El derecho a una familia

El vértigo de andar al borde del acantilado ha acompañado gran parte de la vida de Lorena Guillen Moreno. No ha llegado a caer gracias a dos familias de acogida, sobre todo la segunda, que la ha cubierto de apoyo emocional. A sus veintipocos años trabaja de administrativa de la Fundació Concepció Juvanteny, que lucha por la defensa de los derechos de los niños y de los adolescentes, algo que ella valora especialmente por ser hija de unos padres que con solo nueve años ya no pudieron cuidarla, por haber estado separada de su único hermano biológico y por haber tenido que recluirse primero en un hogar infantil de Vallvidrera tutelado por educadores.

Guillen relata su experiencia en un descanso de 'Fem gran l'acolliment', intensa jornada organizada por el Institut Català de l'Acolliment i l'Adopció ((ICAA), que tuvo lugar la mañana del sábado en CosmoCaixa. Actualmente en Catalunya, 612 familias acogen 1.017 niños y jóvenes. No son muchas, por ello esta entidad ha iniciado una campaña para concienciar a la sociedad de la importancia de ayudar a los niños que precisan de un entorno doméstico "cálido y seguro" si los padres biológicos no pueden temporalmente atender sus necesidades. Este instituto se encarga de que los menores de edad, entre ellos muchos bebés, estén protegidos de un entorno que en ese momento es nocivo para su desarrollo emocional.

"NO ENTENDÍA NADA Y ME HUNDÍ"

"Viví seis años en Barcelona con una familia monoparental, que me dio una buena educación. Fui a una buena escuela. Siempre estuve en contacto con mis padres biológicos, hasta que fallecieron. Ello coincidió con mi adolescencia y me hundí. No entendía nada, no podía exteriorizar mi dolor hasta que me rebelé. La situación fue tan complicada que mi primera familia de acogida no pudo más. Terminé hospitalizada", cuenta Guillen. La vida le volvió a sonreír gracias a una segunda familia con más experiencia. "Ahora tengo un padre y una madre, que son claves en mi vida y un montón de hermanos que igual que yo se han salvado gracias a ellos. ¡En la comida de Navidad nos reunimos 20!", señala, sonriente.

Elena Guillen (la coincidiencia de apellido es casualidad) es madre de tres hijos biológicos que durante 18 años han convivido con 18 hermanos acogidos de urgencia, lo que significa que son menores de seis años que temporalmente necesitan el apoyo de una familia. Lo primordial a esa corta edad es evitar las estancias en centros, que siempre son más desangelados que un hogar estable. "Cuando se van te dejan un gran vacío, pero es una sensación egoísta porque lo que realmente necesitan estos niños es una familia para siempre", considera esta madre, que no trabaja para dedicarse en exclusiva al cuidado de estos menores.

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Sus vivencias son satisfactorias. "Nuestros hijos han aprendido a dejar atrás sus prioridades para atender a unos niños que no tienen a nadie en este mundo. Es una lucha contra situaciones muy tristes. Es entregarse a los que más lo necesitan. Por ello, son personas sensibles y solidarias, que para mí es lo más importante", se sincera. Agnes Russiñol, directora del ICAA, prefiere no detallar las causas por las que los padres biológicos no pueden atender a sus hijos para evitar estereotipos y prejuicios. "Nuestro principal trabajo es procurar que la familia biológica pueda volver a acoger a sus hijos", indica.  

Dolors Bassa, 'consellera' de Treball, Afers Socials i Famílies, informa que la Generalitat ha impulsado un plan estartégico para aumentar el número de familias de acogida. "El objetivo es incorporar un programa de ayudas a estas familias, y ello contempla ventajas y descuentos", asegura Bassa.