UNA FAMILIA EN APUROS

«Con el frío, bajamos las persianas»

Una boliviana residente en L'Hospitalet cuenta cómo regatea para pagar el gas, la luz y el agua

TONI SUST / BARCELONA

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La boliviana Ayda Luz Duchén tiene 50 años y no se puede decir de ella que no tenga dinero para encender la calefacción. Es más simple: no tiene calefacción. Ni un radiador, ni una estufa: «Cuando hace frío cerramos las cortinas y bajamos las persianas». Teniendo en cuenta que en el piso viven dos niños de seis y tres años, sus nietos, además de sus dos hijas y un yerno, no es poca aventura.

Cada vez que Duchén recibe las facturas de electricidad, gas y agua hace equilibrios para afrontar los cerca de 240 euros que dice que le cuestan en total. Es una cita dura que se produce cada dos meses.  «Lo primero que pago es el gas y la luz. Nunca me las han cortado

En caso de que el dinero no llegue, lo que no paga es el agua. Ya se sabe, dicen que nunca te interrumpen el suministro de agua, y de hecho no se considera tanto un problema de pobreza energética como quedarse sin luz o gas. «Pero a mí me la cortaron 15 días», cuenta. Iban a la fuente a buscarla. La abuela y su familia llegaron a L'Hospitalet en el 2007, el año en el que comenzó la crisis. Mal punto de partida. Cuando alquilaron su piso, en L'Hospitalet, una empresa suministradora les informó de que alguien había manipulado el contador para que no corriera, y que debían 1.800 euros. La cantidad quedó flotando: nunca la han pagado. Cambiaron de compañía y ella nota que la factura va subiendo: «Y yo cocino siempre lo mismo». Ella trabajaba como limpiadora hasta que cerraron las oficinas. Nada se sabe de su prestación de desempleo: le dijeron que la empresa no cotizó por ella y está en denuncias, pero no cobra.

DE VUELTA A COCHABAMBA

El marido también perdió el trabajo y se volvió a Cochabamba, donde vive con otros cuatro hijos de la pareja, de los que ninguno trabaja. El marido sí trabaja pero no le puede mandar dinero. Es al revés, se lo manda ella: «En mi país solo se gana para comer». Pese a ello, pese a todo Duchén volverá en julio a Cochabamba para quedarse. Si lo hubiera sabido, dice, no hubiera venido. Pero sus dos hijas sí tienen empleo: «Ellas se quedan y yo volveré».

Duchén responde a unas cuántas preguntas. ¿Qué es el bono socia? No tiene ni idea. ¿Conoce el decreto que hace un año aprobó el Gobierno catalán contra la pobreza energética? No tiene ni idea. Y cuando la pregunta es si ella se siente una pobre energética sigue sin saber qué decir, ella, que emigró para prosperar y lucha como una jabata solo para pagar las facturas de la luz, el gas y el agua.