Gente corriente

Deema Shahin: «Si lo gestionaran madres, el mundo sería más compasivo»

Artista de origen palestino, viaja por el mundo documentando el amor y el dolor de las madres.

«Si lo gestionaran madres, el mundo sería más compasivo»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Nacida en Kuwait de padres palestinos y residente en Jordania, esta artista visual de 33 años llegó hace seis semanas a Barcelona para bucear en la vida de varias madres y descubrir qué profundos anhelos personales habían quedado sepultados por la maternidad. El trabajo forma parte del proyecto Home is where mum is (El hogar está donde está mamá) y tendrá continuidad en Jordania, Egipto y los Emiratos Árabes. Shahin fue seleccionada con Israel de la Paz y Esther Belvis para hacer una residencia artística en Jiwar Creació i Societat en torno a la idea de hogar. Su trabajo se mostrará a partir del martes, día 22, en la sede del distrito de Gràcia.

-Al hablar de mujeres palestinas, lo primero que le viene a la cabeza a mucha gente es una mujer con velo. ¿Usted tenía alguna imagen predeterminada de las catalanas?No, porque nunca había conocido a ninguna. Pero así funcionan los estereotipos. La política incide en las diferencias entre las personas, no nos ayuda a encontrar lo que nos une. Así es más fácil dividirnos entre nosotros y vosotros y provocar las guerras.

-Y ahora que nos conoce, ¿qué tal? No sé si es por Barcelona o porque estoy trabajando con madres, pero estoy impresionada por la hospitalidad que he encontrado en esta ciudad. ¡Vaya adonde vaya no hago más que encontrar amor! He trabajado con siete mujeres que han sido siete madres para mí.

-Sus padres son palestinos que en 1967 emigraron a Kuwait por la guerra y en 1990 tuvieron que volver a emigrar, esta vez a Jordania, por la invasión de Sadam Husein. ¿De dónde es usted? ¿Dónde está su casa? Nací en Kuwait y nunca me había sentido de ninguna parte. Digo que soy de Ammán [Jordania] porque allí viven mi madre y mi padre, pero por primera vez en mi vida siento que Barcelona es mi lugar, aquí es donde me gustaría envejecer.

-Su proyecto nace de su vida. Mis padres siempre viven con el temor de que la guerra estallará en cualquier momento y se quedarán sin hogar. Yo he absorbido ese temor. El proyecto es una manifestación de ese miedo y una forma de sanarlo.

-¿Cómo es su madre? Ella solía dibujar, era una artista, pero aparcó todos sus sueños para cuidarnos y educarnos. Cuando la veo ahora, atareada con la logística de la casa y los nietos, le digo: «Vamos mamá, sal a la calle y haz cosas que te gusten». Y ella me contesta: «¡Pero si me encanta lo que hago! Me encanta que estéis bien y que logréis lo que deseáis en la vida». Esto me rompe el corazón.

-¿Por qué? ¿Usted podría dejarlo todo y entregarse a los hijos? El nivel de generosidad y compasión de muchas madres me parece fascinante. Lo admiro, lo respeto; no sé si yo sería capaz.

-¿Qué pasaría si las madres ocuparan el poder político? Si lo gestionaran madres, el mundo sería un lugar más compasivo.

-Margaret Thatcher también tuvo hijos. No todas las mujeres son así y también hay hombres muy maternales. Pero cuando lo son, no hay nada igual en el mundo.

-Ha escuchado relatos de madres de Catar, de Egipto, de los campos de refugiados, de Barcelona... ¿Qué tienen en común? La maternidad es universal y es para siempre. El amor y el dolor de una madre es el mismo en todo el mundo y no necesita traducción. Yo no hablo catalán ni castellano, pero puedo sentir el dolor de una madre que, a sus 72 años, llora de remordimiento porque al quedarse viuda con cuatro hijos tuvo que ponerse a trabajar y no podía estar con ellos. O la lucha de una mujer lesbiana que ha aparcado su carrera profesional para criar a sus hijas sola. En un mundo tan cambiante, donde todo se reemplaza y se tira, al menos la maternidad es para siempre. ¡Aleluya!