Salud controlada por el móvil

El chip de cuidarte

Esfuerzo controlado 8Una mujer corre por la playa de Sant Sebastià con el móvil en el brazo.

Esfuerzo controlado 8Una mujer corre por la playa de Sant Sebastià con el móvil en el brazo.

CARMEN JANÉ / BARCELONA

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«Me compré uno de los primeros modelos de banda de actividad y al principio lo usaba a diario. Llevaba la pulsera puesta todo el día y era de los que se bajaban una parada antes del autobús para hacer más pasos o me levantaba si no había conseguido el objetivo del día. Era como un incentivo para intentar ser menos sedentario y cuidarme más. Tenías que hacer 10.000 pasos al día y era como un juego contigo mismo», explica Daniel Vidal, abogado de 41 años y uno de los pioneros en Barcelona en lucir una pulsera de registro de actividad conectada al móvil.

La historia, sin embargo, cambió al cabo de unos meses. «Luego me compré un modelo superior, que era también reloj, y al final me acabé cansando. Te lo quitabas para ducharte, para dormir... Al final ni te lo ponías. No creo que ni con el de Apple me lo volviera a poner. Es poco cómodo », añade.

Vidal, como otros, elogia el factor juego de las aplicaciones y su capacidad para incentivar a los usuarios. Tanto que algunas empresas lo utlizan para motivar a sus empleados desde recursos humanos. Es el caso de Telefónica, que lleva a cabo un programa piloto con sus empleados en la sede de Madrid llamado Feel Good, que incluye nutriciónactividad física o «bienestar emocional», o de Novartis.

La multinacional farmacéutica ganó el pasado enero un premio como «empresa más activa» gracias a la competición que hicieron algunos de sus empleados, el Global Corporate Challenge, en el que participaron empresas de todo el mundo. Los 161 trabajadores que participaron hicieron en conjunto, según las cifras de la competición, más de 122.000 kilómetros, quemaron más de siete millones de calorías y perdieron un total de 194 kilos de peso, algo más de un kilo por empleado.

Levantarse en vez de llamar

«Fue una forma de estimular que la gente hiciera deporte. Hubo un compañero que dejó de llamar por teléfono a los otros para levantarse e ir al despacho de cada uno cuando necesitaba algo», recuerda Toni Maneu, ejecutivo de la farmacéutica y corredor de maratones. «El beneficio era subjetivo», afirma.

El estímulo, sin embargo, también caducó pronto. «Al final llevar la banda es un poco esclavo. Y no puedes estar compitiendo siempre. Yo ya hago deporte cinco días por semana y llevo los dispositivos normales de corredores. Para lo demás, acabas teniendo el chip de cuidarte en la cabeza», asegura.

El papel de las empresas en alentar el uso de estos dispositivos entre sus empleados es, sin embargo, objeto de discursión entre los juristas, sobre todo si utilizan la plataforma de 'software' asociada para rastrear los datos y compararlos entre equipos de trabajo o asalariados.

Pero muchos trabajadores, sobre todo los más jóvenes, ni se lo plantean y recurren a las 'apps' del móvil -algunas cuentan los pasos del usuario aunque el dueño del móvil no las haya activado- para medir sus rendimientos deportivos. Prefieren las que les permiten compararse con sus amigos y crear rivalidades internas, además de trazar en un mapa por dónde van pasando y con qué intensidad de esfuerzo. Son 'apps' como Strava, RunKeeper, Mapmyfitness, Endomondo y Moves, o las vinculadas a dispositivos como los de Fitbit, Yawbone, Garmin Connect, Adidas mi Coach o Nike +.

Nike impulsó su 'app' para crear comunidad entre sus clientes y pasó a crear una incubadora de empresas que piensen nuevas aplicaciones. «Todavía no se ha descubierto cuál va a ser el uso estrella de estos dispositivos, pero sí se está viendo que hay muchos pequeños usos que seducen a sus usuarios», explica Lars Stalling, que investiga el fenómeno para Telefónica i+D. «El reto para las compañías es lograr que el uso de estos dispositivos y aplicaciones sea continuo. Ahora es de seis semanas, excepto si eres deportista. Hay que crear servicios que aprovechen estos datos y los vuelvan relevantes», señala.

Uno de ellos podría ser, comenta, el contador de calorías a partir de escanear el código de barras de un producto o seleccionándolo de una lista. «Yo no lo usé nunca. Partían de patrones prefijados y no me parecían fiables», afirma Vidal.