ANIVERSARIO ESPACIAL
Hubble: el ojo del universo
El telescopio espacial ha revolucionado el conocimiento del cosmos en sus 25 años de actividad
El Hubble, telescopio espacial que ha revolucionado el conocimiento que se tiene del universo y del minúsculo lugar que ocupa la Tierra, al margen de haber popularizado la astrofísica gracias a sus impresionantes fotos de coloridas galaxias, celebra hoy el 25º aniversario de su lanzamiento con una jovial actividad y la esperanza de durar al menos hasta el 2020, mucho más de lo que se previó en 1990. «El Hubble ha cambiado nuestra concepción de lo que hay allí fuera», sintetiza Pedro García Lario, investigador de la Agencia Espacial Europea (ESA) y usuario habitual del observatorio.
Entre otros muchos aspectos, como destacan la ESA y la NASA, las dos agencias que gestionan el telescopio, el Hubble ha confirmado que el Universo tiene 13.800 millones de años y que su expansión se está acelerando, que las estrellas producen los elementos necesarios para la vida, que los planetas de tipo terrestre pueden ser habituales y que muy posiblemente más del 70% del universo está constituido de la enigmática materia oscura.
Lanzado el 24 de abril de 1990 a bordo del transbordador Discovery, el Hubble fue colocado en una órbita situada a 600 kilómetros de la Tierra, lejos de las interferencias de la atmósfera. «Los 2,4 metros de diámetro del espejo son poca cosa comparados con algunos gigantes que tenemos en la Tierra, pero su situación nos ha permitido observaciones extraordinarias. Está amortizado de sobras», afirma Ignasi Ribas, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio de Barcelona (CSIC-IEEC) y usuario asiduo del Hubble durante la pasada década. El telescopio ha capturado en sus 25 años de vida más de un millón de imágenes de objetos celestes.
EN PLENA FORMA
Los éxitos, prosigue Ribas, se han sucedido porque fue diseñado con gran acierto. Por ejemplo, al tener tres tipos de visión (en los espectros ultravioleta, visible e infrarrojo), se ha utilizado para realizar estudios muy variados -«no es un telescopio, sino un gran observatorio con un rango de instrumentación muy grande», sintetiza Ribas-. Y pese al tiempo transcurrido desde 1990, nunca se ha quedado anticuado: «Aunque se han realizado varias misiones para repararlo, han sido esencialmente por cuestiones de electrónica, que se ha cambiado por completo -añade-. La óptica es prácticamente la misma».
Sin embargo, el telescopio no empezó precisamente con buen pie. Nada más llegar a la órbita, se detectó una aberración óptica en el espejo principal que ocasionaba que las imágenes se vieran borrosas. Así que fue necesario enviar un transbordador para instalarle un mecanismo de corrección y tardó tres años en estar completamente operativo. Entonces empezó a fraguarse la imagen icónica del Hubble y también de los fontaneros espaciales, los astronautas que acudieron a repararlo en cinco misiones. Indudablemente, en el proceso de ascensión al estrellato contribuyeron la NASA y la ESA al poner los datos obtenidos al alcance de toda la comunidad científica y del público en general.
Desde un punto de vista científico, el Hubble se convirtió pronto en una especie de máquina del tiempo que ha permitido observar hechos acaecidos miles de millones de años atrás, además de transmitir imágenes sorprendentes de supernovas, revelar la existencia de gigantescos agujeros negros, observar la formación de lejanas estrellas y detectar la primera molécula orgánica en la atmósfera de un planeta orbitando una estrella al margen del Sistema Solar.
Pese a su instrumentación especializada en distancias insondables, el Hubble también ha sido un estupendo observador de nuestra región más cercana. «Retransmitió en directo y para todo el planeta cómo el cometa Shoemaker-Levy se estrellaba contra Júpiter», pone como ejemplo García Lario. El pasado marzo, la NASA anunció que el Hubble había detectado un vasto océano de agua salada bajo la gruesa corteza helada de Ganímedes, la mayor luna de Júpiter. «Está en plena forma», prosigue el astrónomo de la ESA.
Espectaculares imágenes del Hubble, descritas por el crítico de arte británico Jonathan Jones como «las obras del arte extravagante más magnífico de nuestro tiempo», entraron en la cultura popular y «son algo comparable a las imágenes del primer hombre en la Luna, dice la NASA. «Es difícil destacar algo. Recuerdo la supernova de la Nube de Magallanes, las imágenes de las galaxias más primitivas...», dice con entusiasmo Ribas. El telescopio ha inspirado la portada de libros, videojuegos, álbumes de música (como en un disco de la banda de rock Pearl Jam y en un vídeo de U2) y películas (Contact, por ejemplo). «No hay nadie mínimamente interesado por estas cosas al que no le suene el Hubble», concluye García Lario.
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