EL APRENDIZAJE DE LENGUAS EXTRANJERAS

Exámenes bajo siete llaves

Una gran nave en Cambridge almacena cinco millones de pruebas de inglés cada año

M. J. I. / BARCELONA

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Es como entrar en un gran almacén de Ikea y encontrarse con que, en lugar de estanterías y edredones, la nave está llena de exámenes. Hasta nueve millones de pruebas (de las que cinco millones son tests de inglés hechos por estudiantes extranjeros) pasan cada año por las instalaciones que la compañía Cambridge English Language Assesment tiene a las afueras de la ciudad universitaria británica. El bautizado como centro logístico DC-20, un espacio de 20.000 metros cuadrados, tiene máquinas que son capaces de escanear hasta 460 páginas por minuto, impresoras que en cuatro meses han escupido 16 millones de hojas... Y un sofisticado sistema de seguridad para asegurar el secreto de los materiales allí almacenados.

La seguridad es tan estricta que la instalación aplica procedimientos casi penitenciarios: ninguna puerta del recinto se abre hasta que la anterior se haya cerrado; los móviles y por supuesto las cámaras de vídeo y de fotos están completamente prohibidos en esta especie de fortaleza que encierra bajo siete llaves los exámenes del First Certificate, el Advance y el Proficiency, entre otros.

«Todos nuestros empleados tienen que firmar una cláusula de confidencialidad y están obligados a informar cuando algún familiar suyo se presenta a alguno de nuestros exámenes», explica Michael Carter, responsable del DC-20, inaugurado el pasado 17 de junio. La nueva infraestructura permite ampliar la capacidad del centro logístico DC-10, existente desde hace unos años.

La seguridad que la compañía aplica sobre los procesos de elaboración de los exámenes es extrema. La corrección de las pruebas, a las que cada año se presentan «cientos de miles de españoles», señala Carter, que se niega a concretar cifras para evitar que se hagan comparaciones entre países, se lleva a cabo en dos fases. En primer lugar, explica el responsable de la planta, las pruebas pasan por un programa informático, capaz de reconocer si hay exámenes «similares» o directamente «copiados», a través de un sistema de patrones elaborado por la misma compañía. En una segunda fase, se corrigen las pruebas escritas (las redacciones), que una vez escaneadas en la máquina superrápida, se envían a correctores de todo el mundo, a los que Cambridge English ha formado previamente.

Sistemas anticopiones

«Una pregunta de nuestros exámenes se prepara durante 18 meses, porque requiere de una fase de investigación y calibración», cuenta Ardeshir Geranpayeh, director de Estadística y Datos de esta filial de la Universidad de Cambridge, dedicada íntegramente a realizar evaluaciones, lingüísticas y no lingüísticas. En evitar las copias y las trampas les va, en buena medida, la reputación. «Por eso, por ejemplo, en los últimos tiempos, se ha incorporado un mecanismo en que se fotografía in situ a todos aquellos que hacen el examen, para impedir que haya impostores», indica.

También es muy minucioso el proceso de confección y elaboración de las pruebas, totalmente confidencial y cerrado a unos pocos. Cada pregunta (y en el banco de datos de la empresa hay más de 400.000) pasa por una preevaluación, en la que participan 300.000 voluntarios de todo el mundo y que permite calibrar la dificultad de cada una de ellas. Con la información obtenida de la preevaluación se diseñan los exámenes, de los que se producen cada año 4.000 modelos distintos, explica Nigel Pike, del departamento de Evaluación de Cambridge English.