Ernesto Carratalá: «Es fácil aburguesarse y muy difícil 'comunistizarse'»

Un 'piojo' universitario. El legendario catedrático de la UB ofrece unas pinceladas de su vida de película.

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GEMMA
TRAMULLAS

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A los 95 años, con su poblada barba y su porte caballeresco, no pasa desapercibido. Por la calle los niños exclaman: «¡Mira, si es Papá Noel!». Y en el edificio histórico de la Universitat de Barcelona (UB) no puede dar un paso sin que lo aborde alguno de los miles de estudiantes que pasaron por sus manos durante 50 años de docencia en el departamento de Hispánicas. El servicio de exalumnos Alumni UB ha dedicado un homenaje a su catedrático más célebre.

-Lo que cuenta en su libro Memorias de un piojo republicano es de película. Nació en Madrid y fue herido en el frente al empezar la guerra del 36, a los 17 años le condenaron a muerte y se salvó por los pelos, sobrevivió a cuatro penales franquistas, se fugó...

-No nos engañemos. Yo soy un piojo, un don nadie comparado con los millones de personas que tienen más cosas que decir que yo. El piojo es un insecto muy pequeñito y vulnerable, como el hombre. Somos tan pequeños comparados con el universo que nuestra insignificancia es de risa.

-Pocos han vivido lo que usted.

-Yo lo que he sido es un señor con una suerte tremenda. Estuve a punto de morir tres o cuatro veces en la guerra y faltó el punto. ¿Por qué? Los hados, el fatum, como se dice en latín. Los filósofos han trabajado mucho sobre en qué consiste la suerte, pero no han aclarado nada.

-¿Tiene alguna teoría?

-No, yo lo que tengo es la práctica, como se puede ver en mi libro [ríe]. ¡Pero qué fácilmente cae uno en el egotismo, en la adoración del yo!

-¿Ha tenido tanta suerte en la paz como en la guerra?

-Dentro de mis malas suertes, he tenido mis buenas suertes. Mi abuela consiguió, a través de un contacto en el Ministerio del Interior, que me trasladaran de la cárcel de Astorga a la Modelo de Barcelona. Al año y medio salí y -de nuevo la suerte- acabé ganando mucho dinero con el estraperlo. Carratalá empezó a aburguesarse.

-No sería el primer comunista en hacerlo.

-En las sociedades capitalistas cuanto más dinero ganas más gastas. Es muy fácil aburguesarse y muy difícil comunistizarse. ¿Cómo me comunistizo? Si vivo mejor que el término medio, ¿qué gesto puedo hacer? ¿Repartir mi dinero? ¿Cuánto? ¿Con quién?

-Lo dice como si se sintiera culpable.

-Me reprocho no haberme exiliado, pero aquí empecé a vivir bien. Toda la vida he pensado que soy un derrotado por haber perdido la guerra española; tenía que haber vencido en mí la derrota, pero me adapté a la situación de vencido. En castellano derrota también tiene el sentido de camino. Yo perdí la derrota, me desvié de mi ruta, de lo que debería haber sido.

-Permítame una frivolidad después de semejante reflexión: ¿Siempre llevó barba?

-No. De joven llevaba bigote, un poco a lo Clark Gable. Pero no crea, no tenía mucho éxito con las chicas. Cortejé algo a la actriz Aurora Bautista pero no cundió.

-Porque usted también fue actor.

SEnDXa choveu moito, como dicen en gallego. Ha llovido mucho desde entonces. Me saqué el carnet de actor en 1948, pero como escribió Marsillach padre, que era crítico, yo no nací para la interpretación. Por una serie de casualidades, hice de profesor en La lengua de las mariposas y José Luis Cuerda me dijo que había equivocado la carrera, que tenía que haber sido actor y no catedrático. Pero tenía más razón Marsillach.

-Cierto. Es un profesor muy querido.

-¡Y eso que era un hueso! «Carratalá va deixar petja en l'ambient universitari», se lee en el libro Història dels Ensenyaments de la UB. Yo presumo de eso, pero quiero puntualizar: Jo no he deixat petja del meu saber, jo he deixat petja del meu esperit. He dicho [ríe].