Las opiniones

Lo importante es el voto

El sistema electoral del Congreso es discriminatorio.

El sistema electoral del Congreso es discriminatorio.

Francesc Pallarés
CATEDRÁTICO DE CIENCIA POLÍTICA (upf)

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Parece estar de moda criticar el sistema de voto a listas cerradas y bloqueadas. Sobre él se cargan casi todas las disfunciones de nuestro sistema de representación. ¿Tan malo es este sistema?

Es razonable que los órganos de un partido seleccionen mediante procedimiento democrático a las personas que mejor pueden representar sus ideas, captar votos y desempeñar el cargo de representante. Se dice que el sistema de listas cerradas y bloqueadas refuerza el poder de los aparatos pues estos deciden quién es candidato y su posición. Probablemente es cierto. Pero también lo es que los partidos y sus aparatos dependen de su éxito electoral y no tienen ningún interés en presentar candidatos que no crean los más adecuados para conseguirlo.

La alternativa más seria es la del voto preferencial. Supone desplazar capacidad de ordenar la lista desde los aparatos a los votantes. La experiencia comparada de este mecanismo no parece abonar los miedos al desarrollo de tensiones e inestabilidad en el interior de los partidos como consecuencia de los incentivos a la competitividad interna que incorpora. Pero sus efectos parecen muy limitados: pocas veces se altera el orden de candidatos propuesto por el partido y se observan problemas similares de desarrollo de descontento respecto de la política.

No niego las virtualidades (tampoco las limitaciones y problemas) que incorpora el voto preferencial (o las primarias), pero la posibilidad de impulsar o cambiar a un candidato u otro dentro de un partido, debe apuntar también a mejorar sustancialmente el debate político y la posibilidad de cambiar de políticas, que son aspectos más en la raíz del descontento. Si no, ¿para qué? Y para ello debe abrirse el sistema de partidos.

La política española está gobernada por dos grandes partidos que se han dotado de protección institucional a su exclusividad frente a la competencia. Ello empobrece terriblemente el debate político, limita, si no impide, la circulación de aire nuevo y es causa de disfunciones en las instituciones. Para más inri, el mecanismo de protección de los dos grandes -el sistema electoral al Congreso (el que cuenta)- crea discriminación entre los ciudadanos: entre unos cuyo voto vale más y otros para los que vale menos, según dónde vivan y a quién voten. La clave está en la circunscripción provincial exclusiva y tal como está regulada.

Sobre esta base, el sistema electoral manipula en favor de los dos grandes partidos la configuración de las instituciones que resultaría de las preferencias expresadas en las urnas, y como consecuencia también la distribución de recursos y de otros puestos de representación e influencia política. Se configura así un importante muro de protección para los dos grandes ante terceros competidores en el ámbito estatal y, en última instancia, ante los propios electores, obstaculizando una fluida oxigenación y, en su caso, cambio y/o renovación en el sistema de partidos y en las políticas acorde con las preferencias de los electores. La modificación necesaria es la que vaya hacia un sistema en el que el voto de los ciudadanos valga lo mismo independientemente de dónde vivan y a que opción voten.