Jaime Rodríguez: «En este país, si haces algo y no ganas pasta eres un friqui»
-Vamos por partes. La vida usted se la gana cocinando, ¿no?
-Sí. Desde los 15 años, que empecé a trabajar en el restaurante de mi tío.
-Y ahora tiene…
-38.
-Habrá pasado por muchos restaurantes. En 23 años...
-Algunos. Estuve 8 años en el de mi tío, La Buona Tavola. Empecé de pinche, claro, pero acabé de cocinero. La comida italiana es mi especialidad, de hecho. Después estuve en varios restaurantes de categoría… Pero lo del cine iba creciendo dentro de mí.
-¿Qué quiere decir?
-Era lo que me gustaba, lo que siempre me había gustado. Lo que pasa es que nunca tuve apoyo familiar para dedicarme a eso. Y la hostelería me gusta, eso es así. Pero el cine siempre estuvo ahí. De hecho, mientras trabajaba me apunté a una escuela. Pensaba dedicarme a la interpretación, pero al salir de allí había cambiado de idea, quería ser director. El problema es que necesitaba tiempo.
-Pero no dejó la hostelería. Estamos aquí. Aquí está usted, con su delantal de cocinero.
-No, no la dejé, porque es lo que me da de comer, y porque dejarlo todo para tirarte a la piscina, en este mundillo, si estás solo, si no tienes apoyos… Pues no. Pero me busqué esto, un restaurante de polígono, de menús, que me dejara la mayor cantidad de tiempo libre. Y ese tiempo se lo dedico al cine.
-A la dirección.
-Eso. Mi primer corto lo hice mientras aún estaba en la escuela. Se llama La gloria. Un trabajo de principiante, aunque con el tiempo he visto sus méritos. El segundo se llamó La escalera. El tema era deportivo, y lo presentamos a un concurso de cortos deportivos.
-¿Presentamos?
-Mi socio, Juan Antonio Torres, y yo. Siempre hemos trabajado juntos.
-Entiendo. ¿Y? ¿Los seleccionaron?
-Qué va.
-Bueno, los comienzos son difíciles.
-Lo que más odiaba era que me vieran como un friqui. Porque en esta sociedad, si haces algo y no ganas pasta, entonces eres un friqui. Es una idea que odio, y con la que he tenido que vivir. Tuve una novia que me veía así, que no entendía por qué perdía el tiempo con esto. Por eso no tengo pareja.
-También es parte de los comienzos, ¿no?
-Sí, claro; supongo. A mí la gente me empezó a respetar con Zombification, que viene a ser el quinto corto que hice. Mi meta era que un corto mío fuera exhibido en Sitges, y esa satisfacción me la dio Zombification, un corto que tiene mucho de crítica social, y de humor negro, y que yo siempre pensé que debía protagonizar, ¿sabe quién? Pues Jordi Évole. Es una especie de Callejeros de zombis, pero no zombis, sino gente zombificada, que es como está la gente ahora.
-Así que participó en Sitges. ¿En qué año?
-En el 2012. En la sección amateur, claro.
-Y el dinero para todo esto… Quiero decir, hacer un corto, aunque sea amateur…
-Lo pongo yo. Y cada vez cuesta más, ¿eh? En Zombification éramos más de 60 personas, tenía tres maquilladoras, tuve que pedir permisos en el Ayuntamiento de Parets… Yo hasta entonces había rodado con dos tipos en la calle y una cámara sin trípode, pero entonces pensé: «¿Y si pasa la policía por aquí y ve todo esto? ¿Qué les digo?»
-¿En qué está ahora?
-Ahora tengo un corto terminado, Jijí & Cucú, que también voy a presentar a Sitges este año, a ver si hay suerte, a ver si lo escogen, y otro que está en fase de montaje, Intelligent glasses. Si lo acabo, también lo presento.
-Mientras cocina.
-Mientras cocino.
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