historia, Psicología y, de nuevo, Empresariales, pero en la UOC, donde casi la terminé.

-Mientras estudiaba, ¿trabajaba?

-Sí, sí. Trabajé de contable en una empresa, y en otra en el departamento de márketing, donde terminé preparando catálogos de producto, para los que debía hacer fotos.

-¡Ah!, la fotografía lo vino a buscar...

-Y me dejé llevar. Empecé a perfeccionar, siempre autoformándome, leyendo mucho, y en un momento dado, aprovechando que mi pareja viajó a Nicaragua a hacer un voluntariado, pedí tres meses de excedencia en el trabajo y nos fuimos a viajar por Latinoamérica. En aquel viaje me di cuenta de lo que no dominaba de la fotografía.

-Necesitaba una escuela...

-Sí, y entré en la mejor que podía tener. Latienda donde compraba el material buscaba un comercial. Me postulé y me cogieron. A partir de ahí, cámaras, softwares, cursos, lo último de lo último en el mundo llegaba a mí. Durante cinco años fue el éxtasis total.

-¿Y luego?

-Dejé la empresa y aproveché lo aprendido para abrirme paso como autónomo. A partir de un blog -Naturpixel.com- organizo cursillos y difundo lo que sé.

-Incluso en Tailandia, ¿Cómo llegó a compartir allí la aventura de la fotografía?

-Fue tan simple como esto: un amigo llegó de Tailandia y despertó mi curiosidad por aquel país. Averigüé que cerca de la frontera con Birmania, en Mae Sot, hay muchos niños birmanos, algunos huérfanos, que llegan huyendo de la violencia y malviven en territorio tailandés. Hay 60 oenegés trabajando en la zona. Di con una de ellas: www.colaborabirmania.org. Está allí y procura una comida al día y escolarización a esas criaturas en una guardería -donde alimentan a 117 niños con 70 euros semanales-, y en una escuela con 400 alumnos, construidas en plena selva.

-¿Cómo pensó que podrían ayudarles unas cámaras fotográficas?

-Siempre son nuestras fotos las que cuentan lo que pasa en países pobres, y yo quise hacerlo a través de la mirada de los niños de allí. Mandé un e-mail a Canon -a un contacto al que solo había visto una vez- y le pedí cámaras para llevar a los niños. Me las dieron y contacté con Colabora Birmania.

-Km-42 es el resultado de su propuesta.

-Sí, es el nombre de la escuela de los participantes. Durante 10 días salimos unas horas a fotografiar su entorno, y en sus casas luego cada uno seguía haciendo fotos.

-¿Qué traían fotografiado?

-Curiosamente, las niñas hicieron fotos a su familia; y ellos, todos, selfies.

—¿Y cómo contarán esas fotos qué pasa?

—En joanvendrell.com/km-42/ y en entrevistas como esta ya lo están contando. Las fotos abren las ventanas a esa realidad.