Espectáculo astronómico

Un eclipse que no se repetirá en 11 años ocultará mañana el 63% del Sol

Una mujer y una niña contemplan un eclipse parcial de sol, en Sídney, en mayo del 2013.

Una mujer y una niña contemplan un eclipse parcial de sol, en Sídney, en mayo del 2013. / SK/acw/sbe/mos/JM

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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Los eclipses de Sol han perdido el valor científico que tuvieron antaño, cuando no había ni satélites ni grandes telescopios, y por supuesto también se han desprendido de toda vinculación con el mundo de lo esotérico, pero siguen siendo una herramienta accesible para acercarse al mundo de la astronomía y un espléndido espectáculo visual que es mejor no perderse. Así que aficionados de toda Europa, armados de cámaras para inmortalizar el momento y filtros para proteger los ojos, aguardan como si fuera la primera vez el eclipse de Sol que mañana por la mañana podrá observarse en todo el continente. En el caso de España, quien no lo vea no tendrá otra oportunidad del mismo nivel hasta el 2026.

La cita en la ciudad de Barcelona empezará a las 9.11 horas, con unos minutos de más o de menos en el resto de Catalunya, y llegará a su plenitud a las 10.16. En ese momento, la superficie del Sol quedará tapada en un 63%, lo que en lugares despejados permitirá disfrutar de un ligero oscurecimiento ambiental. Con posterioridad, la Luna se irá apartando del campo visual hasta dejar el Sol despejado a las 11.27. Es lo que técnicamente se conoce como «eclipse parcial».

PERIODO DE RETORNO

Los eclipses solares acontecen cuando el Sol, la Luna y la Tierra se alinean por este orden en el espacio o, en palabras más llanas, cuando la Luna se interpone entre el Sol y la Tierra e impide la visión total o parcial del gran astro. Se trata de un fenómeno astronómico relativamente frecuente -suele haber dos por año-, pero solo visible como total desde una franja de la Tierra larga pero muy estrecha, lo que supone que el periodo de retorno a un mismo emplazamiento suele ser muy largo. «Totales, lo que se dice totales, se repiten en una ciudad cada dos siglos de promedio», dice Eduard Masana, investigador del Instituto de Ciencias del Cosmos de la Universitat de Barcelona (UB).

En esta ocasión, el eclipse solo se observará como total en un territorio de unos 450 kilómetros de ancho cubierto casi exclusivamente por el agua en el Ártico y el Atlántico más septentrional. Los dos únicos emplazamientos en tierra firme son las islas Feroe, un archipiélago danés situado al norte de Escocia, y las Svalvard, al norte de Noruega. Y es a estos dos destinos con poca capacidad hotelera a donde lógicamente se han desplazado para la observación los aficionados más entusiastas, aquellos ansiosos de poder disfrutar de la oscuridad absoluta en horario matutino y de un previsible descenso de la temperatura. Aunque no tan buenos, Escocia, Islandia, Noruega y el sur de Groenlandia son también buenos lugares, con un porcentaje de ocultación superior al 90%.

DIFÍCIL OSCURECIMIENTO

«Al margen del espectáculo visual, confiamos en que se pueda apreciar un descenso de la luminosidad del día», dice Salvador Ribas, director científico del Parc Astronómico del Montsec. «En Barcelona necesitaremos un día muy claro para que se note el fenómeno», considera Masana.

En Catalunya, el último eclipse solar de una cierta magnitud se observó el 4 de enero del 2011, aunque el hecho de que se produjera durante las vacaciones escolares y a primeras horas de la mañana, al margen de ser un día muy nuboso, desvirtuó la observación popular. «Los eclipses son un espectáculo impactante fácil de explicar», concluye Pere Closas, de la agrupación Aster, de Barcelona. ¡Quién sabe si algún joven observador acabará atrapado! «En la biografía de un buen número de científicos se cita la observación de un eclipse en la infancia como el desencadenante de su vocación», recuerda.