investigación en la parroquia zaragozana de borja

El cepillo de don Florencio

¿En qué gastó el entrañable cura de Borja los cerca de 183.000 euros que sacó de las cuentas corrientes de la parroquia en solo 11 meses? El sacerdote asegura que en caridad, pero la Guardia Civil sospecha que lo dilapidó en servicios sexuales.

Florenico Garcés

Florenico Garcés / periodico

MAYKA NAVARRO

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Un cura que no acaba de explicar a dónde fueron a parar cerca de 183.000 euros de su parroquia; un obispo que contacta hasta con el ferviente católico ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, para defender el honor de su sacerdote, y unos gitanos del clan Zapato Veloz que se enriquecieron presuntamente a cambio de sexo con don Florencio, el religioso protagonista de este sainete. Y todos estos ingredientes, aderezados por la Guardia Civil -que intenta, esquivando presiones, descifrar la compleja trama-, se concentran en Borja, el pueblo del Ecce Homo. Cecilia Giménez, la autora de la aberrante restauración que situó en el mapa a esta pequeña localidad zaragozana de 5.000 habitantes, ha encabezado las muestras de apoyo de unos parroquianos que, pese a todo, veneran a su cura.

Don Florencio, de 73 años, sacó en solo 10 meses 182.546,49 euros de las 21 cuentas corrientes que manejaba como párroco y arcipreste, delegado del obispo, en la comarca del Campo de Borja. El obispo de Tarazona, monseñor Eusebio Hernández Sola, fue el primero en dar la voz de alarma. En mayo del 2013, dos párrocos de Fuendejalón y Ainzón le avisaron de que algo estaba pasando con don Florencio. El obispo se reunió con dos hermanos del cura. Estaban preocupados. «Florencio se ha gastado todo el dinero, ha vaciado todas las cartillas», le confesó, alarmada, Isabel Garcés, la hermana.

Un relato extraño

El obispo decidió entonces escuchar al cura. Este narró un extraño relato que punto por punto fue después desmentido por la Guardia Civil. Le habló de una silla de ruedas para un joven que estaba en el hospital. Los investigadores nunca dieron con tal enfermo. Le habló de un banco malo en Zaragoza. Inexistente. Y le habló de las limosnas que repartía entre sus parroquianos en estos tiempos tan difíciles. Demasiada caridad para llegar hasta los cerca de 183.000 euros, debió de pensar monseñor Eusebio, que decidió escribir a los bancos para que no volvieran a dar más dinero a don Florencio si la solicitud no estaba firmada por otros dos religiosos. Para estar más tranquilo, acudió a la Guardia Civil y denunció los hechos.

Los investigadores conocían de sobras el caso. El propio Garcés se presentó el 25 de mayo del 2013 en la Guardia Civil para denunciar que José Luis Carbonell, un gitano al que llaman El Sabino, le había estafado. Su relato fue confuso. Primero dijo que le quitó 16.000 euros. Después, 30.000. Y que recibía continuas llamadas de personajes tan extraños como el directivo de una empresa, un empleado de IberCaja y un mando de la Agencia Tributaria para asegurarle que El Sabino le devolvería el dinero. Que estuviera tranquilo.

Mientras la Guardia Civil y la jueza Nieves Pérez Martín investigaban a El Sabino y su clan, el sacerdote regresó al cuartelillo. El 14 de noviembre don Florencio interpuso otra denuncia contra otro gitano de Borja, Santiago Carbonell. El cura narró que el hombre le pidió 7.000 euros para pagar la luz, aunque luego amplió la cantidad estafada hasta los 35.000. En su denuncia, dijo que Santiago tenía dinero en un banco malo de Alagón, y que incluso una trabajadora de la entidad, que la Guardia Civil fue incapaz de localizar, le telefoneó para tranquilizarle sobre la honestidad del gitano. En ese momento el cura, según denunció, entregó otros 52.000 euros a Santiago.

La Guardia Civil interrogó a los dos hombres. Primero a El Sabino, que reconoció haber pedido dinero al cura, pero que como a cambio le daba besos en la mejilla, le abrazaba y le tocaba por todo el cuerpo, sobre todo la tripa, mientras le decía «estoy muy preocupado por ti, si quieres perras ven a mi casa», decidió que a partir de ese momento fuera su mujer a casa de don Florencio.

La declaración de Santiago fue más contundente. Contó que acudió desesperado a ver al cura porque no podía pagar un recibo de 150 euros de la luz y que, tras tocarle la mejilla, le dijo: «Si tú quieres, te puedo ayudar». Y confesó haber practicado sexo varias veces con don Florencio a cambio de dinero. «2.000 euros por una felación». Joana Saray, su mujer, le abandonó porque lo notaba muy triste, no quería tener relaciones íntimas con ella y lloraba sin motivo. «A ti lo que te pasa es que el cura te está dando por el culo», le gritó el día que lo echó de casa.

Con todos estos datos y decenas de declaraciones de testigos, alguno de ellos protegido, la Guardia Civil puso en marcha la operación Espino. Una compleja investigación que lleva a cabo la policía judicial del cuartel de Borja, a cuyo mando está un alférez que siente sobre sus espaldas las miradas desafiantes de todo un pueblo que reza cada domingo a Dios por la honorabilidad del cura.

Seis personas están imputadas. Cinco miembros del clan Zapato Veloz a los que se les acusa de haber extorsionado al párroco durante meses bajo la amenaza de contar al pueblo sus inclinaciones sexuales. En Borja se rumorea que existe una fotografía, que nadie ha visto, de don Florencio dejándose hacer una felación por María Luisa, la mujer de El Sabino. Y está imputado el cura, que tras ser detenido y pasar varios días en la prisión de Zuera, quedó finalmente en libertad, pero acusado de haber gastado el dinero de la parroquia en favores sexuales. Sin descartar que parte de ese dinero también lo entregó al ser chantajeado por algún miembro del clan Zapato Veloz.

Durante meses, los integrantes de Zapato Veloz se intercambiaron mensajes telefónicos con fotografías de fajos de billetes junto a las que se mofaban de su repentina buena fortuna. La familia se ganó ese mote porque hace años uno de los más veteranos tenía un alza y unos aparatos en una pierna que le impedían correr. Ninguno trabaja y viven oficialmente de la pensión de viudedad de la matriarca de la familia, Pilar, a la que llaman La Sevilla. Desde que empezaron las visitas diarias a don Florencio, la familia lució coches, joyas y hasta un cerdo que cebaron en casa con jamón del bueno, que compraron con el dinero de la parroquia.

La investigación continúa, a pesar de las presiones que están recibiendo los guardias civiles. Hasta el obispo de Tarazona, que había denunciado los hechos para conocer el destino del dinero de su parroquia, se retractó seis días después asegurando que no había entendido bien lo que significaba firmar esa denuncia. Y aprovechó para reivindicar la inocencia de don Florencio. «Su único pecado ha sido su bondad», dijo.

A pesar de los intentos del obispo de frenar la investigación, contactando con el arzobispo castrense, monseñor Juan del Río, con el fiscal jefe de la Audiencia Provincial de Zaragoza, Alejandro Fernández Furquet, con el director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa, y hasta con el ministro del Interior, los agentes de policía judicial del cuartel de Borja no se amedrentan y continúan adelante.

Tienen abierta una nueva línea de investigación. Un posible agujero nuevo. En el 2004, dos hermanas, Benita y Amparo Zueco, donaron a la parroquia los 601.012,10 euros que habían obtenido al vender sus tierras a la constructora Huecha. Pues bien, 444.000 euros salieron de una de las cuentas corrientes de don Florencio. ¿Destino? Según el cura, dos conventos de clausura, la Fundación del Ecce Homo y Cáritas. La Guardia Civil lo está comprobando. También hay una transferencia de otros 108.000 euros con un destinatario conocido: el Obispado de Tarazona, allí donde están los principales protectores de don Florencio.