Gente corriente

Manuel Periáñez:: "Mi madre tuvo que ocultar su pasado revolucionario"

El hijo de Marina Ginestà esboza el retrato íntimo de la mujer que puso rostro a la lucha antifascista.

«Mi madre tuvo que ocultar su pasado revolucionario»_MEDIA_1

«Mi madre tuvo que ocultar su pasado revolucionario»_MEDIA_1

GEMMA TRAMULLAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El mundo conoció a Marina Ginestà por una foto de 1936 en la que aparecía con la mirada desafiante y un fusil al hombro en la terraza del Hotel Colón de Barcelona, pero su hijo aporta una mirada más rica en matices, que incluye escenas de su otra vida como esposa de diplomático. Desde la muerte de su madre, en enero del 2014, Manuel Periáñez Ginestà ha trabajado en la revisión y reedición de los libros que ella escribió en los años 70: Otros vendrán..., una novela sobre los Ginestà y el anarcosindicalismo catalán, y Els Antípodes (pendiente de publicar en castellano), una crónica irónica de la dictadura de Trujillo en la República Dominicana. Ambos pueden adquirirse en www.lulu.com.

-Vive en París y a sus 75 años sigue ejerciendo como psicoanalista. Es curioso preguntarle a un psicoanalista sobre su madre.

-Es una tarea difícil, porque entiendo a los demás mucho mejor que a mí mismo. Pero entre mi madre y yo hubo, creo, un complejo de Edipo por mi parte o de Yocasta por la suya. Estábamos muy unidos.

-Nació en el exilio de la República Dominicana en 1940 y de niño se mudó 30 veces a casas de Venezuela, Francia, Bélgica y Holanda. ¿La guerra siempre estaba presente?

-¡Demasiado! Cuando vivíamos en Caracas mi madre le reprochaba a mi padre biológico -que fue comandante de caballería del ejército republicano- que se hubiera traído a medio regimiento a casa. Por las noches él y sus amigos desplegaban mapas y discutían sobre estrategias militares.

-Su madre se hartó y se marchó a Francia.

-Nos instalamos en Prada, en el entorno de Pau Casals. Un día estaba jugando a las canicas en su jardín cuando él se arrodilló a mi lado y dijo: «Hace 70 años que no juego a las canicas. ¿Me dejas jugar contigo?». Siendo un genio, era la modestia personificada.

-Su madre se divorció de su padre biológico y se volvió a casar con un diplomático belga. Pasó del exilio a los salones fastuosos.

-Pero siguió siendo muy sencilla. A veces provocaba incidentes, como cuando le dio la espalda al duque de Baena, que era el embajador español franquista en La Haya. Mi madre tuvo que ocultar su pasado revolucionario. Escribió la historia de su familia y del anarcosindicalismo catalán de los años 20 en Otros vendrán... , pero lo hizo de forma novelada para no comprometer a su marido. Por el mismo motivo, durante años nos ocultó la famosa foto del Hotel Colón.

-¿Nunca perdió el espíritu revolucionario?  

-No, de alguna manera llevaba una doble vida. Cuando estalló la huelga general de Bruselas en 1960 acompañó a su marido al ministerio, como siempre, y luego me llevó a la manifestación. «¡Ya es ahora de que sepas lo que es una revolución!», me dijo.

-¿Qué hay de su relación con Ramon Mercader, el asesino de Trotsky?

-¡Ah! Posiblemente esa es la razón de que yo sea psicoanalista. La madre de Ramon se sentía la aristocracia del comunismo y veía a los Ginestà como militantes de bajo rango. Le prohibió a su hijo seguir siendo novio de Marina y no volvieron a verse. Tengo que darle las gracias porque si no fuera por ella, yo no existiría [ríe].

-¿Marina se sentía a gusto en el papel de icono de la lucha antifranquista?

-Era tan modesta que casi se avergonzaba. En el fondo estaba orgullosa, aunque nunca entendió qué veía la gente en esa foto.

-¿Cuándo recuerda verla más feliz?

-Recuerdo cómo disfrutaba recogiendo violetas salvajes en nuestras caminatas por el Canigó. Otra cosa que la hacía entrar en éxtasis era escuchar a Beethoven.

-Usted es profundamente libre en su manera de ser y pensar. ¿Le viene de Marina?

-Sí. Ella se sintió traicionada por las ideologías, admiraba a los anarquistas y me enseñó a pensar por mí mismo. Yo soy la continuidad perfecta de la familia Ginestà.