La extirpación de los pechos para evitar el cáncer se duplica en 3 años

Cirujanos en el quirófano de un hospital barcelonés.

Cirujanos en el quirófano de un hospital barcelonés.

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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Extirparse los dos pechos, sanos, para eliminar un altísimo riesgo -el 80% de posibilidades- de sufrir un cáncer de mama no es un paso fácil de decidir, aunque la mujer que se lo plantea haya llegado a esa información después de ver morir por un tumor de ese tipo a su madre, una hermana, una tía o la abuela. Hasta el 2012, no más del 15% de las mujeres a las que se detectaban mutaciones en los genes BRCA1 o 2, herencia genética que implica un elevado riesgo de sufrir cáncer de mama o de ovario, optaban por una mastectomía bilateral con la que se les garantiza que reducen el peligro a niveles muy inferiores a los de la población general. En los últimos tres años, sin embargo, la cifra de intervenciones se ha duplicado y ya incluye al 30% de las mujeres implicadas, cerca de 50 en el 2014 en Catalunya.

Los cirujanos que las han intervenido atribuyen al ejemplo público de la actriz Angelina Jolie esa mayor confianza en el resultado de una operación cargada de simbología que con anterioridad solo inspiraba temor, aunque el objetivo sea evitar el horror de atravesar un proceso canceroso. Estos médicos, al igual que los que atienden las unidades de consejo genético, servicio que en Catalunya realizan los hospitales de Vall d'Hebron y Sant Pau, de Barcelona, evitan adoptar una posición ante las candidatas que pudiera decantar su decisión.

«Esas mujeres han de ser conscientes de su riesgo, y decidir si se quieren operar para evitarlo o prefieren controlarse sin perder los pechos -afirma Isabel Rubio, cirujana especializada en cáncer de mama en el Vall d'Hebron-. Yo no recomiendo. Las pacientes deben ser informadas y asumir la responsabilidad de tomar sus decisiones». «Dicho esto -añade-, no tengo ninguna duda de que Angelina Jolie ha influido, les ha dado confianza y tranquilidad».

La mutación de los genes BRCA1 y 2 subyace en el 5% de los cánceres de mama y de ovario. Sus portadoras tienen el 50% de posibilidades de transmitirlo en herencia a sus hijos y, cuando esto ocurre, los receptores -niños o niñas- tienen el citado 80% de riesgo de desarrollar un tumor de mama (también los hombres) o un 60% de sufrirlo en los ovarios. A diferencia de la abundancia de recursos disponibles para captar un incipiente cáncer de mama -mamografía, ecografía o resonancia magnética preventivas-, el tumor de ovarios permanece imperceptible hasta que su extensión es grave. Este dato, y el hecho de que la extirpación de los ovarios se percibe como una intervención poco traumática -y es invisible-, explica que hasta el 70% de las mujeres en las que se detectan las aludidas mutaciones genéticas accedan a una intervención, denominada salpingooforectomía, que las traslada a la menopausia. «Eliminando ovarios y pechos reducen a un 1% el riesgo de sufrir cáncer en esos órganos», explica Rubio. El resto de la población tiene hasta el 8% de posibilidades.

El proceso que lleva a detectar la mutación genética se inicia por una deducción: cuando fallece por cáncer de mama más de una mujer en la misma línea familiar los médicos sugieren el estudio genético de las que permanecen sanas. Un análisis de sangre las informa de si son portadoras del gen mutado, lo que inicia un profundo contratiempo familiar: la persona informada debe alertar al resto de la familia con el fin de que accedan al test genético, un paso que no todos están dispuestos a dar. «Atendemos a familiares que no quieren hacerse el análisis, porque no quieren saber nada», explica la cirujana Rubio. En la misma intervención en que se realiza la mastectomía, les son implantadas unas prótesis que respetan la anterior morfología de las mamas. Conservan la piel de sus pechos, la aureola y el pezón. Pierden la sensibilidad de esa zona.