MOTOR DE LA INNOVACIÓN EDUCATIVA

Cuentos de final triste

Un millar de educadores han analizado esta semana en la UAB las novedades pedagógicas para los escolares de cero a seis años

Aula de infantil en el parvulario El Patufet de L'Hospitalet de Llobregat.

Aula de infantil en el parvulario El Patufet de L'Hospitalet de Llobregat.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ
BARCELONA

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Un 30% de los cuentos infantiles que se han escrito en los últimos años tienen un final en el que los protagonistas ya «no son felices ni comen perdices», explica Teresa Colomer, catedrática de Didáctica de la Lengua en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Las historias para niños están dejando de ser «los tradicionales cuentos en los que el o la protagonista se casaban y así acababan con sus problemas», sostiene Colomer, reconocida experta en literatura infantil y ponente en la jornada

inaugural del congreso que la European Early Childhood Education Research Association (Eecera) ha celebrado esta semana en la Universitat Autònoma de Barcelona.

De un tiempo a esta parte, a los niños ya no se les esconden temas como la muerte o la enfermedad. «Ha habido un cambio de visión respecto al niño pequeño al que, teniendo en cuenta su edad, no se le ocultan las dificultades de la vida», explica Sílvia Blanch, profesora de la facultad de Ciencias de la Educación de la UAB y una de las organizadoras del congreso, que ha reunido a más de mil asistentes de medio centenar de países distintos.

También el británico Stephen Moss, encargado de pronunciar la primera de las conferencias del encuentro, aboga por que los niños aprendan a valerse cuanto antes por sí mismos. La tesis expuesta en el congreso por Moss -que además de educador es ornitólogo, autor de varios libros y productor de televisión- es que  «promoviendo el contacto con la naturaleza y creando oportunidades para la aventura, los pequeños aprenden a gestionar sus miedos».

En una época de hiperprotección de los padres hacia sus hijos, «los menores pasan cada vez menos tiempo al aire libre y las actividades bajo techo se convierten en la norma», observa el experto, que lamenta que «jugar en la calle sea visto con miedo o como algo lleno de peligros». Sin embargo, en su opinión, «el verdadero peligro está en no permitir a los niños la libertad de jugar al aire libre y explorar el mundo que les rodea». «Estamos criando generaciones de niños que no pueden evaluar el riesgo y hacer juicios razonables sobre el mundo», advierte Moss.

«Es importante que ni los padres, ni sobre todo las administraciones, pierdan de vista que la primera infancia, la que transcurre entre los cero y los seis años es una etapa determinante en la vida de los futuros ciudadanos», subraya Montserrat Anton, miembro del comité organizador local del congreso y profesora también de la UAB.

También las familias

La asociación Eecera, una entidad sin ánimo de lucro, independiente y de ámbito internacional, nació para asesorar a los maestros de educación infantil de los parvularios del Reino Unido. «Con los años ha ido tomando un rumbo distinto y se ha convertido en un foro de debate y reflexión de fondo sobre los temas que preocupan no solo a los docentes, sino también a las familias», señala Anton. «Los padres son agentes educativos de primer orden y han de estar también al lado del niño, acompañarle para conocer sus necesidades y su ritmo madurativo», indica la educadora, satisfecha por el éxito de convocatoria del congreso barcelonés, «al que han acudido personas desde Australia hasta Islandia o Israel».

La coorganizadora del congreso reivindica la educación infantil como uno de los motores de la innovación pedagógica, que ahora llega a otras etapas educativas. «Muchas de las prácticas que se aplican en primaria y en secundaria han sido desarrolladas con alumnos de la primera infancia», recuerda.