INSTALACIÓN PARA EL TRABAJO SEXUAL EN LA CALLE

Circuito de prostitución

Un hombre mira los cubículos destinados al sexo de pago en el coche, en Zúrich.

Un hombre mira los cubículos destinados al sexo de pago en el coche, en Zúrich.

MÒNICA TUDELA / Barcelona

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A simple vista parecen plazas de garaje de madera, o esos cubículos donde se lava el coche. Pero si uno se fija en los enormes carteles en los que se recomienda el uso del condón, en las papeleras del interior y en las señales de la entrada en las que aparece una mujer hablando con el conductor de un coche (en blanco, sobre fondo violeta), se van disipando las dudas. Ni garaje, ni taller mecánico, ni túnel de lavado. Es undrive inpara la prostitución callejera inaugurado la semana pasada en Zúrich.

La instalación está en Altstetten, un antiguo barrio industrial al oeste de la ciudad suiza, y parte de una iniciativa municipal que fue sometida a referendo y aprobada en marzo del 2012. La prostitución es legal en Suiza desde 1942, y las trabajadoras deben tener un permiso, seguro de salud y pagar una tasa. Además de en esta recién inaugurada instalación del sexo, la prostitución puede ejercerse en dos lugares más de la ciudad. Estos cubículos han despertado curiosidad entre los vecinos, que tuvieron la oportunidad de visitarlos en una ruta informativa antes de que se llevara a cabo la inauguración oficial.

Ni fotos ni vídeos

¿Cómo funciona este circuito del sexo de pago? Una señal a la entrada lo explica. El cliente llega con su coche (no se admiten peatones) y pasa ante unas marquesinas de madera donde esperan las prostitutas (hasta 50). Una vez seleccionada la profesional del sexo, el cliente se dirige con ella a uno de los nueve cubículos disponibles. Otros detalles a tener en cuenta: hay que tener más de 18 años, ir solo en el coche, no se pueden hacer fotos ni grabar vídeos y los residuos tienen que depositarse en la papelera. La instalación, que recuerda a otros lugares habilitados para el sexo de pago en Alemania u Holanda, funciona de siete de la tarde a cinco de la madrugada.

Los cubículos cuentan con otras prestaciones: duchas, lavandería, la presencia de profesionales de ayuda a las prostitutas que ofrecen anticonceptivos, asesoramiento sexual y psicológico, y un botón del pánico al alcance por si la cosa se pone fea y hay que pedir ayuda a un servicio de seguridad, también cercano.«La prostitución es un negocio. No la podemos prohibir y por eso optamos por controlarla en favor de las trabajadoras del sexo y de la población»,asegura Michael Herzig, director de servicios sociales en Zúrich. Si la ciudad no controla esta actividad, caerá en manos«del crimen organizado», añade.

«Las condiciones de las trabajadoras eran poco higiénicas y peligrosas y tenían que ejercer en bosques o encerradas en aparcamientos»,explica Ursula Kocher, del departamento de Bienestar y Salud de Zúrich.

La inauguración de los cubículos fue discreta. Algo que no es de extrañar teniendo en cuenta que la primera noche había en el lugar más periodistas y fotógrafos que clientes y prostitutas. Los reporteros que allí estuvieron describen situaciones curiosas.«Al inicio de la jornada no había ninguna prostituta. A los pocos minutos llegó una que no quiso que la retrataran», explicó un periodista de France Presse.«El primer cliente fue recibido por la prensa, más que por las prostitutas. Dio una vuelta y se marchó apresuradamente»,describió la enviada de Reuters.«Al segundo, un hombre con gafas oscuras que conducía un coche familiar, se le averió el coche allí y tuvo que recibir asistencia para volver a arrancar el motor, ante una nube de fotógrafos»,detalló.

Primer balance

El primer día unas 30 prostitutas usaron eldrive in,una cifra que los servicios sociales calificaron de«inicio prometedor». El primer balance de la instalación se hará público dentro de tres meses. Los trabajos para instalar estos cubículos han costado 1,6 millones de euros.

Pero no todo han sido elogios. Algunas asociaciones han criticado que el objetivo real de la instalación es apartar a las prostitutas de la vista de la gente en el centro de la ciudad y piden que no se desvíe la atención de la dura realidad que muchas veces se esconde tras la prostitución: la explotación y el tráfico de personas.