Gente corriente

Doris Ensinger: «No soy una mujer heroica, pero defiendo mis ideas»

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GEMMA TRAMULLAS

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Doris Ensinger dejó atrás el movimiento alternativo alemán para aterrizar en la convulsa Barcelona de 1977, donde conoció y se enamoró del histórico anarquista y militante de la CNT Luis Andrés Edo. En Amor y anarquía (Icaria) relata en primera persona el antes, el durante y el después de su larga relación con un hombre que le llevaba 19 años y que dedicó su vida a la revolución social. En el salón del piso del Eixample que ambos compartieron hasta la muerte de Edo en el 2009, Ensinger revela en voz baja y pausada detalles cotidianos que no suelen aparecer en los libros de historia.

Antiheroína. Vivió 30 años con el histórico anarquista Luis Andrés Edo y ahora pide la palabra.

-Pertenece a una generación de alemanes marcados por los juicios de Auschwitz. Tenía 18 años cuando escuchaba aquellos espantosos relatos de mujeres que habían sido víctimas de ensayos médicos. Que una persona se tome el derecho de tratar a los demás como bestias y quitarles toda dignidad es impensable. Es un poco el trato que reciben los refugiados ahora. Y no lo entiendo.

-Aquellos testimonios rompieron el silencio del pueblo alemán sobre los nazis. La gente callaba, por desconocimiento o por vergüenza. Querían olvidar. Yo he investigado el caso de mi padrino, que fue deportado por los soviéticos y nunca más se supo. He encontrado datos que indican que espiaba para el Ejército alemán y que denunció a opositores del régimen nazi que acabaron en un campo de concentración. Ahora que lo sé, espero que la cicatriz de esta herida vaya desapareciendo poco a poco.

-¿Como llegó al anarquismo? Fue un proceso lento que culminó en la revuelta estudiantil de los años 60. Yo estaba en Múnich y vivíamos en pisos compartidos que se gestionaban siguiendo el ejemplo de las colectivizaciones que se produjeron durante la guerra civil en Catalunya.

-¿Qué Barcelona se encontró en 1977? El trasfondo político era durísimo. Había manifestaciones y detenciones. Luis pasó 11 años de su vida en la cárcel y cuando yo le conocí era el clandestino. Los hombres como él eran de granito, como yo les llamo, coherentes hasta el final. Querían acabar con Franco y hubieran dado la vida por ello.

-¿Amor y anarquía combinan bien? Yo creo que van unidos. Casi todos los anarquistas que he conocido llevan dentro de sí el amor, no solo hacia una persona, sino hacia la humanidad. Al poco de conocer a Luis, supe que él jamás me iba a herir.

-¿Por qué? No solo porque me amaba, sino por su carácter. Sentía una gran responsabilidad no solo hacia los más cercanos, sino hacia mucha gente. En la cárcel fue como un padre para muchos presos.

-¿Cómo es vivir con alguien dedicado en cuerpo y alma a una causa? Luis era tan importante para mí que era algo natural renunciar a determinadas cosas. Pero no fue un sacrificio, sino una decisión libre y voluntaria.

-A su carrera no renunció, porque fue profesora en la Universitat Autònoma. ¿A qué renuncias se refiere? ¿A no tener hijos? Por ejemplo. Y otras cosas de la vida cotidiana. Él nunca venía conmigo al cine, a no ser que fuera una película política.

-Dedica el libro a todas las mujeres compañeras de los luchadores anarquistas. En el movimiento anarquista-liberario destacan pocas mujeres, no sé si porque había pocas o porque no quisieron destacar. Pero Luis decía que los anónimos son los auténticos promotores de la historia.

-Usted prefirió la discreción. En los grandes actos estaba con él, pero no en primera línea. No me gustaba hablar en público ni ser protagonista, prefería ayudar a organizar o a documentar los actos. Yo no soy una mujer heroica, pero he defendido mis ideas sin miedo en otros ámbitos, como ahora en este libro.