ANTOLOGÍA DE LOS TEXTOS DE UN PERIODISTA ÚNICO

El gran Plimpton

'El hombre que estuvo allí' reúne las peripecias de un reportero que probó múltiples deportes y oficios antes de escribir sobre ellos

El gran Plimpton_MEDIA_1

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JUAN MANUEL FREIRE

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Ahora que los periodistas, por los motivos que sean, apenas salimos de casa en busca de la noticia y las fuentes necesarias, un libro como 'El hombre que estuvo allí' (Contra) debería servir para que muchos hiciésemos examen de conciencia. Se trata de una recopilación de textos de George Plimpton (Nueva York, 1927-2003), personaje versátil que, además de periodista, fue editor (de la mítica revista 'The Paris Review'), actor, aventurero y deportista ocasional.

Esto último, por su entrega a lo que llamó «periodismo participativo», consistente en involucrarse realmente en la actividad deportista o artística que quisiera describir. A Plimpton le movía la curiosidad por las personas dotadas de grandes capacidades en alguna de estas lides, pero «como le ocurre a la mayoría de los chicos fantasiosos, no fue tanto la curiosidad como cierta seguridad de que yo mismo iba a alcanzar alguna cúspide parecida», según escribe en el prólogo del libro.

Por supuesto, después llegaba la realidad. Nuestro héroe sufrió más de una humillación. Pero también dejó cúspides del '(Nuevo) periodismo', auténticas y muy literarias inmersiones en mundos diversos a los que él se acercó siempre con el máximo respeto.

En 1958, bajo el paraguas de 'Sports Illustrated', Plimpton 'lanzó' para equipos de la Liga Nacional y de la Liga Americana. Lo pasó fatal («las palmas me resbalaban del sudor») y por poco no se desmorona sobre el montículo por agotamiento. Al mismo tiempo, saboreó «esa sensación de compañerismo que uno tiene, por breve que sea, cuando forma parte de un equipo, o en un pelotón».

EN EL RING, CON ARCHIE MOORE

Tras el éxito, sobre todo periodístico, de la experiencia, se metió en el ring con Archie Moore, campeón del mundo del peso semipesado; jugó al fútbol americano con los Detroit Lions; protegió la portería del equipo de hockey sobre hielo Boston Bruins; se unió al circuito de golf profesional PGA Tour en los mejores días de Jack Nicklaus, o incluso participó en una competición de lanzamiento de herraduras contra George H. W. Bush en la Casa Blanca. Además, interpretó un pequeño papel en una película del Oeste con John Wayne, probó de monologuista en el Caesars Palace de Las Vegas, practicó la fotografía de la fauna silvestre en África, actuó en un circo de trapecista y fue percusionista de la Orquesta Filarmónica de Nueva York.

Pero lo mejor de todo esto no es, simplemente, que lo hiciera, sino que viviera para contar esta clase de cosas. Y de qué manera. No hace falta ser un fanático de los deportes o la clásica para convertirse en fanático de Plimpton; solo ser capaz de apreciar una historia bien contada, relatada de forma vívida, con imaginación y delicadeza de matiz. Lo suyo es literatura de primer grado, la vida cristalizada en piezas perfectas.

PERFILES EJEMPLARES

Además de sus peripecias deportivas, 'El hombre que estuvo allí' recoge algunos de sus retratos de famosos, como Mohamed Alí -se coló en su vestuario antes de su combate de regreso tras la prohibición de tres años que le habían impuesto las comisiones de boxeo por no alistarse a Vietnam-, Norman Mailer (cubrió para 'Sports Illustrated' el mismo combate entre Ali y Foreman en Kinshasa descrito por Mailer en su libro 'El combate'), el actor Warren Beatty o John Kennedy, jugando con sus hijos en la arena de Newport. «Su hijo, John Junior, está en una fase donde hace falta muy poca cosa en la vida para contentarlo. Que le den una voltereta en la arena, que lo levanten en el aire o que su padre lo mantenga en equilibrio sobre una rodilla son cosas que le procuran un placer infinito», escribió.

OBSERVAR, MEDITAR, ESCRIBIR

La vida privilegiada de George Plimpton (hombre de Harvard, procedente de una familia de clase alta de Nueva Inglaterra) le permitió un acceso a las celebridades imposible para otros. Otros habrían malgastado ese tiempo íntimo con los famosos en buscar el cotilleo. Él prefirió invertirlo en observar, dejar reposar y, después, escribir para acercarnos a esos personajes con tanto realismo y familiaridad como lo hizo con los deportes. Capturando momentos efímeros pero resonantes al máximo.

George Plimpton fue el hombre que siempre estuvo allí, en lugar de cambiar las palabras de una nota de prensa o cultivar la imaginación en exceso; bueno, en realidad, la cultivó locamente cuando se inventó a un misterioso 'pitcher', Sidd Finch, para un perfil de 13 páginas aquí también recogido. Leer su obra da mucha envidia, principalmente si uno se dedica al periodismo, pero, sobre todo, da un gozo inmenso.