LAS PROTESTAS 2.0

El gran despliegue de los Mossos no evitó agresiones a diputados

Unos mossos desalojan a participantes en la sentada en la calle de Wellington, ayer por la mañana.

Unos mossos desalojan a participantes en la sentada en la calle de Wellington, ayer por la mañana.

A. BAQUERO / R. JULVE / C. BUESA
BARCELONA

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Fue un amanecer de contenedores volcados y de salvas al aire. Mala manera de empezar el día. No eran ni las siete de la mañana y en el cruce entre la calle de Wellington y el paseo de Pujades, en Barcelona, varios centenares de indignados y de mossos se miraban ya a cara de perro. Los acampados intentaban, mediante una sentada, recuperar la posición que los antidisturbios les habían quitado poco antes al obligarles a desalojar el campamento que tenían en los parterres de Pujades. Las dentelladas vinieron después, durante una mañana en que una minoría de indignados proporcionó al conseller de Interior, Felip Puig, las imágenes de violencia con las que justificar no solo la acción policial de ayer sino también el criticado dispositivo de la plaza de Catalunya. Fueron detenidas seis personas y 45, 18 de ellas agentes, resultaron heridas.

A primera hora, la idea de la policía era dejar expedito un pasillo, una cabeza de puente, que permitiera a los diputados y a los trabajadores del Parlament entrar en el parque de la Ciutadella. Así que primero tres furgonetas tomaron posiciones frente a la entrada por Pujades. Poco a poco, en un despliegue de manual en el que participaron 550 agentes, los antidisturbios fueron haciendo un cordón que contenía a unos 3.000 indignados y abría el acceso hasta la puerta. No salió gratis. Hubo cargas. Pero los Mossos evitaron las fotos inconvenientes. A los sentados los sacaban agarrándoles y no a porrazos como el 27 de mayo.

TRABAJADORES INCREPADOS / Varios policías de paisano que intentaron mezclarse con la muchedumbre fueron detectados y un grupo llegó incluso a quedar rodeado. Los antidisturbios fueron a rescartarlos para evitar males mayores. A las nueve, los Mossos parecían tener controlada la situación. El cordón dejaba a un lado la vía de acceso y al otro, a miles de indignados, con el cargador hasta arriba de los abucheos con que ametrallaban a todo el que tomaba el pasillo: los primeros fueron los trabajadores del Parlament.

Y en esas llegaron los políticos. Con cuentagotas. Los indignados abuchearon más a los que más conocían: Joan Herrera, Celestino Corbacho, Josep Maria Vila d'Abadal. Algunos más desconocidos, como Jordi Rull, pudieron entrar y salir casi sin ser detectados. Pero el cordón no era infinito y algunos políticos no lograron llegar a la esquina de Wellington y Pujades, donde se les había indicado que debían ir pues allí les esperaban los Mossos para acompañarles. Grupos de indignados les cortaron el paso antes y se abalanzaron sobre ellos. Los peor parados fueron Joan Boada, Montserrat Tura y Marina Geli. Varios diputados denunciaron de forma anónima que el dispositivo les había dejado «desamparados». Interior les invitó a denunciar las agresiones.

El dispositivo estaba pensado para que pudieran pasar los coches oficiales con los miembros del Govern. Sin embargo, varios indignados cortaron la Meridiana y obligaron a los vehículos a dar la vuelta. Entonces se activó el plan B: si no se puede entrar por tierra, se entra por aire. Los Mossos montaron un puente aéreo. Concentrados en una comisaría, los políticos eran conducidos a un helicóptero que, con el cruce de las calles de Bolivia y Ávila como base y sobrevolando la indignación, les dejaba dentro del parque, ante la puerta del zoo. Los primeros fueron el president Artur Mas y la presidenta del Parlament, Núria de Gispert. En otros nueve viajes se trasladó a 30 diputados y consellers.

A ras de suelo la situación se complicó tanto que la policía autonómica aconsejó a varios parlamentarios que dieran media vuelta. Al final, acabaron en la sede central de Unió y la Guardia Urbana fue a rescatarlos. En la comisaría de la Estació del Nord, fueron embutidos en furgonetas de los Mososs, y así entraron en la Ciutadella unos 50 diputados. En una iban juntos y revueltos Albert Rivera, Joan Laporta y Oriol Pujol.

ESCUPITAJOS / Con los diputados dentro, una avanzadilla de indignados arrojó bolas de yeso, botellas y latas contra los policías que, tras un par de cargas disuasorias, decidieron que era mejor salir de escena. Se apostaron a dos calles. En cuanto se fueron, las cosas se relajaron.

La asamblea de los indignados decidió marchar a media tarde hasta la plaza de Sant Jaume, cosa que hicieron la mitad de los concentrados para regresar a la Ciutadella hacia las nueve de la noche. La protección policial no impidió que los parlamentarios que salieron de la Ciutadella a pie recibieran escupitajos, arma poco efectiva contra los coches oficiales en los que salieron zumbando los miembros del Govern.