Crisis policial en Catalunya

El estrés de la sujeción y los golpes desataron la muerte de Benítez

Un grupo de mossos acompañan a uno de los imputados, en la Ciutat de la Justícia.

Un grupo de mossos acompañan a uno de los imputados, en la Ciutat de la Justícia.

J. G. ALBALAT / ÀNGELS GALLARDO
BARCELONA

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El informe definitivo de la autopsia realizada al cuerpo de Juan Andrés Benítez, fallecido en el barrio barcelonés del Raval, el pasado 6 de octubre, concluye que la muerte del empresario fue consecuencia de un encadenado de circunstancias en las que fueron determinantes los golpes que le causaron fracturas y hematomas faciales y, sobre todo, el estrés y nerviosismo que le provocó la inmovilización radical con la que fue reducido por los Mossos d'Esquadra. Esa «contención», relatan los forenses, dio lugar a una sensación de ahogo («no ahogo real», indican) que condujo a una agitación que activó la arritmia cardiaca que causó la muerte.

En la activación de la enfermedad cardiaca, que ya había sido diagnosticada a Benítez, también intervino el reciente consumo de cocaína, si bien el análisis toxicológico solo detectó rastros «muy bajos» de esta droga. «La muerte no fue consecuencia de una causa única, sino que tuvo un origen multifactorial -indica el informe de la autopsia-. Los traumatismos, no directamente mortales, y la contención, juntamente con el consumo de cocaína, desencadenaron la muerte en una persona con predisposición a causa de la arritmia cardiaca que padecía», resume el documento.

NO HUBO LESIÓN FATAL / La enfermedad cardiaca que sufría Benítez, denominada síndrome de Wolf-Parkinson-White, evoluciona en forma de episodios de taquicardia y arritmias de diversa intensidad, unas crisis que el empresario había sufrido en diversas ocasiones. «Ante un aumento de demanda [capacidad] cardiaca como el que se produjo en el momento de los hechos referidos -dice la autopsia- ese corazón tenía menos resistencia, ya que sufría una enfermedad de base que causaba arritmias».

Como ya dijo el primer informe forense, Benítez no sufría en el momento de su muerte ninguna lesión traumática interna susceptible de explicar por sí misma el fallecimiento. «La muerte no fue consecuencia de una lesión o alteración de órgano vital directamente relacionada con los traumatismos», describen los forenses. «No obstante  -añaden-los traumatismos contribuyeron a desencadenar el proceso por la descarga adrenérgica a que dieron lugar, circunstancia que por sí misma puede producir arritmia. En este caso, eso sucedió en una persona que ya sufría una enfermedad cardiaca previa». Lo más habitual en esos casos, prosiguen los forenses, es que la muerte se produzca en el momento de la reducción forzada o poco después, asociada a traumatismos directos o por el consumo de tóxicos, alcohol o cocaína.

EL PUNTO FINAL / «El mecanismo fisiopatológico último de esa muerte no está claro», indican no obstante. «A nuestro entender  -concluyen- la contención fue el elemento desencadenante del proceso de muerte, consecuencia del factor estresante inherente a la misma». A esa sujeción, añaden, se sumó el traumatismo y, finalmente, la arritmia mortal. Los facultativos aclaran que es imposible atribuir un «porcentaje de implicación de cada uno de estos mecanismos que han intervenido en la muerte».

La autopsia preliminar era más contundente, aunque faltaban informes, como el toxicológico. Ese dictamen señalaba que la muerte «se produjo por múltiples traumatismos sobre la región cráneo-facial, que dieron lugar a la parada cardiaca». Sin embargo, precisaba que las contusiones no provocaron una lesión «directamente mortal en órganos vitales».