Gente corriente

Ernesto Briceño: "Le dije que solo había cuatro violines de estos en el mundo"

Tiene uno de los pocos violines de cuerdas simpáticas del fallecido 'luthier' Ricard Margarit. Rastrea los otros para un documental.

«Le dije que solo había cuatro violines de estos en el mundo»_MEDIA_2

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MAURICIO BERNAL

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-Empecemos por su amigo, Ricard Margarit. ¿Quién era? ¿Cómo era?

-Para mí, Ricard Margarit era muchas cosas: un nadador contracorriente natural, por ejemplo, un inventor de ventanas, eso también, y un rebelde, pero creo que era sobre todo un creador de puertas entre las personas. No me parece casualidad que el elemento esencial de su violín sean las cuerdas simpáticas, que vibran solo cuando están en sintonía. Tú tocas las cuerdas habituales y las simpáticas se contagian y vibran.

-Ese es el violín, ¿no? ¿Lo puede sacar de la funda? Para saber de qué estamos hablando.

-Claro. A ver¿ Aquí está. ¿Lo ve? Están las cuerdas normales¿ aunque este tiene cinco, como puede ver. Y están las cuerdas simpáticas, que están dentro del instrumento. Aquí.

-Ah. Yo pensé que eran estas.

-No, estas son cuerdas de drone, que son las que le dan el sonido indio al violín. Y ahí quería yo llegar, porque a través de su violín de cuerdas simpáticas Ricard lo que hizo entre otras cosas fue establecer un triángulo musical, un triángulo geográfico musical, cuyas tres aristas son Banghalore, Cremona y Barcelona.

-Digamos aquí que Ricard era luthier

-Es sencillo: su violín une la tradición de Cremona, donde él estudió, la de Banghalore, que es el epicentro de la creación de instrumentos indios, y la de Barcelona, que viene a ser el I+D de su búsqueda como creador. Ese era Ricard: un hombre que tendía puentes, un catalán universal, con una mentalidad muy abierta.

-Fallecido hace poco, ¿no?

-Hace dos años, sí. Y muy joven, tenía 58 años.

-Y el suyo, según leí, es uno de los únicos cuatro violines que hizo Ricard.

-Bueno, en realidad fueron cinco, pero hay uno que lo tiene la familia.

-¿Y los otros tres?

-Los otros tres los tienen L. Subramaniam, que es indio; Paul Giger, que es suizo, y Zoltan Lantos, que es húngaro. Tres extraordinarios violinistas. ¿Y sabe qué tienen los tres en común? Que sonoutsiders. Tres violinistasoutsiderspara unluthieroutsider.

-Ahora hablemos del proyecto. Que surgió poco después de que muriera Ricard, tengo entendido.

-Sí, surgió de una comida con Guillermo Asencio, un director con el que yo había trabajado antes. Estábamos ahí, hablando, y le conté la historia de Ricard. «Te lo digo para el futuro -le dije-. Igual se podría hacer un documental». Le expliqué que solo había cuatro violines en el mundo, y que nosotros teníamos uno. Y él dijo enseguida: «Tremenda historia. Vamos a hacer algo». El proyecto estaba ya en marcha a los pocos días.

-Explíqueme en qué consiste.

-Es un homenaje a Ricard. Un documental que consiste en ir a ver cómo cada uno de esos violines que dejó sigue vibrando en simpatía con él. Ya estuvimos en Budapest, con Zoltan, a fin de año vamos a Suiza, en mayo del próximo año a la India y acabamos en Parets del Vallès, que es donde vivo; donde está el cuarto violín.

-Ya fueron a Hungría. ¿Qué tal?

-Genial. Si hay alguien que era realmente amigo de Ricard, ese era Zoltan. De hecho, hasta que se conocieron, Ricard no hacía violines, hacía guitarras con cuerdas simpáticas. Por lo que sé, fue en el aeropuerto de Banghalore, en una servilleta, donde los dos le dieron forma definitiva al violín. Por eso el concierto del miércoles es significativo, porque es una vuelta al origen de todo esto.

-El concierto, claro. Viene Lantos. Y toca con su orquesta.

-Digamos que es el colofón de la primera parte del documental, que por cierto se está financiando gracias a aportes anónimos a través de Verkami; lo digo porque aún queda mucho trecho. El concierto es este miércoles en el conservatorio del Liceu. Zoltan Lantos y Cordes del Món.

-Insisto: su orquesta.

-Pero, conceptualmente, una consecuencia directa de mi amistad con Ricard. Dijimos: «Vamos a hacer una orquesta que conecte los continentes a través de los instrumentos de cuerda». Otra vez la simpatía, ¿ve?

-¿El violín no tiene nombre? ¿Se dice violín de cuerdas simpáticas, y ya?

-Lo tiene. Ricard lo llamaba Sarangini. El violín sarangi.