MISIÓN ESPACIAL EUROPEA

Europa culmina su primer vuelo de ida y vuelta al espacio

Despegue del cohete europeo Vega con el IXV en su parte superior, ayer en la base guayanesa de Kurú.

Despegue del cohete europeo Vega con el IXV en su parte superior, ayer en la base guayanesa de Kurú.

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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El vehículo espacial IXV, la primera nave europea de ida y vuelta, se estrenó ayer con éxito al elevarse hasta 413 kilómetros de altura y luego regresar sana y salva tras soportar la peligrosa maniobra que supone reingresar en la atmósfera a toda velocidad.

Ayudado por un paracaídas, el IXV amerizó de forma impecable en una región aislada del Pacífico, entre México y las islas Galápagos, y allí fue recuperado por un buque desplazado para la ocasión. Los aplausos irrumpieron en el centro de control de la misión en Turín (Italia) y en la base de lanzamientos de Kurú (Guayana francesa).

Gracias al IXV, un «pequeño avión sin alas», como lo definen los propios técnicos de la misión, la Agencia Espacial Europea (ESA) sigue la senda de sus colegas de EEUU, Rusia y China al poner a punto una nave capaz de regresar a casa, un hito que abre el camino a los vuelos tripulados y a la recolección de materiales en otros planetas, entre otras posibilidades.

La industria y la ciencia europeas ya han sido capaces de crear naves de transporte que se han acoplado en la Estación Espacial Internacional (ISS), como los cargueros ATV, e incluso sondas que han llegado a destinos tan lejanos como Marte, pero les faltaba este reto. El IXV es solo un prototipo, un pequeño vehículo destinado a probar tecnologías, pero no cabe duda de que dominar el proceso de reentrada es una mejora sustancial para la ESA.

Con 40 minutos de retraso por un problema menor -un error de comunicación entre el cohete lanzador Vega y una estación de telemetría-, el avión espacial se elevó ayer a las 14.40, hora española. Todo fue como estaba previsto. Cuando se encontraba a 348 kilómetros de altura, se separó del Vega y continuó su viaje en solitario hasta los 418, momento en el que encaró la etapa de descenso, la llamada fase balística.

ÁNGULO PERFECTO

Para atravesar la atmósfera con garantías, la nave maniobró para desacelerar -hasta 7,5 kilómetros por segundo- y alcanzar el ángulo propicio. Aunque soportó momentáneamente temperaturas de 1.700 grados, si el ángulo hubiera sido pronunciado, se habría desintegrado (al igual que infinidad de satélites que han dejado de ser operativos y así ponen fin a sus días). Si hubiera sido menor de 45º, habría rebotado. Entre otros objetivos, durante la operación se pretendía probar nuevos recubrimientos cerámicos de protección, el motor y, especialmente la aerodinámica, el característico fuselaje de avión sin alas (solo con unos flaps traseros).

Una vez superada la fase crítica de atravesar la atmósfera, se desplegaron los paracaídas para facilitar el amerizaje suave en el Pacífico y, justo al contactar con el agua, se inflaron de forma automática unos flotadores a la espera de la llegada del barco de rescate. La misión al completo duró una hora y 42 minutos.

EL 'PRIDE' Y OTROS DESAFÍOS

La ESA no tiene gran experiencia en estos menesteres, así que, durante todo el viaje, 300 sensores situados a bordo del IXV no cesaron de proveer datos que han de servir de base para el desarrollo de futuras naves más complejas, como la Pride. Dos antenas en Libreville (Gabón) y Malindi (Kenia), así como otra instalada en el barco, recibieron la información. La Pride, aún en fase embrionaria, sería capaz de llevar tripulación y aterrizar automáticamente en una pista sólida.

«IXV ha abierto un nuevo capítulo para la ESA en términos de capacidades de reentrada y de reutilización -afirmó satisfecho en rueda de prensa Jean-Jacques Dordain, director general de la ESA-. La agencia y sus estados miembros, junto con la industria europea, están ahora dispuestos a asumir nuevos desafíos».

El programa IXV, con un coste total de 150 millones de euros -sin contar el lanzador Vega-, está participado por siete países europeos, incluido España (14%). El contratista principal es Thales Alenia Space Italia, con el apoyo de otras 40 compañías europeas, entre ellas las españolas Elecnor-Deimos, Sener, GMV, GTD y Rymsa.