Óscar Sánchez: "Nadie me ha pedido una disculpa; ni Italia, ni España"

Un año después del fin de su pesadilla en prisión, el lavacoches de Montgat lucha por recobrar su vida

MICHELE CATANZARO / Barcelona

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Justo un año después del fin de su pesadilla en prisión, Óscar Sánchez aún lucha para recobrar una vida normal. Este lavacoches de Montgat estuvo preso por error durante 626 días, la inmensa mayoría de ellos en Italia, después de que la justicia italiana lo reclamara equivocadamente bajo la acusación de narcotráfico y colaboración mafiosa, y la española lo mandara apresar y entregar al país transalpino.

Una investigación de EL PERIÓDICO --por la que los reporteros Antonio Baquero, Angela Biesot y el autor de esta entrevista recibirán hoy el Premio Internacional de Periodismo Rey de España, convocado por la agencia Efe-- halló luego indicios sólidos de la inocencia de Óscar. El trabajo de este diario empujó a la policía española a abrir una investigación que concluyó que el lavacoches había sido víctima de una suplantación de identidad por parte de un narcotraficante.

Para entonces, Italia había condenado a Óscar a 14 años de prisión en base a un peritaje de voz erróneo y, aún después de recibir el informe exculpatorio de las autoridades españolas, le negó durante ocho meses la libertad provisional, dejándole encerrado en la cárcel napolitana de Poggioreale, donde Óscar sufrió torturas, vejaciones y abusos de toda índole por parte de otros reclusos.

Este vía crucis terminó el 21 de marzo del año pasado con la absolución plena del lavacoches. Hoy mismo, su abogado presenta una demanda de indemnización contra el Estado español similar a la que interpuso tiempo atrás contra Italia.

--¿Cómo ocurrió que España le entregó a Italia?

--Cuando me llevaron a la Audiencia Nacional, en Madrid, el fiscal me preguntó: «¿Es usted Óscar Sánchez Fernández?» Dije que sí, firmé, y a los dos minutos me envió al calabozo, y luego a la cárcel de Soto del Real. Durante todo el mes que estuve en Madrid, antes de que me mandaran a Italia, nadie más me interrogó.

--¿Cree que la justicia española actuó correctamente?

--Lo que me da más rabia es que no puedes jugar así con la vida de un ser humano. Tú no puedes meter a una persona en prisión porque no has investigado. ¿Por qué nadie me preguntó nada? ¿Por qué se pusieron a investigar solo después de las noticias de EL PERIÓDICO? ¡Ya era tarde!

--¿Nadie intuyó su inocencia?

--Mire, en Madrid me apodaron El Capo. Pero estando ya en Barajas los mismos policías no se lo podían creer, se reían de mí. «¡Qué capo más tonto!», decían. ¿Te estás riendo de mí cuando tú no has investigado?

--¿Cómo fue el peritaje de voz en base al cual le condenaron en Italia?

--Fueron diez minutos de conversación y ya está. El perito hablaba en italiano y la traductora me lo traducía al español. Cuando me entrevistaron los de la [Universitat] Pompeu Fabra [autores de un peritaje voluntario], tuvimos una conversación larga: cinco o diez minutos no son suficientes para ese trabajo.

--¿Cuál fue el peor momento de su cautiverio?

--Lo peor empezó al llegar a Nápoles. Estábamos nueve presos en una celda. Al prinicipio solo fueron unos golpecitos. Pero un día vino uno, se me sentó encima y apagó su cigarrillo en mi brazo. Luego otro me dio en la cabeza con la puerta del armario. Un día me preguntaron de qué equipo era yo: les dije de la Juve o del Inter. Me contestaron que tenía que ser del Nápoles y me marcaron una N en el brazo con un tenedor y me echaron sal en la herida. Una vez me bajaron los pantalones y me rociaron con un espray entre las piernas: aquello rabiaba. Me agarraron y me metieron un palo por la parte de atrás: increíble, increíble.

--¿Cómo acabó su DNI en manos de los narcos?

--Yo trabajaba entonces en una cordelería de Montgat. Una chica que trabajaba allí me comentó: «Tengo un familiar que ha de venir a España, pero no tiene papeles: me hace falta tu DNI». Respondí: «Bueno, te lo dejo: si puede venir un familiar tuyo, pues que venga». Me dio 700 euros: el dinero siempre te viene bien, pero yo lo hice por amistad. Me lo devolvió al cabo de poco y ahí quedó la cosa. [Con una copia de ese DNI el auténtico narco se proveyó de una identidad falsa].

--¿Ha pasado usted página?

--Aún tengo una cosa por dentro que yo creo que un día de estos saldrá. Cuando estaba en el patio de la cárcel veía cómo pasaban los aviones y me acordaba de esa canción: «Libertad para ti, ya podrás volar de nuevo, y reír, y cantar, y gritar a los cuatro vientos» [de Los Calis, grupo rumbero de cierto éxito en los años 80]. Pero esta sensación aún no la he sentido. Cuando me paro, me acuerdo de cosas y van dando vueltas. Y aún tengo miedo.

--¿Le han pedido disculpas?

--No. Nadie. Cuando llegué a Barcelona, estaba la delegada del Gobierno, pero no he recibido ninguna carta ni llamada de ninguna institución española. Mucho menos italiana.