Gente corriente

Iván Oliveros: «Meditar es el arte de no esforzarse en la cognición»

Quien haya estudiado a fondo los secretos de la meditación tal vez sepa ya algo de este bogotano.

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CARME ESCALES

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El próximo viernes, 30 de septiembre, darán comienzo en Barcelona tres días de conferencias, talleres y debates sobre algo que cada vez convence a más gente: el poder de la meditación sobre la salud. Si no sanadora, al menos, relajante, conveniente antídoto para vidas hechas de estrés. En la Facultad de Psicología Blanquerna-Universitat Ramon Llull, de la mano del Instituto Gestalt y la Escuela Gestalt de Catalunya, medio centenar de expertos en psicología, ciencia y espiritualidad hablarán de ello en el Congreso de Terapia y Meditación. Uno de los más esperados es Iván Oliveros (Bogotá, 1960).

-Dice en uno de sus libros que usted es «un inmenso vacío lleno de atención».

-Sí. Cuando veo el sol, tan solo veo el sol; cuando el aire me roza, siento su caminar por el cuerpo. No poseo grandes pretensiones, excepto ser un inmenso vacío lleno de atención. Aprendí a ser discípulo en ello, y ahora intento aprender a ser maestro.

-He podido comprobar que tiene muchísimos seguidores. La meditación vive una explosión de ávidos de desconectar.

-Buscarse a sí mismo ha sido siempre una inquietud natural del ser humano, por eso han enganchado tanto en Occidente el taoísmo, el budismo y el yoga.

-¿Qué es meditar?

-La meditación es un constante estar atentos a un continuo presente. Es la forma de realidad que se revela cuando estás atento constantemente al presente. Meditar es el arte de no esforzarse en la propia cognición. La meditación es como conducir a gran velocidad, eres lo que percibes, pero implica atención plena.

-¿Qué efecto terapéutico tiene eso? La meditación, no la conducción temeraria...

-Meditar es profundamente relajante para el sistema nervioso. Permite gestionar mejor procesos depresivos y llevar mejor calidad de vida mientras se atraviesan, porque la concentración nos estabiliza, nos centra. Es como el faro que guía, orienta y resitúa a los barcos en el mar.

-Pero, si no nos detenemos para hacerlo y le dedicamos un espacio y un tiempo precisos, aquí no hay quien medite.

-En la meditación, el sujeto se diluye en la propia desconexión, y el primer paso es aprender a concentrarse en la acción que se realiza, se trata de estar presentes al máximo. Lo podemos hacer leyendo un libro, cepillándonos los dientes, o escribiendo un artículo. Y, además, practicando la presencia en lo que se está haciendo en cada momento, se adquiere mayor eficacia cognitiva y más capacidad terapéutica.

-Eso último usted lo comprobó en su recuperación tras un accidente que, según he leído, le auguraba no volver a caminar. 

-Tenía 46 años. Caí al suelo mientras barría el tejado de casa. Me rompí tres costillas y una de ellas me perforó el pulmón, y en el impacto me lesioné cuatro vértebras, y unos fragmentos se incrustaron en mi médula ósea que, además, quedó en parte fracturada. Solo podía mover del cuello para arriba y estaba totalmente amnésico.

-¿Qué dijeron los médicos?

-Que en el mejor de los casos movería las manos. Pero mi sistema nervioso era muy resistente. Mi trabajo previo de meditación hizo que mis neuroconductores se reconstituyeran. Cada vez más médicos se dan cuenta de que no basta con recetar medicamentos. El ser humano es una integración no solo bioquímica, sino también mental. Hay procesos, como la atención, que tienen repercusión sobre todo el cuerpo.

-¿Y todo eso es compatible con la hipoteca de un piso o el amor de pareja ?

-El problema es identificarse con lo material. La concentración libera a la mente del esfuerzo por poseer. Y el amor real es integrador del amante y lo amado, sin expectativas de metas, solo de vivirlo.