Gente corriente

David Gausachs: "Me han visto crecer en el Liceu y ahora me echan"

Exliceísta indignado. Su familia se abonó al Liceu hace un siglo, pero él ha renunciado a su pasión al subirle la cuota un 136%.

«Me han visto crecer en el Liceu y ahora me echan»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Su relación con la ópera se remonta a los años 20 del siglo pasado, cuando su abuelo paterno se abonó al Gran Teatre del Liceu a medias con su consuegro, porque él solo no alcanzaba a pagar la tarifa. En los años 50 el abono pasó a sus padres y hace 15 años él se abonó con su esposa. Estos casi 100 años de pasión familiar por la ópera se vieron truncados hace unos días, cuando David recibió el importe de la renovación del abono para la próxima temporada. Sin mediar aviso, los 379 euros que pagaba por dos butacas se habían convertido en 896 euros, un aumento del 136% inasumible para este técnico sanitario «o ambulanciero, como se dice popularmente».

-¿Dónde se sentaba usted habitualmente?

-Mis localidades eran la 103 y 105, en la primera fila del tercer piso. Al estar en un extremo, si estás bien sentado no ves nada pero si te asomas  y giras el cuerpo puedes llegar a ver entre un 50% y un 60% del escenario.

-¿379 euros por estar inclinado hacia adelante, torcido y viendo solo una parte del escenario durante más de dos horas?

-O cinco si es un Wagner. Pero según los gestores del Liceu parece que haya sido un privilegiado todo este tiempo porque veía igual de bien que otros que pagaban mucho más.

-Al quejarse le ofrecieron otras localidades más baratas. ¿No le convencieron?

-En absoluto; prácticamente no tienen visión y a ese precio de ninguna manera. Si a mí me suben la tarifa esta barbaridad y me ofrecen una programación de alto nivel europeo a lo mejor me lo pienso, pero es que la calidad tampoco es la que era.

-Desde el Liceu argumentan que, con la nueva tarificación, 934 butacas mantienen el mismo precio, 882 bajan y 472 suben.

-Alguien debería estudiarlo a fondo, pero yo veo que los precios han bajado sobre todo en la zona de platea, que ya cuesta un dineral, y en los palcos de platea, donde el sonido se pierde. ¿Y dónde han aumentado? En las zonas de visión parcial y en los pisos superiores, donde está la gente del pueblo que entiende de música, la gente que durante años ha hecho cola y ha corrido escaleras arriba para coger el mejor asiento en el gallinero, los anónimos que hacen un sacrificio y que han aguantado el Liceu durante muchos años. Que pongan estos precios para mí es un maltrato.

-Está indignado.

-Siento rabia. Están repartiendo los números de una manera empresarial, cuando esto es un centro de cultura. Si lo que quieren es que venga más gente a la ópera estoy perfectamente de acuerdo, pero esto no se puede hacer sin conocer la masa social del Liceu. El patrimonio del Liceu no es el edificio, es su historia y su gente, o por lo menos yo lo entiendo así.

-¿Usted cómo se inicia en la ópera?

-En casa éramos tres hermanos y mi abuelo, en lugar de contarnos cuentos, nos explicaba argumentos de ópera. Cada uno de nosotros podíamos acompañar a mi padre o a mi madre al Liceu una vez al año. Recuerdo muy bien mi primera función: era El barbero de Sevilla y tenía 8 años. A mí me han visto crecer en el Liceu, yo he visto a gente envejecer y morir y ahora me echan. Pero mi caso no es el único, los hay peores.

-¿Peores?

-Hay abonados que han sufrido incrementos mayores. Mis padres, sin ir más lejos. Están abonados desde 1954 y ocupaban dos butacas de la primera fila del cuarto piso por las que pagaban 900 euros. Les aumentaron la cuota a 1.667 euros sin avisarles.

-¿Y se han dado de baja como usted?

-No, porque para mi madre el Liceu es su vida. Pero a sus 76 años ha cambiado unas localidades que han costado casi un siglo de mantener por otras que no tienen visión. A partir de ahora se sentará arriba del todo, en un rincón.