UN FENÓMENO EN AUGE EN CATALUNYA

Yo la cocino, yo me la tomo

Silvia Navarro y Peio Vizcaya, en el interior de su local, Family Beer, donde venden equipos e ingredientes para la elaboración de cerveza en casa.

Silvia Navarro y Peio Vizcaya, en el interior de su local, Family Beer, donde venden equipos e ingredientes para la elaboración de cerveza en casa.

MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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Hay cosas que un día no están y por un arte emparentado con lo súbito se presentan al siguiente, y aparece alguien que hace cerveza o el amigo de un amigo hace cerveza, y brotan o parece que brotan en las esquinas locales para gente que hace su cerveza en casa, y en el metro un día dos tipos hablan de en qué tienda on line se consiguen los mejores lúpulos. Los que son cerveceros caseros desde hace lustros se rebelarán contra esto, dirán que el fenómeno se remonta años, que se puede bucear y encontrar a fabricantes de cerveza en la Catalunya de hace una década, en la de hace dos incluso, y sí, pero al mismo tiempo no. Como masivo, o practicado por algo más que un grupúsculo de entendidos, es algo que tiene dos o tres años. Y que ahora, dicen todos, se dirige hacia una especie de auge. O ya está ahí.

«Cuando yo empecé aquí no se conseguía nada, los materiales los tenías que ir a buscar a Bélgica o Inglaterra, o para conseguir algo de malta tenías que ir a la Damm y que te regalaran un saco, porque ni siquiera te lo querían vender». Pablo Vijande forma parte del grupo de precursores, el grupúsculo, los que a mediados de los 90, seres extraños, instalaron en sus casas las primeras cocinas caseras, el precedente artesanal de lo que hoy se consigue en una tienda o por internet. Lo movía el mismo motor que a todos. «En esa época descubrí que me gustaba la gastronomía y me gustaba cocinar, y la cerveza tiene esa bondad, que se puede hacer en casa, como el pan. Al que le gusta cocinar y beber bien, qué mayor satisfacción que hacer su propia cerveza». Beber bien es la clave, porque cualquier cervecero casero -'home brewer', se usa mucho la etiqueta en inglés- dirá de la cerveza corriente, con esas palabras o no, lo que el conserje Gustav H. de 'El Gran Hotel Budapest 'decía del vino que se servía en los trenes: que era pésimo.

Beber buena cerveza es una motivación, pero no la única. Igual de importante es la inquietud, léase ganas de jugar, léase crear, léase aprender primero, dominar el arte y lanzarse luego a ver qué se consigue echándole cáscara de naranja en este punto, añadiendo especias aquí o moras allá. El juego. Lo dicen todos. Hacer una cerveza con firma, que solo se produce y se consigue en el garaje del artista. «Investigas y logras hacer una cerveza que no está ni catalogada -dice Xavier Martínez, cámara de una televisión pública y cervecero casero desde hace dos años-. Produces mucho más de lo que consumes porque lo que te gusta es producir. El home brewer tiene un garaje que siempre está lleno de cerveza».

De 1997 data la primera asociación catalana de cerveceros caseros, Catalunya Home Brewers, que pusieron en marcha Vijande y una docena de personas con el ánimo de compartir experiencias, recetas y sobre todo cerveza. Ellos mismos empezaron a impartir cursos, no solo para satisfacer la curiosidad y el deseo de conocimiento de los recién llegados sino para crear afición, y en el 2003 tuvo lugar la primera edición del Vine a fer cervesa, festival de cerveceros caseros que aún se celebra cada año. Vijande firmó con tres de esos precursores 'La cerveza artesanal, cómo hacer cerveza en casa', que es volumen de referencia en Catalunya. El olfato le dijo entonces algo y dio un paso adelante, hizo negocio de lo casero y puso en marcha Más Malta, para básicamente surtir de equipos y materia prima a los 'home brewers' en ciernes. Intuía que el asunto iba a más.

DE 4 A 50 LITROS

Un cervecero casero cocina para sí mismo y para compartir con los amigos, y para ello produce lotes de mínimo cuatro litros y máximo 50; es difícil hallar una producción casera por encima de ese tope. Quien más quien menos todos tienen una olla de gran capacidad, un fermentador, un densímetro, un termómetro, algunos una cuba de trasvase, por supuesto las maltas y los lúpulos, siempre a un lado, en una bolsa. El principiante se frota las manos y se pregunta qué saldrá de todo esto. Dos meses después, en la mitad de los casos, está enganchado.

«Yo he descubierto que esto me apasiona», dice Andreu Rius, designando con «esto» y su dedo las cajas de cerveza, las bolsas de grano, las ollas y todo el material. Un año ha de su primera cerveza. Empezó como todos, comprando en la tienda un extracto de malta ya preparado, la receta ya hecha, por decirlo así, y siguiendo las instrucciones para cocinarla como se sigue la receta de un libro de Arguiñano. Tachán: su primera cerveza. Luego, poco a poco, se puso exquisito: «Se puede hacer una cerveza usando un solo tipo de malta, pero yo nunca he bajado de tres; esta, por ejemplo, tiene siete. En esta de aquí jugamos con los lúpulos, que tiramos en diferentes momentos. Y a esta le añadimos virutas de roble francés maceradas con calvados, para hacerla más licorosa». Habla en plural porque la cocina con un amigo. «Eso es así - dice Martínez-. Hay tantas variedades de cerveza y tantas cosas que puedes probar con cada una que es fácil apasionarse. Hoy hago una stout, mañana una pale, más adelante una saison».

Family Beer es una tienda que tiene dos años de existencia dedicada a la venta de ingredientes y equipo para el cervecero casero. Está en Gràcia. Al frente se encuentran Silvia Navarro Peio Vizcaya. Dos síntomas de que una afición se extiende son el abaratamiento de los materiales y la simplificación de los procesos, y eso es lo que ocurre ahora mismo, y el resultado de eso es lo que encuentra el neófito en una tienda como esta, o en el Más Malta de Vijande: el kit, el equipo básico para empezar. «Antes los que comenzaban tenían que invertir 250 euros, pero con un kit de estos desembolsas poco menos de 70 y luego decides si te gusta o no», dice Navarro. Las botellas (en alguna parte hay que meter el líquido) vienen aparte. En Family Beer cifran en un 30% la subida de la facturación durante el último año.

Un 'home brewer' dedica tiempo a su afición, hace un lote de cerveza cada dos, tres semanas, 8 horas de trabajo que resultan en 20 litros. No lo hace por ahorrar -sale más barata una cerveza de supermercado-, y a medida que acumula conocimientos también descubre que le gusta y es más ducho fabricando determinado tipo de cerveza: una ale, una lager. El gran placer, naturalmente, consiste en destapar la primera botella. Y darle un solemne sorbo.