Un catéter que captura el trombo multiplica la mejoría tras un ictus

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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Un microcatéter de última generación que viaja por las arterias centrales del cerebro, dotado de una minimalla que se abre al chocar con un eventual trombo sanguíneo y lo captura, ha demostrado ser eficaz para extirpar y resolver los ictus cerebrales más graves. El recurso, llamado Solitaireduplica, en comparación con anteriores tratamientos, la recuperación de las funciones fisiológicas e intelectuales que quedan lesionadas con las trombosis que interrumpen los principales vasos sanguíneos del cerebro. La eficacia de esta terapia ha quedado constatada en un ensayo realizado por los hospitales de Can Ruti, Vall d'Hebron, Clínic y Bellvitgte, en el que han participado 206 pacientes que sufrían un ictus localizado en las arterias centrales del cerebro: con 103 enfermos se utilizó el nuevo microcatéter con stent (malla) adosado, y el resto fueron tratados con una trombolisis convencional, la administración endovenosa de sustancias que intentan disolver el coágulo taponador. El estudio, que ayer publicó la revista científica New England Journal of Medicine, concluyó que los receptores de Solitaire multiplicaron «por cuatro» la recuperación de la autonomía imprescindible para vestirse por sí mismos, comer, lavarse y mantener una vida independiente. «Este dispositivo revolucionará el tratamiento de los ictus más graves -afirmó Antoni Dávalos, director el área de neurociencias en Can Ruti y coordinador del ensayo-. Nos obligará a reestructurar los servicios».

En Catalunya suceden cada año cerca de 13.000 ictus -también llamado accidente vascular cerebral o trombosis-, de los que un 85% son isquémicos (un coágulo interrumpe el paso de la sangre de una arteria) y el otro 15% es hemorrágico, surge de la rotura de un vaso sanguíneo. Un 15% de los ictus isquémicos [ictus en griego significa golpe] se resuelven de forma espontánea: la arteria reabre su paso por sí sola, y el trombo se desmenuza. Otro 40%, afecta a pequeñas ramificaciones sanguíneas del cerebro, cuya obstrucción no altera la función de ninguna extremidad ni órgano fundamental. El resto, engloba a los procesos de difícil tratamiento y a los que afectan a zonas intocables del cerebro. «Consideramos que hasta un 30% de los ictus más graves serán tributarios del nuevo catéter», indicó Davalos.

En todas las circunstancias, el factor que define el éxito de cualquier tratamiento es el tiempo que transcurre entre el inicio del accidente cerebral y el comienzo de la terapia.

«Lo ideal es tratar al enfermo entre dos y cinco horas después de percibir los primeros síntomas del ictus -advirtió Dávalos-. De esa rapidez depende el pronóstico; si llega al hospital siete o más horas después de iniciado el proceso, algunas neuronas de la zona afectada habrñan muerto, y las células muertas son irrecuperables». La función que dirigían las neuronas inutilizadas, se perderá con ellas.

La atención del ictus se ha acelerado de forma sustancial en Catalunya en el último decenio, gracias al programa Codi Ictus, que mantiene activo las 24 horas del día un equipo especializado en seis hospitales de Barcelona -los antes citados, más el Hospital del Mar y el de Sant Pau-, y tres más en Girona, Tarragona y Lleida. Estos equipos, coordinados con los servicios de emergencia y transporte sanitario, preparan el tratamiento en el momento en que la ambulancia, medicalizada, anuncia el traslado de un enfermo, y se lo administran una vez el vehículo llega a urgencias. El tiempo de intervención se ha acortado así sustancialmente, indican desde Salut.

Aunque el ictus cerebral es la primera causa de muerte entre las mujeres españolas -la tercera en los hombres- los síntomas que provoca son mucho menos populares que los del infarto de miocardio. Los signos que deberían movilizar a quien los sufra son, entre otros, notar que la boca se ha torcido involuntariamente y que no hay forma de devolverle su simetría; hablar ininteligiblemente o pronunciar la palabra que no se pretende, en lugar de la que se intentaba decir -lechuga en vez de cinturón-; tener dificultad para mover o levantar un brazo, una pierna o ambos, del mismo lado del cuerpo; perder la visión de un solo ojo o ser incapaces de pinzar un objeto con dos dedos de una mano.

Todas esas rarezas, que muchas veces suceden de forma progresiva y sin que quien las sufre sea totalmente consciente de ellas ni les dé la importancia que merecen, deberían ser motivo de alerta inmediata y traslado al hospital de quien las perciba. Así se inicia un ictus.