Gente corriente

Gerhard Grenzing: «Mi obligación es crear un instrumento que emocione»

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MAURICIO BERNAL

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Es posible que uno de los secretos mejor guardados de Catalunya sea la destreza artística mundialmente reconocida de Gerhard Grenzing. Aunque la sonoridad germánica de su nombre remita a otras latitudes, el maestro alemán creador de órganos tan fundamentales como el de la catedral de Bruselas y, más recientemente, el de Radio France -«la primera vez que se hace algo así a nivel organístico», dice-, lleva décadas instalado y trabajando en El Papiol. Como ocurre con demasiada frecuencia, su nombre dice mucho más en el extranjero que aquí.

Creador de órganos reconocido en todo el mundo. Su taller está en El Papiol.

-Cuénteme: ¿cómo es que decide uno dedicarse a hacer órganos? A mí, desde que tengo memoria me atraparon los órganos. Mis padres me llevaban a la iglesia y yo no quería salir de allí mientras el órgano estuviera sonando. Las ráfagas de viento. Los sonidos. Me subyugaba.

-Tengo entendido que su formación transcurrió en su país. ¿Cómo acabó aquí? Acabé aquí porque mi nacionalidad es la del país donde haya órganos y estén bien cuidados y el trabajo que hacemos esté reconocido. Por eso me quedé aquí. Primero en Mallorca, y más tarde en Catalunya.

-¿Por qué Mallorca? Porque un día llegó a mis oídos que allí había varios órganos antiguos que estaban intactos: ¡intactos! Que conservaban el sonido original, el sonido antiguo original. Así que me fui a buscarlos, y el primero que encontré fue el de la parroquia de Santanyí.

-¿Y? Fue una sorpresa. Era obra del maestro Jordi Bosch, que fue un innovador. Estaba en muy malas condiciones, pero tenía un sonido profundo, y de una brillantez que me atrapó. No pude marcharme. Ahí empezó mi vida como restaurador. Restauré 10 o 12 órganos en la isla. Después conocí a Teresa, que era de Barcelona, y Mallorca se nos quedó pequeña.

-He visto que ha restaurado y creado órganos en todo el mundo. Hemos trabajado en 120 órganos, de los cuales 80 han sido restauraciones. Digo hemos porque somos un equipo. Trabajo con mis hijos y con gente de todo el mundo que ha venido aquí a aprender el oficio. Siempre, siempre es un trabajo en equipo.

-En esta… nave. Tiene 17 metros de altura. Se construyó para albergar el órgano de la catedral de Bruselas, porque quería montarlo todo aquí, y probarlo aquí mismo. De hecho, siempre hacemos un preestreno.

-¿Aquí mismo? Claro. Hacemos jornadas de puertas abiertas, viene gente de todo el pueblo. El otro día, para el preestreno del órgano de Radio France vinieron cinco Messis… Yo les digo así, cinco Messis, cinco gigantes de la interpretación del órgano. Estaba lleno.

-¿Es su mejor trabajo hasta ahora? Es sin duda el máximo reto en cuanto a innovación y dificultad que hemos desarrollado. «No nos habríamos atrevido a ir tan lejos», nos han dicho algunos colegas.

-¿Qué fue exactamente lo que hizo? Es un órgano en el que se puede tocar al mismo tiempo una consola mecánica y una eléctrica. Es algo que nadie había hecho hasta ahora, y que le da una enorme versatilidad al instrumento.

-El artista ha de arriesgarse. Siempre: tiene que aceptar riesgos. El artista que no acepta riesgos no avanza.

-¿Qué atributos tiene un buen órgano? Un buen órgano debe emocionar e inspirar. A quien lo toca debe estimularle a crear música y a llegar cada vez más lejos. Mi obligación es dar al intérprete un instrumento para eso, para que llegue más lejos, y para que emocione a quien lo escuche. El día que yo esté en un concierto y no vea unos ojos húmedos, dejo el oficio.