El sentimiento

Gallegos en Catalunya: desolados por los fuegos y orgullosos de su gente

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Beatriz Pérez / Barcelona

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Ramón Rey, de 72 años y natural de Monforte de Lemos (Lugo), se le caen las lágrimas con solo contarlo. "Han destrozado el pulmón de Galicia. Y todo el daño que le hacen a mi tierra me quita a mí años de vida", lamenta. Rey, peletero ya jubilado, lleva 54 años viviendo en Barcelona. Es el secretario de la Asociación Cultural Amigos de San Froilán, que divulga y protege la festividad gallega de San Froilán. Y también es uno de los 80.000 gallegos de nacimiento que residen en Catalunya. Ha vivido los recientes incendios de Galicia, que han matado a cuatro personas y quemado unas 35.500 hectáreas, según las estimaciones provisionales de la Xunta, a mil kilómetros de distancia. Pero la distancia no ha mitigado el dolor.

"Yo veía las imágenes por televisión y lloraba. Esas cadenas humanas para defender las propiedades, la gente rescatando a sus animalitos... Solo esto me da esperanza: la solidaridad de la ciudadanía", relata Rey. "Y sé que volveré a llorar cuando regrese a mi tierra y la vea quemada", añade. Lo invaden, y no lo disimula, sentimientos de "tristeza, desolación y desesperanza".

Para este gallego el sentimiento que la ciudadanía tiene es similar al generado por el hundimiento del 'Prestige' en el 2002. "Me acuerdo mucho de cómo se movilizó la gente. Fue la primera en ir a recoger el chapapote a las playas". Esa imagen de la ciudadanía (gallega, pero también de fuera) vestida de blanco y limpiando las playas quedó marcada a fuego en la mente de muchas generaciones. Fue la primera catástrofe ambiental de la España del siglo XXI. La reciente oleada de incendios (sin olvidar la del verano del 2006, cuando ardieron más de 80.000 hectáreas) evoca aquel episodio. 

"Sí, tenemos la misma sensación de desamparo que con el 'Prestige'. La Xunta [con el popular Alberto Núñez Feijóo como presidente] es inoperante", señala Elena Quintairos, filóloga de 54 años y natural de Ourense. "Desamparo porque quien debería velar por tu seguridad no lo hace y resulta que es el vecino el que te ayuda a apagar el incendio". Según Quintairos, que lleva cuatro años en Barcelona, este "drama" existe desde hace mucho en Galicia. "Un verano, cuando tenía 20, ardió la maleza de detrás de la casa de mis padres. Todos nos lanzamos a apagar el fuego, que se nos venía encima. Conozco esa angustia y ahora la vuelvo a recordar viendo las imágenes por televisión".

Para ella es necesario que "la gente piense bien a quién vota" y subraya que fue el PP, al igual que ahora, quien estuvo al mando de la gestión del 'Prestige'. "Estoy tristísima, pero a la vez enfadada e indignada. Estos incendios tienen la envergadura suficiente para que se analicen a fondo", opina Quintairos. A ella le ha dolido especialmente ver Baiona arder, municipio vigués al que le unen "lazos sentimentales". "Se te caen las lágrimas, cómo no", concluye.

"Frustración"

El domingo, cuando los incendios de Galicia alcanzaban su mayor intensidad, Laura Suárez, de 28 años, se desplazaba en coche desde Ourense hasta Barcelona, donde trabaja desde hace años. "Vi cómo se destruía una parte de Galicia desde el coche. Era muy triste. Yo ya venía para Barcelona con una idea de la magnitud del desastre", relata esta psicóloga deportiva.

La joven recuerda cómo en el 2002 participó con su instituto, el As Lagoas, en una cadena humana que se organizó por toda la costa gallega con motivo del hundimiento del 'Prestige'. "Es un poco la misma frustración, la misma impotencia -dice-. Y me da miedo que, como sucedió entonces, esto se acabe olvidando". 

"Yo, la angustia de los incendios, la tengo desde pequeño...", cuenta por su parte Teodoro Álvarez, farmacéutico jubilado de 71 años y presidente de la Irmandade Galega O Botafumeiro (Cerdanyola del Vallès). "En Galicia toda la vida hubo incendios. Era un espectáculo descorazonador ver cómo se quemaban kilómetros y kilómetros de montes. Mi madre decía: 'Xa pasaron as festas do 15 [de agosto], agora veñen os incendios'", lamenta Álvarez, que vive en Catalunya desde la década de los 50.

Natural de Portomourisco, un pueblecito de Petín (Ourense), sabe bien qué es tener "aviones pasando a menos de 50 metros del suelo". "Este verano estuve por Lobios (Ourense) y aquello estaba precioso...", rememora con tristeza. "Faltan recursos, no se limpian los montes. Nuestra mayor desgracia es la actitud de nuestros políticos", denuncia.

Roberto Quintana, de 43 años, trabaja como técnico de prevención de riesgos laborales en Barcelona. "No puede ser que la Xunta no haga autocrítica ni asuma responsabilidades sobre esto. Aduce que detrás de los incendios hay una trama organizada y así tapa su responsabilidad", concluye Quintana.