Inversión millonaria en el sur del país

China construye un radiotelescopio de 1,6 kilómetros de perímetro

Vista aérea del radiotelescopio FAST.

Vista aérea del radiotelescopio FAST.

ADRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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Si hay alguien ahí afuera, pronto lo sabrá China. En un recóndito valle de la provincia de Guizhou, en el sur del país, ha empezado a ensamblar el que será el mayor radiotelescopio del mundo, con un plato reflector del tamaño de 30 campos de fútbol. Los 1,6 kilómetros de perímetro requieren 40 minutos para cubrirlo a pie y sus 500 metros de diámetro ridiculizan los 300 del observatorio de Arecibo (Puerto Rico), líder del sector durante medio siglo.

El telescopio es el último mojón del auge chino tras la mayor presa del mundo en el río Yangtzé, el tren más alto en Lhasa o la muralla más larga, por hacer la lista corta. Los operarios están ya uniendo los 4.450 paneles en forma de triángulos equiláteros de 11 metros de longitud y la infraestructura estará terminada a finales del próximo año, casi 15 después de que naciese el proyecto de más de 100 millones de dólares (87 millones de euros).

Lejanas ondas de radio

A diferencia de los telescopios ópticos habituales, concebidos para captar luces lejanas, los radiotelescopios buscan ondas de radio procedentes del espacio con estructuras gigantes similares a una antena parabólica (o varias trabajando coordinadas). «Es un oído muy sensible que escucha los mensajes de radio provenientes del ruido del universo. Es como identificar el sonido de una cigarra en una tormenta», ha declarado a la prensa local Nan Rendong, jefe del Observatorio Astronómico Nacional.

Cuanto más grande es el radiotelescopio, más lejanas y débiles señales puede captar. El chino, conocido como FAST (acrónimo en inglés de Five hundred meter Aperture Spherical Telescope), podrá detectar transmisiones extraplanetarias a distancias superiores a los 1.000 años luz. «Nos ayudará a buscar vida inteligente más allá de nuestra galaxia y a explorar los orígenes del Universo», ha afirmado Wu Xiangping, director general de la Sociedad de Astronomía de China.

El FAST escrutará el espacio en longitudes tres veces mayores que el radiotelescopio de Arecibo, escaneará más parcelas de cielo y procesará la información más rápido. Se impone, en definitiva, con el tradicional gigantismo chino y con el diseño: mientras la curvatura esférica fija del estadounidense solo le permite usar 221 de sus 300 metros de diámetro, el chino disfruta de una estructura de 4.450 paneles en forma de triángulos equiláteros de 11 metros de lado que pueden ser orientados de forma independiente con un conjunto de cables y robots con apenas un milímetro de error. Así puede rastrear 19 regiones de cielo por apenas las siete de Arecibo. Las dimensiones son tales, equivalentes a 30 campos de fútbol, que para sujetar los paneles ha sido necesario levantar decenas de grandes columnas de hormigón.

El radiotelescopio ocupa el fondo ya eviscerado de un valle con forma de cuenco gracias a tres colinas separadas entre sí por 500 metros. Es la ubicación idónea para un rastreador de sonidos lejanos que no puede ser molestado por los cercanos. De hecho, las docenas de ganaderos que lo habitaban ya fueron trasladados años atrás y hoy no hay pueblo a menos de cinco kilómetros (la capital provincial, Guiyang, se encuentra a 170). Además, está previsto levantar una plataforma sobre una de las colinas para que el público contemple una de las mayores obras de ingeniería humana.

Carrera espacial

Más que descubrir vida extraterrestre, Pekín espera el FAST contribuya a la ciencia y a su más prosaica carrera espacial. Su potencia permitirá, por ejemplo, detectar la basura que amenaza los viajes más allá de la atmósfera. El próximo superordenador SkyEye-1, el más potente de China, capaz de realizar 1.000 billones de operaciones por segundo, colaborará en el procesamiento de los datos.

La carrera china es tan reciente como veloz y epitomiza el auge nacional. Pekín ha encadenado misiones tripuladas y no tripuladas en los últimos años y sobre el 2020 espera concretar dos retos mayúsculos: colocar a un astronauta en la Luna y la apertura de su estación espacial permanente.

El satélite FAST no es ajeno a la pugna entre las dos grandes potencias. EEUU ha boicoteado tozudamente la entrada de Pekín en la Estación Espacial Internacional después de que su Congreso prohibiese a la NASA cualquier contacto con el programa espacial chino, más por mezquinos cálculos geoestratégicos que por riesgos tangibles. Con la puerta cerrada en sus narices, Pekín ha desarrollado su propia estación y su telescopio. Y con un instrumento que triplica la potencia del puertorriqueño, no es difícil apostar que también China ganará esta carrera.