CONTROVERSIA POR UNA REFORMA URBANÍSTICA

Catedral con vistas en Tortosa

Perspectiva de las viviendas que ocultan la sede catedralicia.

Perspectiva de las viviendas que ocultan la sede catedralicia.

SÍLVIA BERBÍS / TORTOSA

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Una catedral encastada, una pieza arquitectónica gigantesca, compacta y esplendorosa que destaca en la trama urbana más antigua de la ciudad. Pese a su encaje, Tortosa lleva décadas ansiando darle vistas para aumentar su magnificencia. Dicho de otra forma, sueña con un perfil fluvial dignificado incorporando por fin la imponente fachada que terminó en el siglo XVIII el mayor edificio eclesiástico de las Terres de l'Ebre. Y en realidad, no es tan quimérico el empeño. Tan solo una manzana de siete casas hacen de parapeto entre la sede catedralicia y el río Ebro. Basta con derribarlas.

Sin embargo, mientras la cuenta atrás de la demolición corre ahora acelerada, eliminados los obstáculos que han frenado el proyecto durante años, algunos historiadores y urbanistas se mantienen firmes sobre lo que consideran un grave error histórico. Uno más, dicen, para una ciudad bimilenaria que ya ha eliminado demasiados vestigios de sus orígenes.

«No ha sido simple, pero tras décadas de modificaciones urbanísticas, procesos judiciales, debates plenarios e informes, el último pleno municipal aprobó la expropiación definitiva de las tres últimas fincas pendientes para poder demoler las casas después de las elecciones», anuncia el actual alcalde, el convergente Ferran Bel.

El proyecto está contemplado en la planificación urbanística, que ha evolucionado en el tiempo, desde el año 1964, y ha sido abordado en el pleno en diferentes momentos históricos y formatos, siempre con un apoyo de 21 a 0; «no despierta discusión política más allá de la polémica generada por los propios interesados», asegura el alcalde.

Su gobierno ha aprobado los planes especiales que permiten culminar las expropiaciones y la creación del futuro espacio urbanístico, una plaza frente a la fachada principal de la catedral abierta al río. Está a punto de adquirir la última de las propiedades e iniciará la licitación de las obras de demolición, con un presupuesto de 227.000 euros.

El proyecto de urbanización deberá esperar al resultado de las excavaciones arqueológicas que se lleven a cabo en el solar. «Generaremos un espacio de encuentro, donde la gente pueda contemplar el río y la catedral», augura Bel.

Pero eso será a costa de un conjunto de edificios que son «el vestigio vivo de lo que era la muralla fluvial de Tortosa», sostiene el historiador Albert Curto, director del Arxiu Històric Comarcal del Baix Ebre.

El arquitecto Xavier Rollán, cuya familia es propietaria de uno de los siete inmuebles, se ha volcado durante años en el intento de salvar las casas: «Esta manzana formó parte de la calle más antigua de la ciudad, un lugar principal, el eje que concentraba las residencias del poder político y religioso de la ciudad. Eliminándola se desnaturaliza todo un entramado urbanístico que arranca de época romana», sostiene.

Un informe que firmó en el 2006 la escuela técnica superior de Ingeniería Industrial de la Universitat Politècnica de Catalunya ratifica que es «un sector especialmente significativo de la trama urbana más antigua de una ciudad bimilenaria». También recuerda que forman parte de un conjunto catalogado en la categoría de BCIN (Bé Cultural d'Interès Nacional) y considerado Conjunto Histórico Artístico desde 1975.

No es ese desencaje el único problema que observan los opositores al proyecto. «Si eliminas las casas, abres de una forma extraordinaria las perspectivas de la catedral y la conviertes en una cosa ridícula. Es decir, la fachada, que hoy parece gigantesca porque tiene un punto de vista forzadamente de pocos metros, se podrá mirar desde más de cien metros de distancia y, por lo tanto, quedará empequeñecida. Es un problema de geometría muy simple», advierte el también historiador Jacobo Vidal, uno de los firmantes del informe de la Politècnica.

«Todas las posturas son legítimas, pero la discusión está superada», defiende el alcalde Bel. De hecho, el proyecto es ampliamente aplaudido por la ciudadanía, en parte debido al estado ruinoso que presentan las casas. «Una degradación programada», sostienen sus defensores. Frente al derribo, tampoco el más mínimo atisbo de oposición política.