El mañana en la carretera

El coche se conduce solo

MAURICIO BERNAL / Barcelona

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Hay una franja de población, aquella cuya adolescencia transcurrió en los años 80, que piensa inmediatamente en un coche negro, aerodinámico y con una luz oscilante en el frontal en cuanto alguien pone sobre la mesa el tema de los autos que se conducen solos. No era el más fantástico de sus atributos: el coche tenía nombre, hablaba y era simpático, es decir que tenía personalidad, y estaba al servicio del bien. No es improbable, por pura estadística, que en los equipos de ingenieros que en todas las grandes casas automotrices trabajan actualmente para ultimar esta clase de vehículos haya miembros de esa generación ochentera, y que algunos de ellos caigan en ensoñaciones adolescentes cuando imaginan cuál será el resultado de su trabajo -que su coche hable, por ejemplo, como le hablaba Kitt a Michael-, pero lo que es seguro es que cuando empiecen a venderlos y empiece a ser habitual ver a la gente cruzada de brazos en la silla del piloto, o leyendo, o viendo la televisión -mientras el coche avanza, claro- muchos sentirán que la fantasía televisiva se habrá hecho realidad.

Si las ficciones de antaño son el termómetro de cuánto en su momento se ha anhelado algo, que el automóvil se maneje solo será sin duda la culminación de muchos sueños. En El coche fantástico la máquina era protagonista, pero más extendido en los últimos años ha sido el formato de ficción futurista en que el vehículo autónomo era simplemente parte del paisaje, en otras palabras algo que se daba por sentado que existiría en el porvenir. El coche de Tom Cruise en Minority report (2002), el coche de Michael Keaton en el primero de los Batman (1989), el coche de Sylvester Stallone en Demolition man (1993). Por citar solo tres.

PRIMER ENSAYO EXITOSO / Con todo, no hay que caer en la tentación de concederles el rango de películas visionarias: más que nada, trasladaban a la pantalla lo que en los últimos 30 años ha sido un esfuerzo sostenido, bien por parte de la industria civil, bien por parte de la militar, para sacar adelante este anhelo particular, con un año, el de 1980, marcado en rojo en la historia del coche autónomo porque se considera el del primer ensayo exitoso: un Mercedes Benz guiado por control remoto que recorrió un centenar de kilómetros por calles sin tráfico. No era autónomo, pero sí lo bastante prometedor como para convencer a la Comisión Europea de subvencionar el sueño.

Desde entonces, la historia del coche sin conductor ha estado salpicada de éxitos más o menos alentadores, y en los albores de la segunda década del siglo XXI no hay ninguna casa automotriz con un mínimo de prestigio que no tenga su propio departamento de investigación y desarrollo de vehículos autónomos. BMW, General Motors, Mercedes Benz, Audi, Volvo. Las declaraciones de algunos responsables (Alan Taub, vicepresidente de Investigación y Desarrollo de General Motors, dijo el año pasado que su compañía empezará a vender coches autónomos en el 2020) apuntan a que esta, la presente, es la década clave, y a que en los años por venir los conductores van a disfrutar gradualmente de los esfuerzos que los ingenieros están haciendo en esta dirección (hasta, paradójicamente, dejar de ser conductores, o dejar de serlo en el sentido en que lo han sido desde que fue inventado el vehículo a motor). Mercedes Benz, por ejemplo, anunció hace poco que su Clase-S del 2013 tendrá un sistema de conducción autónoma para atascos, y Audi, que tendrá a punto el suyo y lo incorporará en su modelo A8, y que el coche se conducirá a sí mismo siempre que la velocidad no supere los 60 kilómetros por hora. Casi todas las grandes marcas ya tienen sistemas de asistencia al conductor.

CARAVANA POR CATALUNYA / La noticia más fresca sobre vehículos autónomos data de esta semana y se produjo en las carreteras de Catalunya, donde Volvo probó con éxito tres prototipos a lo largo de 200 kilómetros y a la considerable velocidad de 85 kilómetros por hora, amén de causar estupor entre decenas de conductores que de repente pasaban junto a la caravana, miraban a su derecha y veían, simplemente, el futuro. «La gente piensa que la conducción autónoma es ciencia ficción, pero el hecho es que la tecnología ya está aquí», declaró Linda Wahlström, responsable del programa. «Probar los coches en una carretera transitada ha sido un hito para nosotros. Fue francamente emocionante». El proyecto Sartre, como ha sido bautizado, ya había probado sus prototipos en Suecia, pero con la carretera cortada al tráfico. Una de las empresas que aporta base tecnológica es la española Tecnalia, de San Sebastián.

Incluso Google tiene su propio equipo de ingenieros y su propio proyecto de conducción autónoma, que ha probado en los coches que recolectan las imágenes del programa Street View. ¿Por qué? Porque la empresa entiende que será una revolución, y no quiere quedarse fuera de la fiesta. En la historia de los coches que se conducen solos el gigante de internet ya marcó su propia fecha en rojo: el pasado 1 de marzo, cuando entró en vigor la ley del estado de Nevada (EEUU) que dio vida a las licencias para coches sin conductor, una norma sin precedente en el mundo. Un Toyota Prius de Google recibió la primera.

El futuro, si todo sigue su curso, será en parte el que soñó el visionario Bel Geddes, responsable de diseñar el pabellón de General Motors para la feria mundial de Nueva York de 1939. Lo bautizó Futurama -que se sepa, la palabra es de su cosecha- e incluía por supuesto coches que se conducían solos. En esta historia singular de imaginación y tecnología, Geddes es el pionero.