El auge de una droga entre los menores

Chicos adictos al porro

Carlos, subido a un árbol del parque de la Ciutadella, en Barcelona.

Carlos, subido a un árbol del parque de la Ciutadella, en Barcelona.

ANTONIO BAQUERO
BARCELONA

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Su nombre técnico es consumo problemático entre adolescentes. Su nombre humano es Raquel. O Carlos. Pues son ellos quienes han visto cómo el cannabis les ha arruinado la adolescencia, separándoles de sus padres, de sus amigos, de sus estudios, y hundiéndoles en estados de depresión y ansiedad. Y hay más nombres. Miles. En España, según el último estudio del Plan Nacional sobre Drogas, 83.000 adolescentes están en esta situación de riesgo, lo que ha llevado al delegado del Gobierno en esta materia, Francisco de Asís Babín, a sentenciar: «Tenemos un problema con el cannabis».

Proyecto Hombre, la entidad que está en la trinchera de la lucha contra las adicciones, ha constatado cómo el consumo problemático de cannabis entre adolescentes empieza a adquirir categoría de epidemia. «El cannabis no para de crecer como sustancia principal de consumo entre los adolescentes y jóvenes de entre 13 y 23 años», señala Oriol Esculies, director de Proyecto Hombre en Catalunya. La prueba es que, de los jóvenes que esta entidad ayuda a desintoxicarse, el 79% acuden por el consumo del cannabis. «Hace seis años, el porcentaje era casi la mitad, el 44%», dice Esculies.

Este incremento está presente en las estadísticas de las oenegés y entidades y va indudablemente ligado a la explosión del autocultivo, que se ha disparado en los últimos años en España. «Tenemos la marihuana más barata de toda Europa», lamenta el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas.

Según esta entidad, el porcentaje de consumidores problemáticos de cannabis entre jóvenes de 14 a 18 años no para de crecer. Así, actualmente, de cada 100 jóvenes que el último año fumaron marihuana, 16 son consumidores de riesgo, es decir, adictos. Esto supone el 3,8% del total de la población de entre 14 y 18 años. Son jóvenes que fuman cannabis antes del mediodía, que lo hacen solos y que presentan problemas de memoria. Su entorno les recomienda que reduzcan el consumo, han intentado fumar menos y no lo han conseguido, y han tenido disputas, peleas o malos resultados escolares debido al cannabis.

ATAQUES DE ANSIEDAD / Raquel y Carlos eran de esos. Podrían poner un asterisco al lado de cada una de esas características. A la joven, que tiene 16 años, el cannabis le apagó esa sonrisa deslumbrante que, tras desintoxicarse en Proyecto Hombre, vuelve a lucir. «Empecé por curiosidad y al final no podía vivir sin cannabis. Si no lo tenía a mi alcance me daban ataques de ansiedad», recuerda agarrándose a la mano de su padre. La joven pone sobre la mesa la principal mentira sobre el cannabis. «Te dicen que no genera adicción. Pero sí lo hace», dice. Y asegura que en los momentos de máxima adicción, pese a que apenas tenía 15 años, llegó a fumar «23 porros en un día». «Me levantaba y me fumaba uno. Estaba todo el día colocada».

Su padre no le suelta la mano. Es difícil determinar quién se agarra a quién. Quizás los dos lo hacen. Ahora están muy unidos, pero han pasado una pesadilla. Manuel, un hombretón de manos recias, se descompone al recordar los hechos. «Raquel era una niña 10. Se sacaba bien los cursos, era cariñosa, tenía don de gentes. Era mi princesita y, de repente, se convirtió en un ogro. Todo eran gritos, golpes, enfados», explica. Ni recuerda las veces que hubo de llamar a los Mossos, pues pasaban las horas y la joven no volvía a casa. «Los padres estamos demasiado ocupados en nuestros trabajos, en la hipoteca, en el dinero. Debemos estar más pendientes de nuestros hijos porque esa droga, la marihuana, está por todas partes», dice.

Raquel reconoce que, pese a que solo tenía 13 o 14 años, le era muy fácil conseguirla. «Yo entraba en clubs cannábicos a pillar marihuana y me la daban a pesar de que solo era una cría», comenta. «Te quedas sola. Vas perdiendo a tus padres y te alejas de todos aquellos amigos que no fuman. Es un agujero. Al final solo quieres estar en un parque fumando», dice. Tras un año y dos meses en Proyecto Hombre, Raquel es una nueva persona. «La vida me ha dado otra oportunidad».

Manuel, como padre, ha extraído varias lecciones. «La principal es que, si tu hijo tiene una adicción, has de acudir a profesionales como Proyecto Hombre. Tú solo no sabrás hacerlo. Si la encierras, se escapará. Si le prohíbes ir con tal o cual amigo, se irá seguro con ellos. Si le chillas, se cerrará en sí misma».

Carlos, cuando echa la vista atrás, también rememora aquellos choques con sus padres. Él, que empezó a fumar con 17 años, estaba en pleno hundimiento. «Empiezas de broma, por curiosidad, y vas cayendo». A él, como a Raquel, le hace gracia cuando  se habla de la aparente inocuidad del cannabis. «No solo genera adicción, sino que es la puerta a otras drogas, pues al final necesitas otros estímulos más potentes», comenta Carlos, que llegó a fumarse 13 gramos en un día.

«COMO EN UNA TUMBA» / Esa adicción te lleva a conductas problemáticas. «Empiezas a robar. Yo primero le robaba a mi madre. Luego llegué a robar dinero y joyas a los padres de mis amigos cuando iba a sus casas», recuerda. «Al final, llevaba una mochila tan pesada encima que ya no podía avanzar. Me sentía como en una tumba», explica. Y cuando su madre descubrió que habían desaparecido todas las joyas, aquel precario mundo se vino abajo. «Hablé con mis padres y me acompañaron a Proyecto Hombre. He salido».