Gente corriente

Gemma Altell: "Acabas siendo la pesada que repite: '¡Deja el móvil!'"

Una exponente de la 'maTICnidad' o cómo ser madre de adolescentes en la era de las nuevas tecnologías (TIC).

«Acabas siendo la pesada que repite: '¡Deja el móvil!'»_MEDIA_1

«Acabas siendo la pesada que repite: '¡Deja el móvil!'»_MEDIA_1

GEMMA TRAMULLAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Siempre conoceremos tus contraseñas». «Nos comprometemos a NO entrar a mirar nunca tus cosas sin que tú lo sepas». «No participes en conversaciones que puedan herir a los demás». Son algunos de los 17 puntos de los que consta el contrato de uso que Martina, de 11 años, tuvo que firmar con sus padres para tener acceso a un iPad mini y a un móvil. Su madre, psicóloga y coautora del blog Educar per pensar i canviar el món [educarxpensar.wordpress.com], cuenta su día a día con una preadolescente hiperconectada.

-Un contrato de 17 puntos. No está mal... 

-No todo son prohibiciones, también hay recomendaciones. Como: «No hay que hacer vídeos y fotos de todo, vive tus experiencias, que quedarán guardadas en tu memoria». O: «Descárgate música, nueva o antigua, además de la que escucha todo el mundo».

-Así convierten un conflicto potencial en una herramienta educativa. ¡Bravo!

-Esa es la intención, aunque eso no quiere decir que ella lo haga y que a veces no se le vaya la pinza con el Whatsapp.

-¿Y a quién no se le va la pinza con el whats?

-Luchar contra la fuerza que tiene estar conectado permanentemente es muy difícil. Los chicos escriben cuatro palabras en cuatro mensajes distintos y fácilmente se les acumulan 300. Además, aprenden de los adultos a estar enganchados. A mí me ha pasado: estar diciéndole a mi hija que deje el móvil mientras yo estoy enviado un whatsapp. Como adultos deberíamos empezar a revisar el uso que estamos haciendo.

-Martina está en sexto de primaria y ya tiene iPad mini y móvil. 

-Hubiera preferido esperar a la ESO para el móvil, pero hubo dos cosas que nos decidieron. Con un grupo de padres de la escuela habíamos organizado un casal de innovación educativa y talleres de gestión de nuevas tecnologías. Martina nos escribió un correo electrónico superdetallado exponiendo sus argumentos: «Si he hecho un casal y talleres para aprender a gestionar esto y yo he dado muestras de poder hacerlo, ¿por qué no puedo tener móvil?»

-¡Vaya zasca!, como dicen ellos.

-Me desarmó. Nosotros partimos de la base, en la educación en general, de que la confianza es básica. No aplicamos filtros, pero el móvil y el iPad solo se usan en espacios comunes. Para mí el control total es una fantasía. Se trata de darles herramientas para que puedan gestionar lo que se irán encontrando en la vida. Si ella ve algo peligroso en internet siempre nos lo dice.

-¿Ha pasado alguna vez?

-Con Kik, una aplicación más infantil. No sé cómo, pero le entraban fotos de adultos en actitudes sexuales muy fuertes. Ya ha dejado de usarla. También le sorprenden ciertos comentarios cuando alguna chica cuelga su autorretrato. Le he pedido que salga de todos los grupos de Whatsapp en los que haya gente que no conozca.

-Mejor prevenir que curar.

-No hay que escandalizarse. Es una forma nueva de relacionarse, y mientras no les saque de la vida real no pasa nada. Yo les animo a hacer otros usos interactivos, por ejemplo a escribir en la Wikipedia. Martina modificó la definición de gimnasia rítmica y la adaptó a un lenguaje no sexista. Es muy interesante para ellos ver que su contribución se queda allí.

-¿Plantea algún cambio en el contrato?

-Es un momento de duda... Seguramente añadiría un punto de tiempo de conexión máxima al teléfono. De hecho, el contrato es revisable al año. Lo hemos querido hacer flexible y abierto, y yo me lo creo como planteamiento de vida y de educación, pero no sé por qué te acabas convirtiendo en la típica pesada que repite: «¡Deja el móvil!,  ¡deja el móvil!» Hay que estar muy encima en el día a día y asumir que habrá broncas, que no somos perfectos.