Hospital del Vall d'Hebron: de olvidado a buque insignia

El Hospital de Vall d'Hebron, de Barcelona.

El Hospital de Vall d'Hebron, de Barcelona. / ALBERT BERTRAN

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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El imponente edificio sanitario de 13 plantas inaugurado en 1955 en el corazón del barrio de Montbau, inevitablemente nominado Residencia Sanitaria Francisco Franco, ha sido definido como obsoleto, inviable o inadaptado a las innovaciones tecnológicas en varias ocasiones a lo largo de sus 62 años de existencia. A medida que fueron apareciendo nuevas necesidades, el hospital central, o general, fue sumando edificios que las resolvieron: un edificio para traumatología, otro para la salud maternoinfantil, un tercero como banco de sangre y tejidos... Y así sucesivamente. En el 2000, cuando el recinto ya se denominaba Hospital del Vall d'Hebron y formaba parte de los ocho centros adscritos al Institut Català de la Salut (ICS) -los hospitales que la Generalitat heredó del centralizado Insalud- el Gobierno catalán decidió trasladar este recinto asistencial a un lugar más espacioso.

Se estudió, y descartó, instalarlo en lo que hoy es el centro sanitario Pere Virgili, en Vallcarca. El intento se repitió en los antiguos solares de la fábrica Pegaso. Así transcurrieron siete años en los que la Generalitat no invirtió en remediar los evidentes deterioros que fue sumando el hospital. Cuando en el 2007 se decidió no cambiar su ubicación y diseñar planes de transformación para el Vall d'Hebron, llegó la crisis económica que puso punto y final a todo intento de tocar lo que no fuera vitalmente imprescindible. Así hasta ahora.

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PERIODO DE POCO CARIÑO

A esta situación se sumó el escaso cariño con que los anteriores responsables de la Conselleria de Salut, el equipo que encabezó el 'conseller' Boi Ruiz bajo la presidencia de Artur Mas, enfocaron su relación con los centros del ICS, pertenecientes a la Generalitat. Boi Ruiz, procedente de la patronal concertada Unió Catalana d'Hospitals, y los responsables del Servei Català de la Salut (CatSalut), trazaron un plan que pretendía difuminar -se habló de 'trocear'- la función de los centros del ICS entre la extensa red de hospitales que conciertan más del 90% de la asistencia que ofrecen con Salut, con el argumento, cierto, de que todos son receptores de usuarios dotados de tarjeta sanitaria financiada con presupuesto público.

Esta tendencia se tradujo en un perceptible olvido oficial de las crecientes necesidades de hospitales tan cruciales como son todos los del ICS -Bellvitge, Can Ruti, Arnau de Vilanova, Joan XXIII, Josep Trueta y Vall d'Hebron, entre los principales-, un abandono que los recortes presupuestarios acabaron de completar sobradamente. La calidad y dedicación profesional del personal que atiende e investiga en esta red sanitara ha salvado, hasta ahora, su prestigio y nivel asistencial.

El cambio de Gobierno en la Generalitat dió la vuelta a este calcetín. El 'conseller' de Salut, Antoni Comín, enfatizó desde su primer día al frente del departamento que los hospitales totalmente públicos, los del ICS, reunían unas condiciones científicas de excelencia que requerían cuidado específico. El Hospital del Vall d'Hebron pasó a ser el 'buque insignia' de su proyecto hospitalario, sin olvidar por ello, pero a distancia, a los de Bellvitge, Can Ruti y los situados en Girona, Tarragona y Lleida.