La familia de Girona llevaba un mes durmiendo y comiendo junto al cadáver del niño

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GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA

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Los relojes de Bruce y Schrell Hopkins se pararon cuando murió su hijo de 7 años. Hacía más de un mes que se ocultaban del mundo en su casa de Girona ignorando el paso del tiempo. Hasta que llegaron los Mossos d'Esquadra, y rompieron el hechizo.

Los policías entraron en el domicilio usando la llave. La tenían porque se la había entregado la propietaria -los inquilinos llevaban tiempo sin pagar el alquiler-. Abrieron la puerta porque nadie respondió cuando llamaron al timbre e imaginaron que lo encontrarían vacío, pero se equivocaron. En cuanto se asomaron descubrireron que toda la familia los observaba desde la planta superior del dúplex, a través de una pared de cristal.  

Pidieron permiso para seguir y el padre les invitó a subir. En esos primeros segundos, extraños, dos cosas cautivaron la atención de los mossos. La primera fue el desorden del piso inferior. La segunda fue el hedor que llegaba del superior, hacía donde subían. Allí encontraron al matrimonio estadounidense y a sus dos hijos adolescentes, en una estancia espaciosa, que acumulaba varios colchones alrededor de una cama. "¿Sois cinco, no?", preguntaron al percatarse de que faltaba el menor de ellos. Pero respondieron con evasivas. Los agentes salieron del enredo cuando uno de ellos observó un bulto sobre la cama, algo enroscado en una manta. Cuando lo desenvolvió, encontró al miembro de la familia que faltaba, el hijo pequeño, de 7 años, muerto.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Los Mossos:\u00a0","text":"\u00bfSois cinco, no? \u00bfD\u00f3nde est\u00e1 el peque\u00f1o?"}}Desde hacía un mes, padres y hermanos habían abandonado sus habitaciones y se habían instalado en esa estancia, donde comían y dormían junto al cadáver en descomposición del pequeño, cubierto por la manta. Las marcas de la cama, además, indican que alguien se acostaba junto al fallecido. 

La planta de debajo se había convertido en una zona de paso, con uno de los baños estropeado y el comedor revuelto, lleno de objetos esparcidos sin ningún orden. La cámara de la hija, por ejemplo, está infestada de moscas. En la cocina, con visos de seguir operativa, se acumulaban grandes cantidades de fruta, productos biológicos y medicamentos homeopáticos.

“EL NIÑO ESTÁ DURMIENDO”

Los Mossos y la comitiva judicial registraron el domicilio e interrogaron a los padres. Según la estimación inicial de los especialistas forenses, el estado de descomposición del cadáver indica que el niño falleció hace más de un mes.

En inglés, los investigadores preguntaron qué había pasado. Su respuesta añadió confusión. "Está dormido". "No está dormido, está muerto", les corrigieron con cautela los policías. Pero que les llevaran la contraria, los puso a la defensiva: "Sí, sí, lo que usted diga", respondió el hombre. O fingía no darse cuenta de lo que ocurría, o no pensaba perder el tiempo en razonar con los policías.  

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"El padre:\u00a0","text":"\"Mi hijo est\u00e1 dormido\""}}

Se acordó el traslado del matrimonio al Hospital de Santa Caterina de Salt, para practicarles un examen psiquiátrico. La Generalitat tomó la tutela de los dos hijos mayores y, fuentes de la Conselleria de Benestar Social i Família, remarcaron que hasta que no termine la investigación policial no se decidirá si se les retira o no su custodia. Cuando se llevaron el cadáver del pequeño, a los responsables del caso solo les quedó por zanjar el dilema de detener a los padres.

HOMICIDIO IMPRUDENTE

Los Mossos han detenido a los dos adultos porque los consideran autores de un homicidio por imprudencia. Es decir, de entrada, las pesquisas no indican que mataran al pequeño -todo apunta a que lo querían mucho-, sino que no hicieron todo lo que estaba en sus manos para impedir su muerte.

La principal hipótesis con la que trabajan los investigadores es que posiblemente el crío enfermara y los padres, por algún motivo, le negaran los cuidados médicos que necesitaba. 

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A los policías también les consta que la pareja desconfiaba de los médicos españoles, y que en el pasado tuvieron algún tipo de desencuentro con estos profesionales. La presencia de fármacos alternativos en la casa refuerza la posibilidad de que optaran por cuidar a su hijo según sus propios medios.

En el piso, además, aparecieron broncodilatadores que usa la madre y que esta indicó que también necesitaba el pequeño fallecido. Un apunte sobre su estado de salud.

Esta es la explicación más lógica que manejan los Mossos d’Esquadra, de momento. Aunque se halla muy lejos de ser una explicación sustentada sobre pruebas. Este jueves se practicará la autopsia aunque, debido al tiempo transcurrido, difícilmente podrán encontrarse lesiones. Tal vez sí aparezcan restos químicos de algún producto que podrían dar una explicación del caso. El viernes se reunirán los informes psiquiátricos y las declaraciones de los cuatro miembros de la familia. Este miércoles, bajo la supervisión de un tutor, han hablado los dos hermanos. Con toda esta información resultará más fácil aventurar qué causó su muerte.  

PADRE AUTORITARIO

En esta familia, el padre ejerce una autoridad que no cuestionan ni la madre ni sus hijos. Cuando los policías les ofrecieron comida, los dos adolescentes quisieron saber antes de aceptarla si su padre estaba de acuerdo en que cenaran. Su poder puede explicar en parte que nadie discutiera su decisión de aislarse del exterior desde la muerte del niño. Ni las llamadas del consulado de Estados Unidos, con el que el padre mantiene algún tipo de relación laboral, le hicieron dudar cuando quiso recluirse.

De hecho, este organismo diplomático sugirió hace semanas a los Mossos que se interesaran por el caso de su compatriota, de quien habían perdido completamente el rastro. Pero sin una orden más clara y directa, poco pudo hacer la policía para averiguar a qué obedecía su negativa a atender las obligaciones de su trabajo. 

Hasta que los Mossos abrieron la puerta de su casa, nada ni nadie impidió que todos los miembros de esta familia se quedaran quietos. Tratando de detener el tiempo para no tener que aceptar que el pequeño había muerto.