"El porno no es la realidad, es una ficción"

Amarna Miller y Paulita Pappel, actrices de la industria cinematográfica del sexo, reflexionan sobre la influencia del porno en la adolescencia

CARLES COLS / BARCELONA

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“Se nos acusa a la gente que trabajamos en la industria pornográfica de no representar un modelo de conducta sexual enriquecedor. Pero es que lo que representamos son fantasías. Cuando alguien lleva a su hijo a ver a Batman o Spiderman al cine, le explica que eso no es real, que después no puede ponerse una capa y lanzarse por la ventana. El problema con en la pornografía es que, por falta de educación sexual, se busca en ella la información que no nos dan nuestros padres, nuestros educadores, nuestras figuras de poder… Los adolescentes buscan esa información en internet, pero no es fiable, porque lo que estamos representando no es real, es ficción”. Esta es la opinión que desde Los Ángeles da Amarna Miller, actriz porno española, locuaz y cultivada, una fuente de información recurrente cuando de hablar de porno se trata.

“A los directores de cine porno no se les puede exigir que transmitan un modelo de educación sexual, igual que a los directores de cine de terror no se les reclama que traten los miedos del espectador”. Esta es Paulita Pappel, también actriz española, en su caso afincada en Berlín y militante de un porno con mirada de mujer, un territorio poco cartografiado, pero en el que se supone que se evita los vicios comunes del machismo en los que cae la industria convencional de este género.

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¿Por qué merece la pena charlar con dos actrices porno si de lo que se trata de es de analizar la deficiente y tardía educación sexual que padres y escuelas imparten? Porque, caray, a fin de cuentas son las verdaderas profesoras de esta asignatura y en su día fueron también adolescentes. Sus opiniones son valiosas.

LO BUENO DEL PORNO

Miller no recuerda en su instituto nada equivalente a una clase de educación sexual y, por supuesto, ninguna información que no encajara dentro del recipiente de la más ortodoxa heterosexualidad. Estaban, explica, las clases de biología, pero con unos modelos representados en el libro que pueden ser confusos. “Empiezas a desarrollarte y tu vagina no parece un triangulito con una raya en medio. En mi caso, los labios internos son más grandes que los externos (así es Amarna, siempre explícita), y eso me planteó bastante dudas. A mí personalmente la pornografía me ayudó, porque era el único lugar en el que podía ver a otras mujeres que no tenían un cuerpo idealizado como en mis libros de biología”.

Esa es, en su opinión, la cara A del porno. Satisface una curiosidad irrefrenable durante la adolescencia. La cara B es que puede ser placentero verlo, pero no tomarlo como modelo. La gimnasia sexual que se practica ante la cámara tiene como propósito exhibir el coito u otras prácticas. No es un manual de placer, un kamasutra animado. Cindy Gallop explica en su web 'makelovenotporn' que las posturas de las actrices en el cine porno no son aconsejables para alcanzar un orgasmo- ¿Es así”. “En general no son placenteras ni para las mujeres ni para las hombres”, revela Miller. “Yo soy una actriz, una mandada”, aclara. Explica que personalmente considera más excitante una cara de hombre o mujer que expresa placer, pero la industria del porno tiende más a un ser tratado de ginecología.

LA LECCIÓN IDEAL

Subraya que su profesión no es la de educar, sino la de entretener, pero si se le piden consejos para los adolescentes, los da. “Tienen que buscar información, sobre todo a través de sus padres y de sus educadores, para conocer bien cómo prevenir las enfermedades de transmisión sexual, los sistemas anticonceptivos y un largo etcétera sobre cómo funciona un cuerpo masculino y uno femenino”. Y sobre esas clases de educación sexual que se imparten en los colegios e institutos, cree que deberían abordar las emociones, la afectividad y, por qué no, explicar bien en qué consiste la masturbación. La primera relación sexual suele ser la autosatisfacción y suele ser mucho antes de lo que los padres piensan, así que, mejor saber que ignorar.

Pappel, desde Berlín, ahonda en las materias que debería incluir una clase de educación sexual. “Si pudiera, me encantaría hablarles de diversidad de género, de las distintas prácticas sexuales en el mundo, hacerles entender que no hay nada malo en la sexualidad y ningún motivo para avergonzarse. Lo más importante es ser respetuoso, y si se desea, experimentar, pero sin hacer daño ni discriminar a nadie”. Y al final, como de cola, añade un detalle interesante, la prueba del nueve de que las actrices porno deberían tener voz en este debate. “Les hablaría, por supuesto, del sexo seguro, pero sobre todo de cómo incluirlo de manera natural en una relación”.

Al porno, admite Pappel, le pesa la mala fama, justificada en parte, de ser una industria machista, homófoba y racista, pero cree que directoras como Erika Lust han puesto ya un pie en la puerta para que comience a correr el aire fresco de un porno más ético. “Creo que la sociedad tiene que avanzar para crear una sociedad más justa, menos racista, menos homófoba y menos sexista, y eso se verá  en un porno también diferente”.

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