Comedores en el instituto, no solo un plato caliente

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MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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Después de seis horas de clases, un adolescente no come. Devora. En el instituto Santa Eulàlia de Terrassa, en una sala que hace solo tres años era la biblioteca del centro, reina el silencio más absoluto mientras una treintena de estudiantes de entre 12 y 16 años ingieren un plato de crema de verduras y un buen pedazo de tortilla de patatas con ensalada como guarnición. "A algunos, lo de las hortalizas les cuesta un poco, porque no tenían costumbre", indica Nayeli Herencia, técnica de la asociación educativa Can Palet, que organiza este servicio. 

"Es que algunos de los chicos que están aquí, no fueron al comedor escolar durante la primaria", precisa la educadora. ¿Y eso? "Es que como la Generalitat no les daba la beca completa y sus familias no podían aportar el 50% que les correspondía, comían en casa... Y allí, por lo que ellos mismo explican, solo había pasta y arroz", cuenta Herencia. El éxito de la crema de calabaza es incuestionable: prácticamente todos repiten.

El 86% de los alumnos del Santa Eulàlia tienen necesidades educativas especiales, la mayoría por razones socioeconómicas. "Un 66% de los estudiantes de ESO son extranjeros, de 29 nacionalidades distintas, y solo un tercio de ellos hacen aquí los cuatro cursos completos de la secundaria obligatoria, porque hay una gran movilidad", describe el director, Ferran Fontané.

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Al terminar de comer, sin móviles (están prohibidos), unos barrerán, otros adecentarán las mesas y el comedor, y un tercer grupo recogerá y fregará los enseres de uso común. "Luego harán un rato de repaso o refuerzo escolar, que no se plantea para que suban notas, sino para que consoliden conocimientos o hagan los deberes", señala Núria Abad, técnica de integración social del instituto.

ABIERTO HASTA LAS SEIS

Tampoco hay móviles en el comedor del instituto Europa de L’Hospitalet de Llobregat. En el menú hay, como en Terrassa, tortilla de patatas, pero en este caso se puede elegir entre eso y salchichas. De primero, tocan espirales de pasta con salsa de tomate, servida en abundancia por algunos. "Aquí utilizamos la cantina del instituto y comparten espacio con los profesores", detalla José Carlos González, director de Nou Quitxalles, popularmente conocida en el barrio como Los Juanitos, la entidad que presta el servicio.

"Pero esto no solo consiste en dar un plato caliente", advierte el activista. Los alumnos estarán en el instituto hasta aproximadamente las seis de la tarde. "No todos los alumnos que participan en este espacio de apoyo alimentario lo hacen por razones socioeconómicas, también tenemos algún caso, de entre los 30 usuarios del servicio, de jóvenes que, si no estuvieran aquí, se encontrarían solos en casa o por la calle", especifica González. 

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En el Europa, además de las actividades de refuerzo académico, los estudiantes pueden colaborar en el huerto escolar, que cultivan a medias con un grupo de jubilados del barrio. "Es una experiencia intergeneracional que está teniendo unos resultados espectaculares, tanto desde el punto de vista de los jóvenes como desde el de los mayores", subraya el director de Nou Quitxalles.