EL INESPERADO ABANDONO DE BENEDICTO XVI

La Iglesia agota al Pontífice

Benedicto XVI sale de la reunión con los cardenales en la que anunció por sorpresa su renuncia.

Benedicto XVI sale de la reunión con los cardenales en la que anunció por sorpresa su renuncia.

ROSSEND DOMÈNECH

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

ElPaparenunciará a finales de este mes, en concreto el día 28, porque considera que no tiene la fuerza física y mental necesaria para «ejercer adecuadamente» el cargo que le fue confiado con su elección en el 2005. Se trata de un acto de honradez intelectual y de coraje, tal vez de una revolución en la historia futura de los papas, pero al mismo tiempo del reconocimiento de su incapacidad para gobernar a 1.200 millones católicos en los tiempos actuales. Después de poco más de siete años de pontificado,Benedicto XVIrenuncia sin haber podido imprimir a suIglesiael giro y el programa que se había marcado en el 2005, cuando denunció «la suciedad y la corrupción» que anidaban en la institución.

Lo explicó bien ayer, hablando en latín a los cardenales, cuando anunció por sorpresa su renuncia para las ocho de la tarde del próximo 28 de febrero: «En el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu».Joseph Ratzinger, que cumplirá 86 años el próximo 16 de abril, añadió que se trata de un vigor «que en los últimos meses ha disminuido» en él, de tal forma que tuvo que reconocer su «incapacidad para ejercer bien el ministerio» que le fue encomendado.

DETERIORO FÍSICO / El portavoz papal, Federico Lombardi, puntualizó que «no existe ninguna enfermedad en curso que haya influido en este tipo de decisión», aunque lo cierto es que el cuerpo de Ratzinger evidenciaba en los últimos meses un acusado deterioro.

Desde un punto de vista legal no existe ningún obstáculo para que unPapa dimita, aunque se trata del primer caso ocurrido en los últimos 800 años. Los otros dos pontífices que renunciaron con posterioridad a que lo hicieraCelestino Ven el siglo XIII fueron en realidad dimitidos a la fuerza por las familias nobles de Roma. Con toda seguridad, los cardenales no meterán en prisión a Joseph Ratzinger, como hicieron con Celestino V cuando decidió abandonar el cargo. Por el contrario, seguramente el ya exPapa tendrá alguna influencia en el futuro de la Iglesia cuando su sucesor inevitablemente le consulte algunas cuestiones.

Cuando un obispo renuncia, el Papa debe aceptar su decisión; pero un Papa no dimite ante nadie. El código canónico ilustra que tiene solo que comunicarlo de forma clara y de manera voluntaria. Por eso la puntualización de que la dimisión tendrá lugar a las ocho de la tarde del 28 tiene su pequeña miga.

ENCONTRONAZOS / Elbalance del pontificadode Ratzinger está jalonado por encontronazos con los mayúsculos problemas de la estructura católica, algunos de los cuales han sido encauzados y otros no. El escándalo de lapederastiaclerical ha sido atajado, aunque no resuelto, ya que numerosas conferencias episcopales no han elaborado todavía la guía nacional para afrontar interna y civilmente los delitos. La transparencia que Benedicto XVI quiso imprimir al IOR o banco del Papa, en el pasado considerado como un paraíso fiscal dentro de Roma, está a medio camino y el presidente del mismo, colocado por Ratzinger, fue destituido por el consejo de administración. La condena del mayordomo pontificio por haber difundido documentos secretos no ha aclarado la amplitud que tuvieron o quizá tengán todavía las trifulcas vaticanas entre partidarios y contrarios a la transparencia.

RECLAMACIONES DESOÍDAS / Por otra parte, desde toda laIglesia católicallegan aRomapeticiones de un mayor pluralismo, que hasta hoy han sido desoídas, cuando no abortadas. Entre ellas se encuentra la exigencia de un cambio en la estructura actual, propia de una monarquía absoluta, para introducir formas de participación más democráticas, como podría ser la incorporación de los obispos en el gobierno papal. En los temas ético-sexuales Benedicto XVI se ha limitado a repetir la tradicional doctrina moral de la Iglesia, de cierre absoluto a cualquier apertura, sin que haya habido distinción alguna entre un aborto o la readmisión en la iglesia de los divorciados católicos, como se había pactado en el cónclave que le eligió.

Ratzinger fue 22 años el guardián de la ortodoxia, lo que le permitió conocer de primera mano el pulso de los católicos de a pie y sus problemas humanos y religiosos. Pero en estos más de siete años parece como si Ratzinger, ya Papa, se hubiera esforzado para llevar la Iglesia hacia sus postulados, en lugar ir a su encuentro y traducir el mensaje cristiano en categorías y prácticas adecuadas a las sociedades modernas. El resultado ha sido como si la Iglesia le hubiese explotado en las manos. Le ha agotado.