Competencia en el sector del azar

El estanco de los 18.000 boletos despachados

Carlos Carrillo.

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No es fácil hablar con Carlos Carrillo porque en su comercio hay una cola fija de clientes que le reclaman. El estanco está en la avenida de la Catedral de Barcelona y mientras Carrillo busca un momento para dejar el mostrador en manos de las otras dos personas que lo atienden, varias personas piden boletos de la Grossa. Con cierta aproximación, el hombre calcula cuántos ha vendido desde finales de septiembre, cuando se comercializó esta lotería de la Generalitat: «600 talonarios de 30 boletos. 18.000 boletos». Cantidad que le convierte en uno de los mayores expendedores de billetes de la rifa catalana.

Ha sido un éxito, relata, especialmente cuando apareció: «La cosa se tranquilizó a finales de octubre y en diciembre volvió a subir». Y en la última semana, explica, la locura. En parte también porque locales cercanos se han quedado sin billetes: «Porque a partir del 18 ya no podían devolverlos». «He llegado a enviar un boleto a Toledo», cuenta. A un catalán allí afincado. Y ha enviado muchos más, porque como se podía consultar en internet qué comercios albergaban boletos de determinados números, los compradores sabían dónde buscar.

Carrillo ve en la Grossa un éxito indiscutible, a diferencia del resto de sorteos de la Generalitat a los que dice que la clientela hace un caso mucho menor. Dice que en la Generalitat están exultantes por el éxito: «Ni se lo creen». Y opina que una de las claves del éxito es que se haya fraccionado los billetes que se pusieron a la venta a cinco euros cada uno, en lugar de los 20 del décimo de la lotería del Gordo.