«No quiero estar arriba del todo, el precio es muy alto»

Cogió su primera viola a los 9 años y su ambición, con 20, es sencilla: vivir de seguir tocándola

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MAURICIO BERNAL

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-Yo estudio para tocar en una orquesta. No estudio para destacar, eso lo tengo claro, ni estudio para ser solista. Esa presión no la soporto. Yo quiero eso: tocar en una orquesta.

-Esa es su ambición.

-Quiero vivir de tocar mi instrumento. Eso es ser ambicioso.

Laura Jover tiene 20 años, la vida empieza, los sueños están intactos y ese es el suyo. Una orquesta. Su viola. No parece un anhelo remoto: hace un par de años que forma parte de la Jove Orquestra Simfònica de Barcelona, así que conoce bien el tipo de experiencia que puede depararle su ambición. La temporada acaba de empezar y hace unos días tocaron en el Auditori. Un cachito de sueño.

-¿Por qué la viola?

-Cuando uno escoge un instrumento a los 9 años, la decisión no puede ser muy racional. Ocurrió así: tenía dos primas, una tocaba el chelo y otra el violín. Y mi padre me dijo: «Si tocas la viola haréis un trío de cuerdas».

-¿Lo hicieron?

-Creo que tocamos una vez juntas.

-Pero se quedó con la viola. ¿Por qué? ¿Qué le gusta de su instrumento?

-Como usted sabe, se suele decir que el instrumento está ligado a la personalidad del músico. Recuerdo que mi profesor describió una vez la viola como «un instrumento camaleónico». Puede ser opaca, cálida, grave, brillante, brusca, directa, dulce… Para mí, es el instrumento más humano. Yo no soy nunca la misma persona, y mi viola tampoco.

-¿Recuerda su primer concierto?

-Claro. Fue hace dos años, en València; un stage de verano. Tocábamos la Quinta de Tchaikovski. Se me puso la piel de gallina en muchos pasajes, y al final del concierto me dieron ganas de llorar. Es una sensación que cada vez que se repite... me deja contentísima de haber aprendido a tocar la viola.

-Cuénteme, ¿de dónde le viene la música?

-Bueno, mis padres siempre estuvieron convencidos de que la música te forma como persona. No es que pensaran nunca que me fuera a dedicar a esto, simplemente me dieron un elemento para mi formación.

-¿Y al tomar la decisión? ¿Qué dijeron?

-El caso es que mi padre fue pianista, trabajó 25 años en el Liceu, entonces sabe que la vida del músico no es fácil. Está un poco asustado. Sabe a lo que me enfrento, sabe que uno tiene que ser fuerte… Sabe que tu calidad como músico no es el único factor para progresar. Pero estoy preparada.

-¿Nunca se planteó hacer otra cosa?

-Una vez tuve una especie de crisis. Tenía 15 o 16 años y acababa de cambiar de profesor, y lo primero que me dijo fue que no tenía técnica. ¿Sabe lo que es que te digan que tiraste seis años a la basura? No me lo dijo así, por supuesto, pero yo entendí.

-Una crisis vital a los 16 años. ¿Qué hizo?

-Era cambiar de vida o cambiar de profesor. Hice lo segundo.

-Ah.

-Lo curioso es que ahora ha vuelto a ser mi profesor.

-¿Hace cuánto que tiene esa viola?

-Hace mucho. De hecho tengo que cambiarla ya. Tiene muchas limitaciones y me impide progresar. Es un desastre, pobre.

-¿La viola que adquiera ahora será su viola definitiva?

-Sí, probablemente. Quiero una viola más cálida, más noble, con un sonido capaz de proyectarse sobre toda la sala. Me gustaría acercarme más a la sonoridad de un chelo, más profundo, más redondo.

-¿Segura que no quiere destacar?

-Segura. No quiero estar arriba del todo. Hay que pagar un precio muy alto.