Cinco pifias para un escándalo

La ministra de Sanidad, Ana Mato, y la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, el viernes.

La ministra de Sanidad, Ana Mato, y la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, el viernes.

IOLANDA MÀRMOL / MADRID

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Los expertos en manejo de crisis están escandalizados ante la torpeza y la falta de profesionalidad con la que la Administración está gestionando en el caso del ébola en España. Aseguran que son patinazos de manual, todos perfectamente evitables. Estos son los más relevantes.

SIN PLANIFICACIÓN: Falta un plan para explicar la crisis

La OMS decretó la alerta por ébola el pasado 8 de agosto. Sin embargo, las autoridades sanitarias españolas no elaboraron ningún plan de comunicación de crisis, ni si quiera cuando se repatrió a los misioneros y el peligro era tangible. El plan debería haber previsto los diferentes riesgos y determinado quién forma parte del gabinete de crisis, quién lo lidera, dónde se reúne, quiénes son los portavoces, periodicidad de las ruedas de prensa, perfil de la comunicación y definición de un mensaje claro y único que aporte certidumbre a los ciudadanos.

SIN LIDERAZGO: Y aquí, ¿quién es la persona al mando?

Durante cinco días, no ha existido un líder visible y creíble para gestionar la crisis. Desde el lunes, día en el que se confirma el contagio, hasta el viernes, cuando la vicepresidenta del Gobierno toma el mando, no se sabe quién dirige el operativo. La ministra de Sanidad, Ana Mato, comparece el primer día pero no asume el liderazgo: rodeada de cargos, se limita a darles la palabra y no ofrece una imagen fuerte. Nadie asume con valentía la responsabilidad de capitanear la crisis.

En los días siguientes, se produce un exceso evidente de portavoces. Lo adecuado es que una o dos personas asuman las comparecencias y la interlocución con los medios. En caso de ser dos, se prefiere que una sea de carácter político y otra de un ámbito técnico, para poder ofrecer detalles precisos que avalen la toma de decisiones. En la crisis del ébola han comparecido una docena de personas, lo que diluye el liderazgo y fomenta contradicciones

SIN CAPACIDAD DE ANTELACIÓN: Saberse la respuesta a todas las preguntas

La regla de oro en cualquier comparecencia es prever cuáles van a ser las preguntas y preparar posibles respuestas. La ministra no sabe qué decir cuando le preguntan si va a dimitir y mira a la directora general de Salud Pública para que afronte ella la respuesta. Las frases lapidarias de Ana Mato, del consejero de Sanidad de Madrid y del gerente del Hospital Carlos III alimentan el incendio de la crisis. Mato: «Lo que podemos decir es lo que sabemos por los medios». Javier Rodríguez: «Nos pudo haber estado mintiendo»; «Para explicar como quitarse o ponerse un traje no hace falta un master»; «No tengo ningún apego al cargo, soy médico y tengo la vida resuelta». Rafael Pérez-Santamarina: «Estamos muy preocupados pero hay que tranquilizar a la sociedad».

SIN DISCURSO: Los mensajes que dan no aportan serenidad

Sanidad no tiene un relato con mensaje unificado y asertivo que aporte serenidad. Sin un buen discurso, no se han capitalizado dos grandes fortalezas: la primera, que España no es África, y que tiene uno de los mejores sistemas de salud del mundo. Y la segunda, que estamos ante un contagio, no una epidemia. Ante la ausencia de relato oficial, los medios definen el marco, imponen su agenda y llevan las riendas. Sanidad ha tenido una comunicación reactiva, limitada a confirmar o desmentir los datos que aparecían en prensa.

SIN RIGOR: Comunicados con errores o improvisados

Los dos primeros comunicados elaborados por el comité de crisis contienen errores. En el del viernes, contabilizan 16 ingresados en el Hospital Carlos III cuando en total suman 17; en el de ayer, informan de que Teresa Romero llevaba 10 días de ingreso, cuando en realidad eran seis.

Y para acabarlo de arreglar, los miembros del Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) que han visitado el Carlos III para investigar errores descubrieron ayer, horrorizados, que la gerencia del hospital había redactado un informe oficial en nombre del ECDC sin su consentimiento. La dirección del Carlos III se excusa diciendo que el documento se basa en una charla informal mantenida con los expertos europeos y justifica su difusión porque sus conclusiones eran «interesantes» y «buenas». Un nuevo despropósito, vaya.