David Block: "No quería que cambiaran de lengua solo por mí"

Un catalanohablante de Tejas. Recuerda vivencias raciales y lingüísticas que contribuyeron a formar su identidad.

«No quería que cambiaran de lengua solo por mí»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Rodeado de los granados enanos y las camelias del jardín de Mercè Rodoreda en el Institut d'Estudis Catalans, el doctor en Lingüística Aplicada por la Universidad de Lancaster y profesor de investigación ICREA en la Universitat de Lleida David Block narra el impacto que le produjo aterrizar en la Barcelona de 1978 cuando era un recién licenciado procedente de Houston (Tejas, EEUU).

-Los años 60 y 70 fueron muy convulsos en Estados Unidos. ¿Cómo los vivió?

-Yo era un niño blanco de clase media que vivía en el centro de Houston, de población blanca. Pero en cuanto entraba una familia negra en el barrio las inmobiliarias jugaban con el racismo latente y los blancos se iban  por miedo a que sus casas perdieran valor.

-¿Su familia también se marchó?

-Nosotros nos quedamos. Cuando me gradué, solo 5 de los 2.000 alumnos de mi instituto éramos blancos, pero cuando fui a la universidad esa proporción se invirtió. Al principio no le daba importancia al hecho de pertenecer a una minoría blanca, pero años después me di cuenta de que esta vivencia me formó bastante.

-Tras licenciarse en Historia viajó a Europa y acabó instalándose en Barcelona.

-La Barcelona de 1978 estaba muerta económicamente y era muy bohemia. Al principio sobrevivía dando clases de inglés y salía con gente que tenía inquietudes sociales y políticas. Así descubrí que aquí se hablaba catalán.

-¿No lo sabía?

-No, y lo que más me intrigaba era que mis conocidos hablaran en catalán entre ellos, pero cambiaran al castellano en cuanto me veían. Yo deseaba formar parte de aquel lugar, de aquella gente, y no quería que cambiaran de lengua solo por mí.

-Se sigue cambiando de lengua, con el argumento de que es por educación.

-Pasa sobre todo con los inmigrantes. Cuando un catalanohablante cambia automáticamente al castellano ante alguien porque piensa que no entenderá el catalán se produce una racialización de la lengua. Le está negando a esa persona la posibilidad de hablar en catalán.

-¿Qué hizo usted para que no cambiaran de lengua en su presencia?

-Si quería ser parte de aquella realidad tenía que aprender las dos lenguas. Empecé con el castellano y la primera novela que leí fue Últimas tardes con Teresa. Mi primer libro en catalán fue -¿lo adivina?-, La plaça del Diamant. También memorizaba diálogos cortos y me iba al mercado a practicar: 'Em posa un kilo de tomàquets, si us plau?'.

-Hablaba inglés y español, pero el catalán acabó siendo su lengua habitual.

-Si me hubiera quedado en Houston iba hacia una existencia monolingüe, pero a través de la lengua vas cambiando tu identidad. A pesar de ser extranjero y hablar español, me convertí en catalanohablante, tanto en la calle como en la universidad.

-Catalunya y sus equilibrios lingüísticos son un paraíso para un sociolingüista.

-Sí, pero no fue aquí donde descubrí la sociolingüística, sino oyendo hablar español en las calles de Londres. Estudié la población latina y empecé a analizar las relaciones entre lengua y globalización, migraciones, clase social, política, economía... En esta línea, habría que investigar los efectos sobre el catalán del turismo masivo, que prima el inglés y el castellano.

-En el Institut d'Estudis Catalans habló sobre la relación entre lengua y clase social.

-Después del escrache de 2013 frente al domicilio de Soraya Sáenz de Santamaría, algunos dirigentes del PP acusaron de nazis a los miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Se puede cuestionar un escrache, pero la analogía es obscena. ¡Es el mundo al revés! Todos los partidos manipulan el discurso, pero el PP ha traspasado todos los límites.