HISTORIAS MUY NAVIDEÑAS

Un espot que se hizo realidad

Protagonistas de historias como la del bar de Antonio salen a luz al identificarse con el famoso anuncio Un empresario de Tenerife vivió el caso más parecido

M. V.
MADRID

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El creador del emotivo anuncio de la lotería navideña de este año, Juan García Escudero, se inspiró en una historia real que había oído contar mil veces en las reuniones familiares. Le ocurrió a su tío, un otorrino palentino que en el sorteo de 1996 dejó encargados dos décimos en el bar de siempre porque no llevaba efectivo para pagarlos. Pero la historia acabó mal. Le tocó el gordo y al ir a recoger los décimos, ya no estaban. El número se había agotado. El creativo reconvirtió el relato en un canto a la solidaridad añadiendo un desenlace que muchos han tachado de inverosímil. Pero la realidad siempre tiene mil caras.

La difusión masiva del espot ha hecho emerger varios casos similares en toda la geografía española donde el compromiso y la generosidad han estado por encima del dinero. El más parecido es el de José Miguel González, el dueño de siete gasolineras en Tenerife. El año pasado guardó en un sobre detrás del mostrador cinco décimos de números diferentes para un cliente de origen mauritano con el que cada año hacia un intercambio, pero esta vez no pasó a recogerlos. A uno de los décimos le correspondió el segundo premio, 125.000 euros. Cualquier otro se hubiera hecho el loco pero el empresario pidió a sus empleados que lo localizaran. «No sabía ni cómo se llamaba, solo que era de Mauritania. Cuando me dieron su número le llamé y le pregunté si tenía tiempo para tomarse un cortado», recuerda.

Al llegar al bar de la gasolinera, Luis Miguel le esperaba con el sobre. El cliente lo cogió y lo abrió. Al ver lo que contenía exclamó: «¡Pero si estos números ya se han jugado!». Fue viéndolos uno por uno hasta que llegó al 79.712. Se quedó tan impactado que se fue al coche y arrancó sin saber qué decir. Al día siguiente volvió para fundirse en un abrazo con su benefactor.

La prensa regional ha recogido otras historias, como la de una lotera de Valencia que guardó una participación sin que se la hubieran abonado o la de un panadero de Beas de Segura (Jaén) que fio a decenas de clientes y les guardó los décimos del gordo aunque no se los habían abonado. O la de Violeta, otra lotera, de Tenerife, que se ganó la ira de su marido al guardar otro décimo agraciado a un habitual del comercio. ¿Quién hará hoy de Antonio?