CUMBRE DEL CLIMA

En manos de las superpotencias

El presidente estadonunidense, Barack Obama, durante una visita a una planta de generación solar en Arcadia, en el estado de Florida

El presidente estadonunidense, Barack Obama, durante una visita a una planta de generación solar en Arcadia, en el estado de Florida / JY/DC

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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Los planes de reducción de emisiones anunciados por los países presentes en la cumbre del clima de París, generalmente con la vista puesta en el año 2030, son la mayor promesa realizada hasta la fecha en la lucha contra el cambio climático, pero ni son una realidad tangible ni, en caso de cumplirse, resultarían suficientes para estabilizar las temperaturas mundiales en un nivel razonable, es decir, en los famosos dos grados de aumento con respecto a los valores anteriores a la revolución industrial. El alza sería de al menos 2,7 grados. Así que es necesario un paso adelante. Y para ello es indispensable la implicación de China y EEUU, responsables de prácticamente la mitad de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, concretamente de un 27,7% y un 14,5%, respectivamente, según las últimas estimaciones del consorcio científico Global Carbon Project. Ya muy lejos quedan la Unión Europea (10,3%), India (6,6%), Rusia (5%) y Japón (3,4%).

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China, reacia hasta ahora a cualquier tipo de limitación, ha apostado de forma valiente al anunciar que está dispuesta a alcanzar su pico de emisiones en el 2030, a más tardar, un reto si se tiene en cuenta que en el 2011 todavía aumentaban a un ritmo anual del 10% (aunque en el 2014 fue de solo el 1%), y además a reducir en un 60%-80% las emisiones de dióxido de carbono por unidad de PIB. Para ello confía en que las energías renovables suministren dentro de 15 años el 20% del consumo eléctrico nacional. China es una gran potencia carbonífera, con reservas para prácticamente un siglo, pero se enfrenta al mismo tiempo a un colosal problema de contaminación ambiental, además de sufrir una dependencia cada vez mayor del petróleo de importación. Para cumplir sus promesas, no obstante, China exige que los países desarrollados hagan un esfuerzo proporcional, “que estén a la altura” de su responsabilidad, como destaca el presidente Xi Jinping. De hecho, su país es el primer emisor mundial desde el año 2005, en gran parte porque se han trasladado a su territorio las industrias manufactureras más contaminantes, pero su nivel per cápita aún es inferior al de los países más ricos.

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EEUU, por su parte, ha anunciado que en el 2025 habrá reducido sus emisiones entre el 26% y el 28% con respecto a los valores del 2005, una propuesta ambiciosa teniendo en cuenta el ‘boom’ del fracking y el poderoso peso de los lobis de los combustibles fósiles. EEUU llegó a su pico de emisiones en el 2007 y desde entonces, coincidiendo con los dos mandatos de Obama, las ha reducido de forma decidida. Una de los ejemplos de que las cosas están cambiando es el renacer de la inversión en energías renovables y el interés que están despertando algunas empresas como Tesla, especializada en coches eléctricos y en baterías para autoconsumo eléctrico en domicilios. Pero, claro, en el reino del delpilfarro energético queda mucho por hacer: un estadounidense emite de media unas 14 toneladas anuales de gases de efecto invernadero, frente a las 7,3 de un europeo o las 7,4 de un chino.

VÍAS DE PROGRESO

Las negociaciones durante la cumbre difícilmente mejorarán las llamadas INDC, los planes de reducción de emisiones que los países ya han anunciado de forma voluntaria a las Naciones Unidas, pero sí se puede avanzar por otros caminos. Héctor de Prado, responsable de energía de Amigos de la Tierra-España, cree que es fundamental consolidar las INDC con un tratado de París que sea vinculante jurídicamente, de obligado cumplimiento, y asegurar al mismo tiempo la financiación del Fondo Verde de ayuda a los más desfavorecidos (100.000 millones de dólares anuales en el 2020). “En nuestro país, solo con pequeñas medidas legales y de incentivos se podría avanzar mucho en cuestiones como el ahorro energético, la generación con renovables y el autoconsumo eléctrico”, recuerda De Prado.

Según Tatiana Nuño, responsable de la campaña de cambio climático de Greenpeace, es necesario establecer en el tratado algún tipo de revisión (por ejemplo, cada cinco años) en caso de que el calentamiento global siga imparable y sea necesario corregir los compromisos. También considera que Europa debería ir un poco más allá del 40% de reducción en el 2030, que es su principal baza en las INDC, porque sus objetivos para el 2020 eran muy “débiles” y ya los ha cumplido “con cinco años de antelación”.