MAREA INDIGNADA
El epicentro de la indignación
Cinco meses después del 15-M, la Puerta del Sol ha vuelto a ser epicentro de un terremoto, el de la indignación, que ya llega a la antípodas. Un epicentro que ayer sumó las fuerzas de medio millón de personas, según los organizadores (la delegación del Gobierno no se atrevió a dar su cifra). El temblor fue de gran potencia en cualquier caso. Y no solo por la cifra. Cualquiera que se acercara podía comprobar que más que una manifestación era un fiesta sin consignas ni logotipos, sobre todo con jóvenes pero también ancianos, padres y niños que solo competían en una cosa: el premio al eslogan o el cartel más ocurrente. Ni atisbo de incidentes, ni de presencia de grupos radicales que quisieran manipular el sentido de la convocatoria.
Muchos daban por muerto el movimiento, hablaban de él en pasado. Y es cierto que ha vivido momento difíciles. Cuando se convocan actos minoritarios son fácilmente copados por los más radicales con el consiguiente deterioro de la imagen. El 15-O significó ayer la vuelta a la normalidad. Los centenares de miles que colapsaron el centro de la capital de España era estudiantes, profesores, parados, profesionales y amas de casa unidos por el enfado global contra «políticos y banqueros».
Y LA RED REVENTÓ / La riada humana fue llegando a la emblemática Puerta del Sol hacia las ocho de la tarde. «En Sol, con los pelos de punta por ver a tanta gente despierta. Estar aquí es un regalo», tuitearon desde @acampadasol. Era otra vez la misma imagen del kilómetro cero de la indignación que la pasada primavera dio la vuelta al mundo. Estaba previsto proyectar enstreaminglas imágenes del resto del mundo pero la red
reventó. Los organizadores tuvieron que pedir que se apagaran los móviles para dejar paso a la conexión internacional, pero ni así. Los equipos de Audiovisol tuvieron que subir a un
piso cercano a conectarse al adsl.
Eran casi las nueve y seguía llegando gente a Sol, que no entrando en ella. Ya no cabía nadie más. Y nadie se marchaba porque estaba a punto de empezar la asamblea para debatir el pos15-O. Qué hacer con el nuevo movimiento de alcance mundial que España acaba de alumbrar.
Como prometieron los organizadores, ninguno de los convocantes exhibió sus marcas en pancartas y banderas. De Democracia Real Ya (DRY), la auténtica madre de la indignación, ni rastro. Tampoco de Juventud Sin Futuro. La pancarta que abría camino apostaba por el mismo laconismo con un «15O. Unidos por el cambio global».
El servicio de orden pasó casi desapercibido. Solo se hizo notar cuando la marcha tropezó en la Carrera de San Jerónimo con un embudo creado por cinco furgones policiales. Parecía una provocación. Un cordón de voluntarios se aprestó a atajarla separando a los agentes de los manifestantes. Estos no pasaron de los gritos («más escuelas y menos policía»)y ellos aguantaron impertérritos el chaparrón.
EL PERROFLAUTA DE ORO / La fiesta empezó con unflashmob tal que «todos al suelo, que vienen los banqueros» y acabó en Sol descolgando de una enorme fachada el anuncio de una constructora mientras un grupo de indignados cantaba aquello de «los constructores se balanceaban sobre una burbuja inmobiliariaa...». Cerca había un grupo de graciosos advirtiendo en un cartel: «Los pijos también nos indignamos». «No hay tantos perros ni tantas flautas para llenar esto», se leía en otro, haciendo referencia a la caricatura que la derecha ha hecho del movimiento. Los propios organizadores se mofaron de ello al crear el premio Perroflauta de Oro al mejor vídeo.
Poca política asomó por la calle Alcalá. Solo los consabidos gritos de «PSOE y PP la misma mierda son» que también se dirigieron contra CCOO y UGT. Ningún político se atrevió a asomarse por allí. Ni un solo grito a favor de nadie. Solo de la gente, unida por el cambio global.
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