Análisis

¿Indignidad?

Nacho Corredor

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«No es lo mismo estar indignado que actuar con indignidad», sentencia un diputado en su Twitter. Y no es para menos. A escasos metros de la Ciutadella, el diputadoSanti Rodríguez -anónimo, pero con traje de burgués- es agredido por un grupo de defensores de no se sabe qué, y no es el único. A laexconselleraTura, que seguramente venía en tren, le marcan con una cruz. Como en otras épocas. Dicen que no es el tema, porque lo de ayer es un gravísimo atentado contra nuestro sistema institucional, pero algunos se preguntan qué protocolos de actuación tenía laconselleria.«No es normal que no se le prepare un dispositivo especial a unaexconsellera, teniendo en cuenta lo que se esperaba», me dice un diputado que las primeras semanas observaba con atención y simpatía lo que pasaba y que está triste, se le nota en la voz.

El movimiento del 15-M tenía la gran virtud de generar empatías y reclamar aquello que muchos quieren forzar desde dentro, algo tan importante como mejorar la calidad democrática del sistema. Sin embargo, en un día, han mermado muchas de las esperanzas depositadas en ellos.

La democracia se basa en el diálogo y no en la coacción. El retrato que dibujaron ayer no invita sino a pensar, teniendo en cuenta que hemos promovido mesas de diálogo entre miembros de los grupos mayoritarios del Parlament y algunos grupos de indignados, siendo rechazadas en el último momento por los segundos, que articular un movimiento cada día menos heterogéneo puede acabar en una situación de anarquía en la que la legitimidad se hereda directamente del cielo y donde gana el más fuerte… Y el más fuerte, por cierto, suele ser banquero.