LA SEMILLA BARCELONESA DE UNA PRÁCTICA EN AUGE

'Cubero' de toda la vida

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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«Un día bueno puedes llegar a sacar 700 euros, pero uno malo, nada; y últimamente los días malos son muchos más que los buenos», explica Jota, quien prefiere no dar su nombre. Se refiere al dinero que recaudan los marineros de la Barceloneta tras una noche de pesca. En el barrio, casi todos le conocen. Se hace a la mar desde que tenía 13 años y ya roza los 50. Además, y es por esto por lo que es popular, lleva tres décadas vendiendo pescado fresco todas las mañanas en la misma esquina; y lo deesquinaes literal. Elpuestoestá formado por dos cajas de madera colocadas en el suelo, que recoge con la mezcla perfecta de maña y descaro cada vez que se acerca la policía. Mientras en otros puntos de la costa catalana el fenómeno de los llamadoscuberos -personas que se dedican a la venta ilegal de pescado- se ha desmadrado en los últimos meses y ha obligado a la Generalitat a tomar cartas en el asunto, en la casi autónoma Barceloneta Jota es un veterano del negocio.

«El mar está muy mal pagado y un dinero extra hace falta; y con lo feas que se han puesto las cosas últimamente, aún más»,apunta el pescador, quien asegura que compra a su armador el género que vende a pie de calle.«Me pongo lejos del mercado, así que no les molesto»,señala desde su discreta esquina.

Estos días le acompaña en la venta uno de sus hijos pequeños, que le hace a la par de vigilante y de comercial.«¡Jureles, sardinas, calamares!»,canturrea el niño calle arriba y calle abajo.«Papa, dice la María que le prepares un kilo de sardinas»,dice al regresar de uno de sus paseos. María ha hecho el encargo desde el balcón. Es de justicia decir que el pescado tiene un aspecto muy apetecible.«Más fresco no puede ser. Te lo digo yo, que lo he pescado»,presume Jota.

Después de tantos años, tiene la técnica más que perfeccionada. Cada rato va añadiendo al género hielo, que guarda en una nevera de playa.«Tengo clientas de toda la vida»,relata, y asegura que le han puesto«siete u ocho» multas de 600 euros en el último año. No las paga y listos.«No gano para pagarlas», se justifica. Cada mañana vende unos 20 kilos. A tres euros el kilo todo.

«El problema es que pescamos poco, el gasóleo está muy caro y el pescado, muy mal pagado», sintetiza Juan La Rosa, patrón de uno de los 45 pesqueros de la flota barcelonesa. Y esto no solo afecta a los patrones. Los marineros no son ajenos al riesgo de la empresa. Van a un tanto por ciento, así que si un día no pescan, no cobran.

Además de en la calle, Jota vende en «cinco bares fijos».Y no es el único que se dedica a esto:«Hay un jubilado que se pone más arriba, pero no tiene nada que ver conmigo».La venta ilegal en el barrio parece reducida a estos clásicos. La cofradía apunta que es gracias al trabajo conjunto con la Autoridad Portuaria por lo que la situación en Barcelona está«bajo control».«Hay mucha vigilancia. Siempre puede escaparse algo, pero no existe un gran problema»,afirma Ignasi Solsona, su secretario.