"La gente que lleva mucho tiempo en la calle enloquece"

Ioan lleva tres años subsistiendo como puede en la vía pública tras quedarse sin empleo

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ADRIÀ PALACÍN / BARCELONA

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Ioan tiene 45 años y duerme en la calle. Hace 14 años vino desde su Rumanía natal en busca de un empleo y una vida mejor. Durante un tiempo trabajó en la construcción pero cuando estalló la burbuja inmobiliaria el sustento se acabó para él y para muchos. A partir de entonces se las apañó durante un tiempo haciendo de manitas y arreglos, pero el dinero que sacaba terminó siendo insuficiente para pagar el alquiler de su piso en Poblenou. Su vida cambió de repente hace tres años. Tuvo que dejar la vivienda y empezó a buscarse la vida por las calles de Barcelona. Ioan se define como “un hombre tranquilo”, por ello no ha querido nunca hacer un drama de su situación. “Cuando no tienes opción, te adaptas, porque los humanos somos supervivientes, somos pasajeros de la vida”.

Actualmente sigue durmiendo en la calle. Él mismo acepta que podría dormir en un albergue pero considera que en estos centros “hay demasiada gente”. Y además, dice que su carácter le impide entrar en la dinámica que significa el hecho de cobijarse allí día y noche. “Eso te vuelve demasiado dependiente”, asegura. Aun así, durante el día acude regularmente a la Fundació Arrels, situada en el barrio del Raval, donde puede ducharse y lavar la ropa.

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EL PROBLEMA DE LA INSEGURIDAD

Cuando sale de allí, malvive por los alrededores de Arc de Triomf, la zona con más sin techos por metro cuadrado de Barcelona, según él. “Estamos allí porque al lado de la estación de bus (la estación del Nord) vienen cada día voluntarios a traernos comida”. Pese a llevar con tranquilidad la situación en que se encuentra, Ioan tiene claro qué es lo peor de vivir en la calle: “La inseguridad”.

“Hace unos días mataron a un compañero”, explica. Fue otro vagabundo, que dormía a su lado y le lanzó una piedra en plena noche. Hace pocos días lo enterraron. ¿Motivos? “La gente que lleva mucho tiempo viviendo en la calle enloquece”, asegura el hombre.

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Ioan duerme en un cajero, con un saco de dormir que le dieron los servicios sociales y una mochila que utiliza de almohada. Cuando tiene frío, no tiene más opción que moverse en plena madrugada hacia otra zona donde pueda estar más caliente. Su día empieza cuando el director de la oficina llega a las 8 de la mañana y le invita educadamente a salir. “Nunca me han reprochado que duerma dentro del cajero”, explica el hombre.

LECTURA Y GUITARRA

Entonces se acerca al lugar donde reparten algo de desayuno, y luego se pasa la mañana en la biblioteca. Ioan lee y toca la guitarra, y tiene la suerte de poderse desplazar con una bici que arregló él mismo. Para él, la clave de la supervivencia es hacer cosas y no dejarse consumir por la calle, el alcohol o las drogas. “Esto me mantiene la cabeza en su sitio”, asegura. En cambio “si te marginalizas, estás perdido, te vuelves un salvaje”, describe.

Cuando mira al futuro, es escéptico. Y a pesar de maldecir el sistema, sigue viendo esperanza. Tiene el sueño de encontrar una chica e instalarse en alguna zona rural para vivir de la agricultura, algo que se le da muy bien porque en Rumanía se dedicaba a ello. Dice que un amigo le prometió que le daría un par de parcelas y espera que algún día pueda dedicarse a ellas. No ve futuro en Barcelona, porque en la ciudad “no puede ser autosuficiente y libre”.