La investigación del 'caso Maristas' en EL PERIÓDICO gana el premio Ramon Barnils

Guillem Sànchez, J. G. Albalat y María Jesús Ibáñez reciben el galardón por un trabajo que destapó a una docena de profesores pederastas

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EL PERIÓDICO / BARCELONA

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El escándalo de pederastia en dos centros de los Maristas en Barcelona, que la orden preferiría que fuera conocido como el caso del profesor de gimnasia Joaquín Benítez, algo más difuso, menos dañino, empezó con una primicia de EL PERIÓDICO, el 4 de febrero del 2016, con un título inequívoco: ‘Cinco exalumnos de los Maristas de Les Corts denuncian abusos sexuales’. Visto así, parece sencillo. Manuel Barbero, el padre de una víctima, se pone en contacto con Guillem Sànchez, el periodista encargado de la cartera de sucesos (una manera muy antigua de llamar a esa área, pero que de tan versátil aún es la más adecuada), y este, mano a mano con J. G. Albalat, a cargo de la cartera judicial, contrasta y traslada a los lectores el relato de aquellas denuncias.

En realidad, no fue así de simple. Durante semanas, tres sólidos periodistas del diario, Sànchez, Albalat y María Jesús Ibáñez, trabajaron con uno de los materiales periodísticos más inestables, la gran denuncia, el castillo de naipes de esta profesión, donde una carta mal puesta puede arruinar el relato. No fue el caso. Sànchez, Albalat e Ibáñez acaban de recibir el Premio Ramon Barnils de Periodismo de Investigación por el modo en que dieron voz a aquel padre y, sobre todo, por cómo a partir de esas denuncias iniciales destaparon un rosario de abusos sexuales ante los que los Maristas habían como mínimo cerrado los ojos.

La investigación de los casos de pederastía en los Maristas de Sants-Les Corts y de La Immaculada fueron cientos de horas de trabajo muy fértiles en resultados. Salieron a la luz una docena más de pederastas y más de 40 víctimas que interpusieron denuncia, un escándalo mayúsculo, sin precendentes por sus características en una sociedad como la catalana. No obstante, solo uno de ellos, el propio Benítez, está pendiente de juicio. El resto de los casos han prescrito, toda una anomalía que, sin embargo, ha quedado sobre la mesa del debate político y pendiente de resolución, porque los abusos a menores de edad tal vez requieran un calendario especial. Es una de las tareas pendientes que deja en herencia el trabajo coral de Ibáñez, Sànchez y Albalat, del que, puestos a destacar, merece la pena recordar ahora dos instantes que lo definen a la perfección. Hay más, pero estos dos son esenciales.

UNA ENTREVISTA MUY BUSCADA

El primero ocurrió inmeditamente después de que fuera publicado el primer artículo. Ibáñez (siempre Chusa, para sus compañeros de diario) estaba en el caso como especialista en el área de Educación. Sànchez y Albalat, casi al unísono y por canales distintos, recibieron una información sobre el posible paradero de Benítez, semioculto entonces en un pueblo de pocos cientos de habitantes a pocos kilómetros de la frontera francesa. Fue Chusa la que partió para allí. Había sido corresponsal en Lleida en una anterior etapa profesional. Eso es como aprender a conducir con un todoterreno. El oficio hace mucho en estas situaciones. La dirección obtenida era parcialmente errónea. Había que pulirla sobre la marcha. Así lo hizo. Llegó al destino y, de repente, se encontró cara a cara con Benítez. Estaba dispuesto a hablar. No había ni que romper el hielo. Quería hablar. Josep Garcia era el fotógrafo que acompañaba a Chusa, un fotoperiodista en toda regla, el compañero ideal para este tipo de situaciones. Dijo que iba al coche a por tabaco. Volvió con una grabadora en marcha. Aquella entrevista salió publicada el 5 de febrero con un titular definitivo: "Lo hice. Y pensé que vendrían antes a por mí". Sin ella, tal vez las semanas siguientes habrían sido distintas. 

El segundo momento ilustrativo de lo que ha sido periodísticamente este caso ocurría casi a diario en uno de los despachos acristalados de la redacción. Allí se reunían Sànchez, Albalat e Ibáñez con Luis Mauri, entonces el responsable de la sección de Sociedad y coordinador de la investigación. En malas manos, el castillo de naipes podía caer. ¿Por qué? Por la euforia. El primer golpe de dar a conocer el caso a los lectores, la entrevista nada menos que con el presunto pederasta, el descubrimiento de otras víctimas y agresores… Todo eso emborracha. Albalat y Mauri (la edad suele dar en estas situaciones más perspectiva) coincidieron en la necesidad de no dejarse llevar. Había que comprobar cada dato y, aunque doliera, descartar lo dudoso, una lástima a veces, porque el paso que daban las víctimas al hablar, a veces en ese mismo despacho acristalado, requería mucho valor y decisión. La cobertura periodística del caso de los Maristas, por detalles así, ha sido ahora premiada.